“El mundo se ha dado cuenta de que necesita mucho más la ciencia que a los financieros”
Maite Paramio, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT)

Es bastante probable que quien no supiera lo que es el ‘efecto Matilda’ se ha haya enterado en las últimas semanas. Una notoria iniciativa lanzada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) ha dado a conocer al gran público ese pernicioso fenómeno por el que los hallazgos de las mujeres científicas han sido, de forma sistemática, ignorados por la Historia. Rescatarla a ellas de ese injusto olvido y despertar vocaciones científicas entre las niñas es el doble objetivo de una campaña que si ha logrado tanta repercusión y ha conectado tan bien con el público es, a juicio de Maite Paramio, vicepresidenta de la asociación, por varios motivos”, para empezar, que “los profesionales de las agencias de publicidad y literarias con las que lo hemos hecho son muy buenos. También creo que es un tema justo, actualmente sensible, beneficioso para la sociedad, apartidistista y optimista en un momento de crispación y miedo”.
Paramio es doctora en Veterinaria y catedrática de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Su investigación se centra en la biología de la reproducción de las especies rumiantes, y más concretamente, en la producción in vitro de embriones. También es responsable del Grupo de Investigación de la Generalitat de Catalunya en Biotecnología Embrionaria de las Especies Ganaderas y pertenece a la junta directiva de AMIT desde 2004.
¿Es el ‘efecto Matilda’ una cosa del pasado?
Claro que no. Todavía las mujeres, en todos los campos y profesiones, somos menos visibles que nuestros colegas. Repito, en todos los campos. En cualquier caso, estamos indudablemente mejor ahora que hace cuarenta años en todo el mundo, sobre todo en España, donde tanto el franquismo como la iglesia católica fueron especialmente crueles con las mujeres.
Tres mujeres recibieron el año pasado un Nobel de ciencias. ¿Simple casualidad o algo está empezando a cambiar?
Creo que sí. Así como el MeToo cambió hasta los argumentos del cine, las campañas feministas de grupos como AMIT han hecho que los comités de los premios trabajen un poco más para buscar la ciencia oculta de las mujeres, ciencia poco visible para los lobbies científicos y los medios de comunicación.
Es verdad que cada vez se habla más de la escasez de mujeres en carreras científicas y técnicas, pero ¿somos realmente conscientes del problema social que esto supone?
En este momento de pandemia, de cambio climático, de contaminación, etcétera, el mundo se ha dado cuenta de que necesita mucho más la ciencia que, por ejemplo, a los financieros. Hace años que grupos como AMIT denunciamos el alto número de mujeres que inician la carrera científica y la abandonan en el momento en el que serían más productivas (el postdoctorado). Este desperdicio de talento es personalmente frustrante y socialmente inaguantable. La única forma de que la sociedad se entere es que este gran problema no se limite a los grupos de mujeres sino que sea aireado por los medios de comunicación para que se consiga establecer una carrera profesional que no implique el abandono de la vida personal. Queremos hombres y mujeres profesionalmente buenos y humanamente plenos. En cuanto a las carreras tecnológicas, es verdad que hay pocas mujeres. Esto solo se puede cambiar si se modifica esa visión de que la tecnología solo es para privilegiados sociales e intelectuales. La tecnología es accesible a todos en distintos grados. Como en el deporte, algunos serán deportistas de elite y otros de nada, pero todos necesitan el deporte. Entre las niñas habrá, como entre los niños, usuarias de élite y de calle, pero hay que convencerlas de que todas pueden.
Falta de referentes y estereotipos son las causas más citadas cuando se habla de las razones que lastran la vocación científica de las jóvenes y las niñas. ¿Cuáles son, por la experiencia de AMIT, las herramientas más útiles para despertar ese interés?
La vocación suele empezar de pequeñitas y normalmente cuando una maestra la estimula. La campaña de #NoMoreMatildas tiene el objetivo de poner a las mujeres científicas en su justo lugar en la historia y que las niñas tengan estos modelos. Desde mi experiencia personal, hay que mostrar que la ciencia es un trabajo apasionante, divertido y que merece la pena, y que las mujeres científicas no nos señoras raras, solitarias y sin vida social. Es importante luchar contra estos estereotipos. Hay que dar a conocer mujeres que disfruten de la vida del conocimiento. Además, AMIT tiene programas de mentoring para las jóvenes científicas y uno de nuestros grandes objetivos es ayudar a facilitar este camino.
En su caso, ¿qué le despertó la vocación científica?
Sin lugar a dudas, un profesor de Ciencias Naturales cuando tenía 12 años. Me decidí por Veterinaria por amor a mi padre, que era veterinario, y por la investigación, tras conocer la rutina de trabajo de un centro de investigación mientras estudiaba un master y hacía allí las practicas. Me parecía superestimulante esperar cada día a ver cómo habían salido los experimentos y buscar bibliografía para explicar lo que había pasado.
En los últimos meses la ciencia ha adquirido, por las circunstancias, un protagonismo insólito. ¿Cómo valora la respuesta que se ha dado desde el ámbito científico a la pandemia?
Desde el punto de vista del trabajo en los laboratorios ha sido muy acertada. Hacer una vacuna, o tantas, tan rápidamente quiere decir que todo estaba bien preparado. Desde el punto de vista de la comunicación, no me ha gustado mucho. No se sabían muchas cosas y aun así se han hecho muchas afirmaciones. Lo de decir “no lo sé” o “no se sabe” parecía prohibido, cuando es una frase muy habitual en los artículos científicos. Demasiadas cámaras, demasiada exposición, demasiados egos, todo esto ha llevado a cierta confusión y, lo que quizá es peor, a cierto descreimiento. Pero sé que hay científicas y científicos trabajando dura y calladamente que nos sacarán de este atolladero.
¿Cree que esta crisis implicará cambios en cómo se considera, se gestiona y se financia a la ciencia?
Sí, estoy convencida. A partir de ahora se valorará más el constante y callado trabajo de la ciencia y se devaluará el modelo de exitoso ejecutivo improductivo. Creo que hemos aprendido qué es lo que importa de verdad y qué ayuda a resolver problemas, y la ciencia es eso: producir conocimientos para el bien social. A veces esos conocimientos no son aplicables a corto plazo, pero siempre serán útiles, porque el futuro es impredecible. El reto ahora será quién y para quién se hace ciencia. Mi opinión es que debe hacerse desde el sector público y para el público, y eso abarca también la idea de internacionalidad, sin excepciones.