Lo que las búsquedas en Google revelan sobre nosotros
El libro ‘Todo el mundo miente’ analiza todo eso que buscamos en internet y ocultamos a los demás, que por lo visto es mucho

Ya lo decía el doctor House: todo el mundo miente. Solo en internet, protegidos de críticas y juicios de valor por el manto del anonimato (que en realidad no es tal, pero esa es otra historia), nos atrevemos a ser completamente sinceros. Confesamos a Google cosas que no plantearíamos ante amigos, colegas, familiares o incluso ante el médico. El buscador sabe más que nadie de mucha gente, así que utilizarlo como herramienta de investigación sociológica no parece una idea descabellada.
Es lo que ha hecho Seth Stephens-Davidowitz, autor del reciente libro Everybody Lies. Stephens-Davidowitz lleva años utilizando información de internet para investigar asuntos sobre los que la gente suele mentir: fenómenos como el racismo, la depresión, el abuso infantil o las preferencias sexuales. Usa datos de redes sociales, webs de citas y hasta de porno, pero sobre todo las búsquedas de Google, donde trabajó un par de años como analista.
Describe al buscador como “el suero de la verdad digital”. “En general, Google nos indica que las personas son diferentes a cómo se presentan. Uno de los sentidos en el que son diferentes, tengo que decir, es que normalmente son más despreciables y mezquinas de lo aparentan”, reconocía en una reciente entrevista con Vox. La experiencia le ha demostrado que el buscador es una herramienta bastante eficaz también prediciendo comportamientos. Por ejemplo, en el ámbito político.
Al inicio de la última campaña electoral en Estados Unidos, cuando las encuestas y la mayoría de la gente opinaba que era imposible que Trump ganara después de haber insultado a las mujeres, los negros, los inmigrantes, los discapacitados y a básicamente todas las minorías, Stephens-Davidowitz predijo que vencería. Cierto que admite que es de natural pesimista y tiende a pensar que las cosas malas van a pasar, pero los datos de Google también reflejaban ya entonces un considerable aumento en las búsquedas racistas y misóginas, demostración de que el discurso de Trump estaba conectando bien con un apreciable segmento del electorado.
De hecho, una de las cosas que más le han sorprendido del análisis de los datos de Google es lo extendidas que están las búsquedas de comentarios o bromas racistas, especialmente sobre afroamericanos. Las relacionadas con la violencia, afortunadamente, son minoría. También le han llamado la atención las consultas sobre los abortos autoinducidos en su país. “Me ha asombrado lo frecuentemente que la gente busca métodos parar provocarse a sí misma el aborto. Estas búsquedas se concentran en las partes del país donde es difícil conseguir un aborto”, indica. “No se habla de ello, pero a partir de los datos, es algo que está pasando”.
Otra cosa que quizá sorprenda: las búsquedas para perder peso o mejorar el aspecto físico son casi igual de populares entre los hombres que entre las mujeres. Es más: cerca del 20% de las búsquedas relacionadas con cambios de pecho son de varones a los que les gustaría deshacerse de los suyos.
El libro le dedica especial atención a uno de los asuntos sobre el que la gente más tiende a engañar: los gustos y fantasías sexuales. Además de Google, aquí ha utilizado datos de webs porno, una gran fuente de información en este sentido. “El porno es el mayor acontecimiento en la investigación sobre sexualidad de la historia. No entiendo que los científicos sociales no estén pidiendo datos a Pornhub. Yo he sido uno de los primeros en hacerlo. Les he enviado resultados a algunos de los más conocidos sociólogos y sexólogos del mundo. Muchos no han mostrado ningún interés”, admite.
Los datos recogidos por Stephens-Davidowitz sugieren, por ejemplo, que hay muchos más gays en el armario de lo que podríamos pensar, que muchos hombres prefieren a las mujeres con sobrepeso y que muchas mujeres heterosexuales disfrutan del porno lésbico o violento.
En lugares donde es más difícil ser gay, como Mississippi, muchos menos hombres reconocen serlo que en otros donde es más fácil, como Nueva York. Pero las búsquedas de porno gay son similares en todas partes. Y aunque consumir porno gay no equivalga a ser gay, Stephens-Davidowitz concluye que en torno al 5% de los hombres se sienten principalmente atraídos por otros hombres. De hecho, lo que más preguntan las estadounidenses en Google sobre sus maridos es cómo saber si es gay. Es una consulta ocho veces más frecuente que la de cómo saber si es alcohólico y diez veces más habitual que la de cómo saber si tiene depresión. Según el investigador no es una preocupación muy justificada: “Es bastante más probable que una mujer esté casada con un hombre que sea un alcohólico secreto o un deprimido secreto que con un gay secreto. En torno al 98% de los hombres casados son de verdad heteros”.
También hay una cantidad importante de hombres que sienten más atracción por las mujeres con sobrepeso que por las delgadas. “El porno protagonizado por mujeres con sobrepeso es sorprendentemente común. Pero los datos de los sites de citas nos indican que los hombres intentan citarse con mujeres delgadas”, explica. