Aliados: Hombres por la igualdad
El largo y azaroso viaje de los hombres feministas

Al tiempo que se reconstruye el rol de la mujer y lo femenino, también la masculinidad está siendo revisada. Porque cada vez hay más hombres que no quieren ser John Wayne o Superman, sino personas libres de los corsés que también les atan. Aunque eso pase por perder sus privilegios.
El 2018 pasará a los anales como el año de la mujer, sin que ninguna agencia oficial haya tenido que certificarlo. El 8 de marzo España vivió una explosión en las calles, a las que las mujeres volvieron a salir tras conocerse la sentencia de La Manada con un grito que se traducía en un hashtag: #YoSíTeCreo. Junto a ellas, como compañeros de lucha y sin reclamar el protagonismo, hombres que han decidido dar un paso adelante para clamar contra la desigualdad. La periodista y feminista Nuria Coronado ha dejado constancia de este movimiento en su libro Hombres por la igualdad, en el que entrevista a dieciséis aliados del feminismo como el profesor de Derecho Constitucional Octavio Salazar, el escritor Roy Galán, o el abogado León Fernando Del Canto. “Me sorprendió la necesidad que tenían de feminismo sin haber sido conscientes. Todos llegan a él por una necesidad vital, porque veían que sin él iban mal como seres humanos. El machismo también les ha negado ser quienes deseaban”, explica la autora, que reconoce que “necesitamos hombres feministas que entiendan que esto no va de capar a nadie, sino de ser más felices, sensibles y democráticos. Las mujeres llevamos una gran carga, que haya una persona a tu lado que te ayude y te entienda es fundamental”. Aunque es cauta, Coronado aprecia cierto cambio. “En la presentación de mi libro había desde ‘millennials’ hasta hombres de más de 50. Cada vez más entienden que los eventos feministas están abiertos a todo el mundo. Y en las manifestaciones, igual. Me parece buenísimo”. Además de invitarles a unirse a la lucha, les recomienda “que escuchen y aprendan. Callar es un paso adelante en el feminismo masculino porque siempre han estado hablando. Pero eso no significa apartarles, ojalá se sumen cada día más”.
El compromiso masculino por la igualdad ha sido un camino largo y complejo. Las primeras voces de hombres contra el sexismo comenzaron a escucharse tímidamente con cada ola feminista, pero no fue hasta los años setenta cuando en los países nórdicos comenzaron a organizarse en grupos y se iniciaron estudios de género propios. Este movimiento condujo a que, a finales de los ochenta, en Estados Unidos comenzara a reivindicarse la figura de un nuevo hombre, perfecto para el marketing pero que en realidad tenía poco de transformador. El feminismo lo advirtió: no se trata de maquillar la masculinidad, es necesario que el hombre se una a la lucha por la igualdad pero, para ello, debe renunciar a sus privilegios.
La escritora y activista feminista Bell Hooks plantea en su libro The will to change: men, masculinity and love (La voluntad de cambiar: hombres, masculinidad y amor) que “aprender a usar una máscara es la primera lección de masculinidad patriarcal que aprende un niño. Aprende que sus sentimientos centrales no se pueden expresar si no se ajustan a los comportamientos aceptables que el sexismo define como masculinos”. Con frases lapidarias como ‘los niños no lloran’, a los menores se les enseña a renunciar a su lado emocional para realizarse en el ideal patriarcal, recompensándoles cuando lo hacen. Esta castración cultural conlleva, según el terapeuta John Bradshaw, un malestar inherente: “La sensación de haber hecho algo mal, algo que realmente no sé qué es pero que me conduce a una sensación de total desesperanza”. Se trata de la trampa que el patriarcado reserva para los hombres. Cumplir el mandato machista supone alcanzar una serie de privilegios por el mero hecho de ser hombre. Romper con ello supone una liberación pero conlleva perderlos. Hacerlo no es fácil.
