El embarazo es tan exigente para el cuerpo como un Ironman o un Tour de Francia
Un estudio sugiere que las embarazadas experimentan las mismas restricciones metabólicas que los deportistas de élite

En enero de 2015, un grupo de atletas decidió atravesar los Estados Unidos corriendo para alertar sobre el problema de la obesidad infantil y animar a los jóvenes a adoptar hábitos de vida más sanos. La prueba se bautizó con el nombre de Race Across USA. Durante casi cinco meses corrieron seis días por semana hasta completar los casi 5.000 kilómetros que separan Los Ángeles de Washington DC.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Duke y del Hunter College de Nueva York aprovecharon la oportunidad para medir el gasto energético diario de los atletas. Luego lo compararon con el que se produce en otras competiciones exigentes como el Tour de Francia, un Ironman o una expendición a la Antártida. Pero también con el de las mujeres embarazadas. El objetivo era analizar cómo evoluciona el gasto calórico en situaciones que requieran un gran esfuerzo físico.
Nuestro metabolismo suele mantenerse constante. La cantidad de calorías que quemamos al día varía según nuestra actividad física, pero se rige por una tasa constante. Es así para la mayoría de nosotros, pero no para los deportistas de élite. En ese caso, el consumo de energía seguirá por encima de su nivel de referencia, pero va disminuyendo poco a poco a medida que la persona se adapta al esfuerzo. Básicamente, el cuerpo encuentra la manera de ahorrar energía para mantenerse en niveles sostenibles.
Hasta aquí, nada que no se supiera. La aportación de este estudio es que los investigadores han conseguido establecer una correlación temporal: cuanto más larga es la prueba a la que se enfrenta al cuerpo, más se reduce el consumo de energía. En el caso de los corredores de la Race Across USA, el gasto de energía se nivelaba al llegar a 2,4 veces su tasa metabólica, frente a 9,4 en el caso de una prueba de Ironman, 6,6 en el del Tour de Francia o 4,2 en una expedición por el Polo Norte.
Tiene que ver, según los investigadores, con la capacidad (o más bien la limitación) del sistema digestivo para absorber los alimentos y convertirlos en energía. Esto, dicen, supone un techo, determinado biológicamente, para el esfuerzo humano. Pasado ese límite, dicen, nuestro cuerpo no puede digerir y procesar calorías suficientes como para mantener un nivel tan alto de consumo de energía. En eventos cortos, el cuerpo puede tirar de sus recursos -quemando grasa o masa muscular que luego puede recuperar- para responder a la demanda. Pero en competiciones largas, al cuerpo no le queda otra que equilibrar su consumo de energía para no colapsar o empezar a descomponer sus propios tejidos para compensar el déficit calórico.
La investigación no solo sugiere que hay un límite metabólico, un esfuerzo máximo que los humanos puedan soportar a largo plazo, sino también que el embarazo sitúa a las mujeres cerca de ese límite. Al comparar el gasto energético de las mujeres durante el embarazo y la lactancia (estudios anteriores ya habían concluido que las embarazadas queman aproximadamente el doble de calorías de lo habitual) comprobaron que el gasto máximo de energía y la restricción metabólica es similar durante esa etapa y durante las competiciones de resistencia. "Pensar sobre el embarazo en los mismos términos que pensamos sobre los ciclistas del Tour de France o los triatletas te hace darte cuenta de lo increíblemente exigente que es para el cuerpo", explica el antropólogo Herman Pontzer, de la Universidad de Duke, uno de los autores del estudio.
Efectivamente, el embarazo humano es, de entre los de los primates, uno de los que más energía consumen por dos motivos: la duración de la gestación y el tamaño de nuestros bebes. Según Pontzer, no está claro qué fue primero: si el que los humanos hayan evolucionado hasta adquirir tal capacidad de resistencia es lo que nos ha permitido tener bebés tan grandes o, al contrario, si haber evolucionado para tener bebés más grandes es lo que nos haya capacitado para practicar deportes extremos durante largos períodos de tiempo. “No hay razón para que no pueden ser ambas cosas”, mantiene.