Cinco ideas para animar a las investigadoras a hacer más divulgación
Que la comunicación científica sea valorada como las publicaciones dentro de la carrera profesional es una de ellas

Las investigadoras no solo están en minoría en los laboratorios y en los puestos de responsabilidad de las instituciones del sector, sino también cuando de hablar de ciencia se trata. Las mujeres siguen teniendo más problemas a la hora de acceder a congresos y eventos o de convertirse en fuente experta para los medios. Para saber más sobre esas barreras, la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) ha preguntado a su propia base de datos de profesionales inscritas (más de 3.200) y ha averiguado que alrededor del 5% no divulga nunca. Se observa una tendencia a dedicar menos esfuerzo a la divulgación en las áreas de conocimiento experimentales y tecnológicas, en las que los porcentajes de las investigadoras que no divulgan nunca y las que lo hacen ocasionalmente son mayores que en el caso de las mujeres que se dedican a las ciencias sociales y las humanidades. El porcentaje de las que divulgan con frecuencia es más alto en este último ámbito (siempre por encima del 60%) que en el primero (por debajo del 50%).
También han averiguado que existe una clara correlación entre la dedicación a la divulgación y la experiencia en investigación. Las que más divulgan son las que llevan más tiempo trabajando. El 57% de las investigadoras con más de veinte años de experiencia divulga con frecuencia, algo que solo hace el 33% de las investigadoras con menos de cinco años de experiencia. El porcentaje aumenta progresivamente desde el 40% de las que tienen entre cinco y diez años de experiencia y 47% de las que tienen una trayectoria de entre diez y veinte años.
Con el fin de conocer más en profundidad las dificultades que encuentran las investigadores para hacer comunicación de su trabajo, AMIT ha llevado a cabo una encuesta en la que han participado 608 profesionales. A partir de sus respuestas, la asociación ha desarrollado una guía con propuestas para aumentar la participación de investigadoras en la comunicación de la ciencia. La primera es que las instituciones en las que trabajan las investigadoras se hagan responsables de promover que la presencia de expertos y expertas en los medios sea igualitaria. “Es imprescindible la labor conjunta de las unidades de igualdad, las unidades de cultura científica y los departamentos de comunicación de estas instituciones para promover la participación de mujeres en términos de igualdad en medios de comunicación y, en general, en actividades de difusión de la ciencia”, aseguran.
El llamado ‘síndrome de la impostora’, que hace que las mujeres duden de sus capacidades y es bastante frecuente entre mujeres, es otro de esos frenos. Una posible solución es que las instituciones científicas organicen cursos de comunicación destinados específicamente a las investigadoras que les den las herramientas para afrontar con más seguridad esta labor. Las bases de datos o listas de expertas también resultan muy útiles a la hora de dar visibilidad a las profesionales del sector, por lo que se recomienda que los distintos centros hagan las suyas para tener siempre a mano nombres de científicas cuando los medios les pidan la opinión de un experto sobre cualquier tema.
También sería conveniente que la actividad de comunicación y divulgación fuera valorada en la carrera profesional. “La situación actual, en la que estas actividades son meramente discrecionales, penaliza a las investigadoras que, por lo general, tienen menos tiempo para dedicar a otras actividades fuera de las profesionales y los cuidados. El reconocimiento de la comunicación y la divulgación científica (a la altura, por ejemplo, de las publicaciones) dentro de la carrera profesional sería una ayuda para que las investigadoras se dediquen a ello”, explican desde AMIT.
Por último, recomiendan, para combatir la escasa dedicación de las jóvenes investigadoras a la comunicación y divulgación es necesario que todos los agentes del sistema de ciencia (ministerio, OPIs, centros de investigación, etcétera) promuevan este tipo de actividades a través de canales diferentes a los tradicionales: redes sociales, reuniones informales, etcétera, ya que los nuevos formatos (como vídeos o podcast) son más cercanos a la mentalidad de las jóvenes científicas.