“El machismo es una cultura metida en cada pliegue de nuestra piel. Resituarte negando esos privilegios y, como dice Miguel Lorente, ser un ‘traidor’ a los tuyos tiene un coste”, explica Octavio Salazar, catedrático y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba, y miembro de la Red de Hombres por la Igualdad. Quienes lo hacen se colocan además en el punto de mira del neomachismo: comentarios homófobos, insultos sexistas, etcétera. “En las redes sociales hay una contestación inmediata de sectores de hombres muy organizados que están a la defensiva y te consideran un traidor. Yo no entro en diálogo con ellos porque no merece la pena. Son muy reaccionarios, atacan a las feministas y, de paso, a nosotros”, denuncia Salazar, “pero es importante que los hombres nos saquemos los colores, señalemos al compañero machista y tomemos partido. El silencio cómodo nos convierte en cómplices del machismo. Hay que perder el miedo y salir del armario feminista… Simplemente poner un tuit cuando haya un asesinato machista y empezar a ser un aliado”. Eso sí, es conveniente saber quiénes están comprometidos de verdad. Las redes esconden también a falsos aliados que pueden hacer mucho daño. Ana Bernal-Triviño, periodista y profesora en la Universitat Oberta de Catalunya experta en comunicación digital, advierte: “Por mi trabajo investigo el uso de las redes sociales y he analizado a periodistas que se presentaban como aliados pero luego decían que el #MeToo era una caza de brujas. Muchos se aprovechan del mensaje feminista, pero después ejercen el machismo desde el lenguaje o, en privado, incluso demandan vídeos pornográficos a compañeras. Lo sabemos porque nos comunicamos. Las mujeres hemos reforzado la sororidad. Cada vez es más difícil que nos engañen porque nos avisamos… y nos creemos”. Por eso, antes de empezar a tuitear, Bernal-Triviño considera que la verdadera revolución del hombre debería ser privada y de profunda autocrítica. Como en el caso de las mujeres, que “también hemos sido educadas para el machismo y estamos en ese proceso de deconstrucción”. Un consejo: dejar de estigmatizar el feminismo y entender que si se sienten comprometidos con los derechos humanos, los de la mujer lo son. “Si reconoces la Constitución española, has de ser consciente de que tenemos una asignatura pendiente con los derechos de la mujer, en todos sus frentes. Les pediría que dejen de blanquear el machismo”, concluye.
Para el escritor Roy Galán, autor de Irrepetible y La ternura, “si renuncias a ser feminista probablemente estés renunciando a algo muy cercano a la humanidad. Los hombres feministas somos aliados de la lucha y tenemos que deconstruir nuestra masculinidad para ayudar a que las cosas cambien”. Hace unos meses, Galán pidió públicamente a los hombres que cedieran sus privilegios, dieran un paso atrás y dejaran a las mujeres delante. “La respuesta mayoritaria fue que se sintieron atacados y negaron sus privilegios. Hay quien ante la simple afirmación de que por ser hombres nunca hemos tenido miedo al regresar solos a casa de noche, miedo a ser agredidos sexualmente, se defienden diciendo que ellos también. Y eso no es verdad. La cuestión es cómo hacerles entender que esto no es un ‘y yo más’”. Del mismo modo, Víctor M. Sánchez López empezó a cuestionarse su comportamiento. “Cuando te planteas cómo ha sido tu relación con las mujeres (no solo en el ámbito de la pareja) es inevitable encontrarte de frente con el feminismo”, asegura. Promotor para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, es además coautor con Justo Fernández de Diálogos Masculinos, un libro en el que ponen patas arriba la masculinidad ortodoxa. Reconoce que la respuesta al libro ha sido más efusiva por parte de las mujeres. “Los hombres no están todavía por la labor de mirarse con la necesaria reflexión crítica. ¡Si todavía negamos que tengamos privilegios! Nos vamos adaptando a los nuevos tiempos (feministas), pero sin la suficiente carga de interés, reflexión y trabajo necesarios”. Y, sin embargo, señala, hay una necesidad real de cambio: “Nuestras compañeras nos están pidiendo menos palabras y más acciones, que seamos agentes de cambio. Pero seguimos prácticamente inmóviles en nuestro corporativismo machista, y eso es una losa difícil de mover”. Para promover el cambio recomienda hacerse preguntas. “La primera, responder de forma sincera a si consideras que vives en una sociedad igualitaria donde mujeres y hombres tenemos, de verdad, los mismos derechos y oportunidades”.
