El plan de Patricia García para mejorar el mundo a través del rugby
Con el proyecto Rugby Libre, la jugadora pretende llevar los valores del deporte a colegios, cárceles y barrios marginales de todo el mundo

Un grupo de niños (ninguna niña) con botas de fútbol, algunos descalzos, jugando al rugby en una explanada de arena y piedras. Es lo que se encontraron Patricia García Rodríguez y su equipo cuando, hace un par de años, se presentaron en Tinghir, una ciudad al este de Marruecos situada al pie de las montañas del Atlas. Ese país fue el escenario de una de las primeras giras del proyecto Rugby Libre, mediante el que García Rodríguez pretende hacer llegar este deporte y sus valores (esfuerzo, respeto, solidaridad, trabajo en equipo, etcétera) a aquellos que más se puedan beneficiar de ellos “sin fronteras de género ni de recursos”, ha explicado ella misma durante la presentación del documental que recoge ese viaje.
“Los valores del rugby no se quedan en el campo, este deporte es una forma de vida”, asegura la jugadora, que es, además, licenciada en INEF y cree firmemente que el deporte es una poderosa herramienta educativa. Cada gira se desarrolla en dos fases: una primera es el viaje en sí, diez o quince días durante los cuales llevan a cabo, en colaboración con equipos locales, intervenciones en escuelas, cárceles, centros de menores, barrios marginales, etcétera. Después se trata de mantener la colaboración y el intercambio con las instituciones de rugby de esos países a través de acuerdos y programas de mentoring, para que no se quede todo en una experiencia puntual.
Patricia García empezó a jugar en serio al rugby en la universidad hace una década y solo dos años después, casi al tiempo que debutaba con la selección absoluta, empezaba a tomar forma Rugby Libre. Desde entonces ha jugado en equipos de España, Francia, Nueva Zelanda y Japón (fue la primera jugadora española en conseguir un contrato profesional en el país nipón). Con las 'Leonas' ha sido campeona de Europa en 2010 y diploma olímpico en los Juegos de Río de 2016.
Unos días después de las Olimpiadas, Patricia y su equipo partían rumbo a Chile para la primera gira de Rugby Libre. Al año siguiente fueron a Marruecos. Este verano, en agosto, volverán a Chile y ahora buscan apoyo y organización para ir el año que viene a Kenia –el proyecto se financia gracias a la colaboración de patrocinadores y, cuando no los hay, tirando de ahorros–. El plan es grabar un documental de cada viaje para contar el impacto que tienen, que es palpable. Por ejemplo, tras su paso por Tinghir, ha surgido allí el primer equipo femenino. Pero también a nivel personal. “Las giras te muestran cómo el rugby puede cambiar la vida de la gente. Puedes ver cómo los presos se acercan llenos de desilusión después de años en la cárcel y cómo se transforman, se empiezan a respetar los unos a los otros. He conocido a gente a la que le ha ayudado a salir de una depresión. Una niña de 11 años de la que su padre había abusado me contó que el rugby le había salvado la vida. Ya solo por eso todo merece la pena”, asegura García Rodríguez.
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