Maryam Mirzakhani y la belleza de las matemáticas
La iraní, fallecida este fin de semana, fue la primera mujer en ganar la medalla Fields

“La belleza de las matemáticas solo se revela a los seguidores más pacientes” era una de las más célebres citas de Maryam Mirzakhani, fallecida este fin de semana en un hospital de Estados Unidos. La dijo en una entrevista concedida a The Guardian en 2014, poco después de ganar la prestigiosa medalla Fields, algo así como el Nobel de las Matemáticas. Era la primera vez que la ganaba una mujer (y el premio se concede cada cuatro años desde 1936) y la primera vez que la recibía una persona iraní.
Para entonces Mirzakhani ya debía saber de su enfermedad—al parecer hacía cuatro años que le habían diagnosticado el cáncer de mama que se la ha llevado—, aunque nada dijo sobre el tema. Sí habló de su infancia en Irán y de las dificultades que había tenido que arrastrar por ser mujer y querer desarrollar una carrera científica. Es algo por lo que los medios y los estudiantes siempre le preguntaban en las conferencias. Ella siempre respondía que en realidad no habían sido tantas como la gente se imaginaba. Nació en 1977, un par de años antes del triunfo de la Revolución Islámica y se crio en el Irán de Jomeini. En esa época los colegios estaban segregados por sexos, pero las niñas podían estudiar. “En muchos sentidos fue un buen entorno para mí, aunque durante la guerra de Irán-Irak hubo épocas difíciles”, aseguraba. Se crio en una familia con tres hijos. De sus padres decía que eran comprensivos y les animaban a dedicarse a algo significativo y que les llenara de verdad, aunque el éxito no era algo que les preocupara.
Le dolía que los jóvenes no dieran a las matemáticas una auténtica oportunidad, que su aparente aridez les desmotivara a la primera de cambio. A eso se refería cuando hablaba de la paciencia necesaria para descubrir su belleza. Entendía que los niños las vieran como algo frío y poco práctico. Sin sentido. A ella misma le había pasado. De pequeña le encantaba leer, quería ser escritora y sus notas en matemáticas eran bastante mediocres. Hasta el instituto no se planteó en serio hacer de ellas su carrera. “Mi hermano mayor fue el que que me interesó en las ciencias. Solía contarme lo que había aprendido en la escuela”, explicaba en la citada entrevista. “Mi primer recuerdo sobre las matemáticas probablemente sea el de la vez en la que me habló sobre el problema de la suma de números del 1 al 100. Creo que él había leído en una revista científica cómo Gauss resolvió el problema [la anécdota de cómo un Gauss de diez años descubrió la simetría de las progresiones aritméticas durante un castigo en el colegio es una de más famosas de la historia de las matemáticas]. La solución me fascinó. Fue la primera vez que disfruté de la belleza de una solución, aunque no la hubiera encontrado yo misma”
Siendo muy joven representó a su país en la Olimpiada Internacional de Matemáticas, ganando medallas de oro en las competiciones de 1994 y 1995. Su ascenso fue después imparable. Se doctoró en Harvard en 2004. Trabajó como investigadora en el Instituto Clay de Matemáticas y en Princeton, y en 2008 consiguió una plaza de catedrática en Stanford. En 2009 ganó el Premio Blumenthal de la American Mathematical Society y en 2013 el Ruth Lyttle Satter, que premia el trabajo de las mujeres en ciencia. Especializada en matemáticas teóricas, desarrolló su carrera en los campos del espacio de Teichmüller, la geometría hiperbólica, la teoría ergódica y la geometría simpléctica. El jurado de la medalla Fields reconoció con el premio su contribución a la comprensión de la simetría de las superficies curvas. La ganó con 37 años. La muerte le ha llegado a los 40.