En ese camino está el abogado León Fernando del Canto. Especialista en Derecho Internacional y Fiscalidad en el despacho Del Canto Chambers, vive a caballo entre Madrid y Londres, donde tiene sus oficinas centrales. Aunque reconoce que el cambio no es fácil, destaca muchas ventajas. “En lo personal y familiar lo más importante es ver cómo las mujeres de tu entorno mejoran sus condiciones de vida, reclaman lo que es suyo y aportan mucho más. Me siento más relajado en mis relaciones pues no tengo que estar marcando mi terreno y me siento más protegido por ellas. El paradigma de hombre proveedor, protector, macho, no me sirve; ahora veo los daños que me ha causado y los que yo he causado. Dejar los privilegios que tienes no es fácil pero cuando lo haces bien te das cuenta de que libera. De mandar y controlar pasas a compartir y consensuar”.
Precisamente de liberación habla Miguel Lázaro, coordinador de la delegación de Madrid de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE), creada en 2001 en Málaga. Hoy son más de doscientos y tienen sede en diez comunidades autónomas. “Creemos que cada vez hay mayor conciencia social sobre la necesidad de lograr la igualdad. Pero son las mujeres las que llevan la iniciativa. Sus éxitos son impresionantes”, apunta. “La igualdad se ha situado en la agenda política en España gracias al movimiento feminista. Pero es una cuestión de toda la sociedad y los hombres debemos darnos cuenta de los obstáculos que ponemos a las mujeres”. Entre los referentes de AHIGE, Lázaro nombra a filósofas como Ana de Miguel o Amelia Válcarcel, ecofeministas como Yayo Herrera o a la activista Beatriz Gimeno. “Nuestras referencias filosóficas y políticas son mujeres. Si cuestionamos la masculinidad es porque las mujeres nos han alertado: ‘miraos que hay algo en vosotros que no funciona y nosotras sufrimos las consecuencias’. Como dijo José Saramago, la violencia machista es un problema de los hombres que sufren las mujeres”. Reconoce que “ponerte las gafas moradas te ayuda a entender cómo funciona el patriarcado y asumir que hay mandatos de género. A las mujeres las educamos para ser madres, delicadas, bellas, a los hombres nos encasillan en roles activos, insensibles, competitivos. Muchos no queremos ser así. Nuestro reto es generar alternativas atractivas que pongan el foco en la responsabilidad y no tanto en la culpa. No se trata de hacer penitencia sino de cambiar tu forma de relacionarte con las mujeres y con otros hombres”, explica. Y señala las ventajas: “Ganamos en libertad y plenitud. También en salud porque la masculinidad está construida en el desprecio a los cuidados. Aprender a cuidarnos a nosotros y también a la gente del entorno mejora nuestra conexión con la sexualidad, con el amor… No queremos ser John Wayne o Superman sino ser hombres de verdad libres”.
Para conseguirlo hace falta compromiso político y social. Está demostrado –un buen ejemplo de ello son los países nórdicos– que a la igualdad no se llega sin el compromiso de todos, son imprescindibles las políticas integrales, campañas de sensibilización y educativas que hagan ver a la otra mitad, la masculina, la responsabilidad que tiene y que ello se traduzca en un replanteamiento generalizado del concepto de masculinidad, como apunta Miguel Lorente, uno de los mayores referentes en cuanto a igualdad de nuestro país. Médico forense, fue nombrado delegado del Gobierno para la violencia de género del Ministerio de Igualdad de 2008, pero su compromiso contra esta lacra surgió de su labor profesional cuando en 1988 empezó a conocer a víctimas de malos tratos. “En aquellos tiempos, si una mujer denunciaba era porque había sido un caso muy grave. Ellas me decían ‘me pega lo nomal, pero hoy se ha pasado’. Indagué qué había detrás de esa frase. Saberlo me hizo comprometerme en la lucha”. Lorente recuerda que en la sociedad española, tan progresista en tantos temas, los hombres dedican un 60% de tiempo menos a tareas domésticas y tienen un 30% más de ocio que las mujeres, según el CIS, que también alerta de cierta falta de interés social ante el problema de la violencia de género: habitualmente solo alrededor del 1% de la población consideraba la violencia de género como algo grave, y un 60% de ellos eran mujeres, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, que en su último informe destaca que esta preocupación ha aumentado hasta el 3,4%. Una cifra en todo caso muy baja si tenemos en cuenta que en los últimos quince años han sido asesinadas más de mil mujeres por sus parejas o exparejas. “En España, cada año unos sesenta nuevos hombres matan. Generamos esos asesinos desde la normalidad, en cualquier ámbito. La pregunta que cada hombre debería hacerse es ¿quieres identificarte con ellos o modificar esa identidad masculina?”, apunta Lorente. Si tenemos en cuenta que casi el 50% de las mujeres víctimas de homicidios en todo el mundo murieron a manos de miembros de su familia o de sus parejas, la pregunta debería producir vértigo.
