La historia de Roe contra Wade, la sentencia que dio a las estadounidenses el derecho a decidir
La nueva legislación de Texas confirma que el derecho al aborto está en la cuerda floja en el país

Una polémica ley que prohíbe el aborto a partir de la sexta semana de gestación entró en vigor ayer en Texas después de que el Tribunal Supremo del país no se pronunciara sobre una solicitud de urgencia presentada por clínicas de ese estado para bloquearla. La Corte no emitió ningún fallo, solo permitió que pasara el plazo de medianoche sin responder a la solicitud. Esto ha permitido que entrara en vigor la norma, que en la práctica prohíbe la mayoría de las interrupciones voluntarias del embarazo (muchas mujeres ni siquiera saben que están embarazadas antes de la sexta semana y la ley tampoco establece excepciones en casos de incesto o violación) y que incentiva las demandas contra cualquier persona que ayude a una mujer que aborte, a la espera de que el Supremo adopte una resolución definitiva sobre la ley. Pero la inacción del alto tribunal en este caso envía un fuerte mensaje sobre el posible futuro de Roe v. Wade, la histórica decisión judicial que hace cincuenta años dio a las mujeres estadounidenses el derecho a decidir.
Roe v. Wade es una de las sentencias más polarizadoras y políticamente significativas de la legislación estadounidense. En 1970, dos jóvenes abogadas, Linda Coffee y Sarah Weddington, presentaron una demanda en Texas en representación de Jane Roe, una mujer de 22 años que alegaba haber sido violada en su solicitud de aborto. Henry Wade era el fiscal de Texas que defendía la ley contra el aborto. Jane Roe era en realidad el pseudónimo tras el que se ocultaba Norma McCorvey, una joven originaria de Luisiana con un pasado complicado: abandonada por su padre, vivió con su madre alcohólica y en diferentes instituciones públicas hasta que se casó a los 16 años, pero acabó dejando a su marido y ya había tenido dos hijos que había entregado en adopción. Sobre el papel, su perfil no era el de la heroína que se enfrenta al sistema, pero las circunstancias la situaron en una posición que en realidad ella nunca buscó.
En aquella época no había en Estados Unidos una ley federal que regulara los abortos y muchos estados, como Texas, habían prohibido la práctica por completo, excepto en los casos en los que peligrara la vida de la madre. En 1970, el caso de Jane Roe fue presentado por primera vez y rechazado, por lo que McCorvey se vio obligada a dar a la luz. Tuvo una niña que también entregó en adopción. Pero en 1973 su apelación llegó finalmente a la Corte Suprema de Estados Unidos, donde, por siete votos a dos, los jueces dictaminaron que el gobierno carecía del poder para prohibir el aborto. La sentencia defendía que la mujer, amparada por el derecho a la privacidad, podía elegir si continuar o no con su embarazo. Los jueces consideraron que ese derecho estaba protegido por la decimocuarta enmienda de la Constitución y, por tanto, ningún estado podía legislar en su contra.
Esto supuso una despenalización del aborto en los cincuenta estados de la Unión y obligó a modificar todas las leyes que prohibían o restringían las interrupciones voluntarias del embarazado. Ningún estado podía impedir los abortos durante los primeros tres meses de gestación, aunque se permitió que adoptaran legislaciones más restrictivas durante el segundo trimestre y que se prohibiera por completo durante el tercer trimestre. Cualquier ley estatal que entrara en conflicto con esta decisión quedaba automáticamente revocada.
Por entonces, Norma McCorvey seguía siendo una mujer anónima. Su nombre no se hizo público hasta una década después. En los ochenta empezó a conceder entrevistas, fue interpretada por Holly Hunter en un telefilme y acabó convertida en la imagen del movimiento por el derecho a decidir. Sin embargo, a mediados de los noventa, su posición viró 180 grados: anunció haber encontrado a Dios, rompió con su novia de varios años, admitió haber mentido al decir que su embarazo había sido fruto de una violación y se pronunció en contra del aborto. Desde entonces trabajó para intentar revocar la ley que llevaba su nombre. Ese público cambio de parecer fue un duro golpe para el movimiento feminista y una victoria simbólica para los opositores al aborto.
Aunque este no es el último giro de guion sorprendente que nos reservaba la historia de Norma McCorvey. En un documental filmado poco antes de su muerte en 2017 explicó que en realidad siempre había apoyado la causa y que grupos antiaborto le habían pagado para que se pronunciara públicamente en contra. “Cogí su dinero y me ponían frente a las cámaras y me decían qué decir”, afirmaba, visiblemente enferma (falleció de insuficiencia cardíaca poco después, a los 69 años), en el documental, titulado AKA Jane Roe.
El destino de la sentencia que lleva su nombre sigue estando en manos de la Corte Suprema. Aunque todos sus fallos desde 1973 han confirmado la decisión, la composición y, por lo tanto, la tendencia del Tribunal cambia con cada jubilación. La incorporación el año pasado de Amy Coney Barret en sustitución de la fallecida Ruth Bader Ginsburg consolidó la firma mayoría conservadora (de seis jueces frente a tres) cimentada durante el mandato de Donald Trump. La batalla legal para la supervivencia de Roe v. Wade por las conocidas como 'leyes del latido del corazón' entra en su fase decisiva, y el feminismo y los defensores del derecho a decidir se preparan ya para un futuro sin ella.