Anatomía de una violación y un juicio
Isabel Valdés analiza en ‘Violadas o muertas’ el caso de La Manada

Han pasado dos años de la noche en la que, como dice Isabel Valdés en el arranque de su libro Violadas o muertas. Un alegato contra las manadas (y sus cómplices), cinco hombres le “jodieron la vida” a una chica de 18 años que había ido a divertirse a los Sanfermines. Valdés, periodista de El País (escribe en Tentaciones y coordina el espacio Mujeres del periódico), hace en el libro un análisis del caso de La Manada desde aquella noche de julio de 2016 hasta que hace un par de meses los jueces dictaran una de las sentencias menos comprendidas de nuestra historia reciente.
Para hacerlo, reconoce, ha tenido que “contener la respiración y hacer de tripas corazón”. La creación del libro, explica, fue un proceso muy rápido. “Enfrentarse a todo ese relato en muy pocos días y de forma tan intensa te golpea. Ha sido como recibir un guantazo, la verdad. Pero creo que es importante, porque la condensación de esta historia, con todo el aderezo que le han puesto los medios de comunicación y el sentimiento de indignación y rabia que ha provocado, sobre todo en nosotras, ayuda a poner en perspectiva por dónde va el cambio social”.
Esa respuesta de indignación popular generada por el caso de La Manada (que no provocó en la misma medida, por ejemplo, el asesinato hace una década de Nagore Laffage), no se entiende fuera de ese contexto. “Si hubiese sucedido hace diez años igual ni nos hubiéramos enterado, la verdad”, reconoce. Pero este caso ha coincidido con un momento de toma de conciencia y reivindicación feminista al que, por supuesto, no se llegó de un día para otro. Violadas o muertas hace un recorrido por algunos de los hechos que en todo el mundo fueron calentando la olla hasta llegar al punto de ebullición actual. Sucesos como la violación grupal en Brasil por parte 33 hombres a una niña de 16 años (publicada en las redes sociales por los propios agresores); el #MiércolesNegro que sacó a los argentinos y sobre todo las argentinas a las calles tras el asesinato de otra adolescente, Lucía Pérez, que fue drogada, torturada, violada y empalada; la Marcha de las Mujeres de Washington, con réplicas en 673 ciudades del mundo, o el escándalo Weinstein, que acabó desencadenando el movimiento #MeToo y provocando que miles de mujeres en todo el mundo decidieran levantar las alfombras y sacar a la luz lo que llevaban años, incluso toda una vida callando. Hasta llegar a la histórica jornada del 8M en España y a las masivas concentraciones por la sentencia de este caso.
Este tiene, además, unas características específicas que lo han convertido en el símbolo de todo eso con lo que se debe acabar. “Tenemos una chica muy joven, de 18 años, en unas fiestas tan conocidas como los Sanfermines, con cinco tíos que le doblaban el tamaño, que se llamaban La Manada, que tenían tatuajes que hacen alusión a eso, uno guardia civil, otro militar, que además lo grabaron todo y lo compartieron en Whatsapp, lo que, como hemos visto después, al parecer era su forma de proceder. Esta historia lo tenía todo para resultar muy cruenta para nosotras las mujeres y desatar el morbo de los medios de comunicación”.
No solo el relato de lo que pasó esa noche, también todo lo que vino después. En cuanto saltó la noticia comenzaron las teorías, los comentarios que buscaban culpabilizarla (“algo haría ella”, “qué pintaba sola con cinco hombres por la noche”…), las bromas y los ataques desde lugares como Forocoches o Burbuja.info. “Aparte de tenerlo todo para el morbo, lo tiene todo para ser el ejemplo de lo que no debe seguir sucediendo. Por un lado, el tratamiento que se le da por parte de la justicia o, mejor dicho, de un sistema judicial que se rige por unos parámetros totalmente obsoletos. Por otro, la reacción también de una parte de la sociedad que sigue anclada en esos parámetros”.
La transcripción de los comentarios del grupo de Whastapp de La Manada anteriores y posteriores a la violación son la demostración evidente de que la cultura de la violación es una realidad, y de que por mucho que se empeñen en presentar la violencia contra las mujeres (el acoso, el abuso, la violación) como hechos aislados, como una anomalía del sistema, lo que hay detrás es un problema estructural alimentado por los estereotipos de género y por todo el aparato (la educación, la publicidad, los medios, la cultura) que los mantiene y perpetúa. Por lo siglos de patriarcado, en definitiva, que han enseñado a los hombres que tienen derecho sobre el cuerpo y la vida de las mujeres, y a estas a aceptarlo.
Por último, llegó la ya tristemente famosa sentencia que les condenaba por abuso, no por violación. El libro acaba entonces, antes de que les concedieran la libertad provisional a la espera del recurso. “Ni por un momento pensé que un mes después de que saliera el libro iban a estar en la calle”, asegura la autora. Esta última sentencia obviamente también se ajusta a derecho. El problema es que se ajusta a un derecho muy viejo. Los argumentos que da son absolutamente peregrinos. Hay hasta una alusión muy fea a la tranquilidad que debe sentir la víctima por las medidas cautelares que se fijan. Muestra de forma bastante clara que hace falta revisar no solo el criterio con el que aplica ley, sino también las herramientas que existen para aplicarla. Ahora mismo los delitos contra la libertad sexual se tratan de forma muy poco distinta al resto de delitos, y haría falta revisar eso. Espero que a pesar de que esta sentencia dice que no hay que hacer caso del clamor social, se respete, porque lo que hay detrás no es solo la rabia de las mujeres, sino una realidad palpable que hay que cambiar”.
Como dice Manuela Carmena en el epílogo, se quiera o no reconocer, el desencuentro entre sociedad y justicia a este respecto ha estallado y la sentencia de La Manada ha sido el detonante. A juicio de Isabel Valdés, también ha cambiado la forma en la que vemos este tipo de delitos. “No quiero decir que podamos sacar algo positivo, porque obviamente todo lo que pueda salir de esta historia está teñido de suciedad, pero creo que ha supuesto un antes y un después en lo que permitimos y consentimos y lo que vemos como normal”.