Tras comprobar que “el único requisito para ser víctima de violencia de género es ser mujer; ninguno más, solo ese”, Álvaro Botías, inspector de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de Málaga, decidió dar un paso adelante hacia el cambio. Es el autor de La lucha contra la violencia de género. Vivencias de un policía, seis relatos inspirados en historias mujeres supervivientes, se declara feminista, y considera que “no serlo implica defender la discriminación y el patriarcado”. Aunque reconoce que queda mucho por hacer, destaca la creación de las UFAM en la Policía Nacional para dar una atención integral especializada a las víctimas con un trato más experto y humano, y señala que todos esos cambios que estamos viendo son consecuencia del trabajo del movimiento feminista: “Su discurso empieza a dejar huella y la igualdad está más cerca que nunca. La mujer debe llevar la voz cantante y el hombre acompañarla como respaldo, apoyo y ejemplo para el resto de las personas de su sexo. Cuando consigamos que muchos hombres se unan a esta justa causa, tendremos media batalla ganada”. Del feminismo, los hombres que trabajan por la igualdad han aprendido que la fuerza se encuentra en el plural, ese nosotras con el que las mujeres cultivan la sororidad. Botías señala que ese trabajo en red allana el camino. Sin ir más lejos, Octavio Salazar se ha puesto en contacto con él para presentar su libro en Córdoba. “La red feminista está unida. Solo con esa solidaridad conseguiremos exterminar al machismo”, asegura, pero señala que faltan referentes masculinos, algo que se ve empañado más aún por los estereotipos que trufan las declaraciones de personajes conocidos cuando se refieren a la igualdad.
Hace poco Rafa Nadal justificaba en la revista italiana Io Donna que los tenistas ganen más dinero que sus compañeras. “Las modelos ganan más que sus colegas y nadie dice nada. ¿Y por qué? Porque ellas tienen más seguidores. En el tenis ocurre lo mismo, gana más quien consigue más audiencia”, argumentaba. En lugar de aprovechar la oportunidad para reivindicar a las tenistas, Nadal optó por el modo tertuliano de bar al referirse a la profesión -quizá la única- en la que la mujer gana más dinero (y sin tener en cuenta que se basa en su cosificación) para justificar la brecha salarial. Sus palabras, además de demostrar un profundo desconocimiento de las cuestiones de género, refuerzan las tesis machistas. Mientras muchas personas manifestaban su desilusión ante el comentario del tenista, algunos medios celebraban que hubiera dejado “mudas a las feministas”. “Las declaraciones de Nadal o de cualquier otro personaje público en esta línea suponen dar pasos hacia atrás. Hay quien cuando las escucha dice ’fíjate, si lo ha dicho un tipo serio como él…’. El que dice la barbaridad recibe mucho apoyo de otros hombres, que es lo que busca, en eso se basa la fuerza del postmachismo, que no hay que minusvalorar”, explica Miguel Lorente. “Por eso es importante dejar claro que cuestionar actitudes machistas no es censurar. Cuando un político, un deportista o cantante dice una barbaridad, hay que criticarlo para que se lo replantee y se corrija, que sería lo lógico. No comentarlo como algo anecdótico, porque no lo es. Cuando el defensor de La Manada usa el argumento de la mujer ligera, algo habitual en todos los juicios de violencia sexual, lo hace porque funciona.”
Pese a los ataques de la caverna machista, cada vez más voces de hombres conocidos se van sumando a la lucha contra el sexismo. “Hay gestos pero muy aislados. Nos hacen falta actores cantantes, youtubers, futbolistas. El mundo del fútbol reproduce un modelo muy tóxico de masculinidad. Sería fantástico que uno de ellos dijera que es gay o que censurara a otro violento en el campo”, apunta Octavio Salazar. Un ejemplo reciente de compromiso por la igualdad sería la carta abierta de Pau Gasol para defender la presencia de entrenadoras en la NBA. Su texto, además de ser un alegato bien informado en favor de la igualdad, acierta con el quid de la cuestión: “En la actualidad hay una presión para que aumente la diversidad de género en casi cualquier industria del mundo. Es lo que se espera. Más importante, es lo correcto”, escribió. Esa es la clave. El ser humano, a través de la razón y el pensamiento, desarrolla ideales de libertad, justicia y dignidad que debemos perseguir para superarnos como humanidad. Como apunta Miguel Lorente, “el último en llegar ha sido el de la igualdad porque se ha engañado mucho al respecto, pero no es producto de cuatro revolucionarios o revolucionarias, sino de ese ideal innato de justicia. Por eso soy optimista. Hoy por hoy, la sociedad entiende que la igualdad forma parte de la esencia humana. Y eso es imparable”.
¿Qué es un hombre?
La identidad ‘hombre’ se construye en una combinación binaria que se caracteriza por enfrentarse a la identidad ‘mujer’, en una oposición en la que los valores que él representa suelen ser considerados como positivos o ganadores, frente a los femeninos, tradicionalmente peor considerados y asociados a la necesidad de protección: fuerte-débil, valiente-cobarde, racional-emocional, productivo-reproductivo, público-privado, activo-pasiva, dominante-sumisa, agresor-víctima, etcétera. Sobre esta sencilla combinación enfrentada, y restringida al cosmos heterosexual, se asienta todo el sistema patriarcal. Romper con esta construcción artificial de forma interseccional supondría quebrar sus mismísimos cimientos.
Entre las características específicas del rol del sexo masculino destacan las siete normas y estereotipos que el psicólogo Ronald F. Levant incluye en su libro Masculinity reconstructed (Masculinidad reconstruida): evitar la feminidad, restringir su lado emocional, buscar el logro y el estatus, autosuficiencia, fuerza, agresión, homofobia y sexo desconectado de la intimidad. Por su parte, la masculinidad feminista tendría como componentes principales la integridad, el amor propio, la conciencia emocional, la asertividad y la habilidad relacional, incluida la capacidad de ser empático, autónomo y vivir conectado.
No sin mujeres
Aunque otros políticos como Barack Obama o Justin Trudeau se han declarado feministas, ha sido el nuevo presidente español, Pedro Sánchez, el más felicitado por la prensa internacional al decidir nombrar un consejo de ministros dominado por mujeres: once ministras frente a seis ministros. No es una cuestión anecdótica. El cambio en la actitud de los políticos responde a la gran marejada feminista, que reclama la visibilidad de las mujeres. En el mundo anglosajón se acuñó el hashtag #AllMalePanel para denunciar cualquier acto sin mujeres. Desde la Unión Europea se ha lanzado la campaña No Women No Panel y hay otra similar en Australia llamada Male champions of change. En España, en marzo de 2015 la asociación de mujeres del mundo de la cultura y los medios Clásicas y modernas, cuya presidenta de honor es la escritora Laura Freixas, pidió a los hombres que dieran un paso adelante y se unieran a la reivindicación. Este año, un grupo de académicos ha recogido el guante y se han adscrito a #NoSinMujeres en las ciencias sociales. Al cierre de este reportaje, 656 varones (economistas, sociólogos, politólogos, etcétera) se habían comprometido a no asistir a eventos sin participación femenina. “La universidad es un mundo muy machista y patriarcal, por eso hacen falta este tipo de estrategias”, explica Octavio Salazar, catedrático y uno de los que han firmado. De esta manera, explica, “no solo no asistes al evento sin mujeres, sino que pones en evidencia a los que van”. #NoSinFotógrafas es otra propuesta similar a la que se han apuntado profesionales como Rafael Trapiello, Juan Millás, Ángel Trotter, José Antonio Rojo, Álvaro Laiz o Eduardo Nave, galardonado con el Premio al Mejor Libro de Fotografía Nacional 2018 de PhotoEspaña. De momento hay menos participación. Se han adscrito 251 fotógrafos. “Muchas organizaciones, entidades, espacios o escuelas todavía nos observan con un silencio nada alentador. No deja de ser una cesión de privilegios y les está costando”, explican desde la portavocía de la iniciativa. “Los hombres tienen que empezar a ceder los espacios y la voz que muchas veces se otorgan por el mero hecho de serlo. Nuestro objetivo es, simplemente, que se cumpla la Ley de Igualdad. Pero parece que no será fácil lograrlo”.
Este reportaje se publicó primero en el último número de la revista MAS en papel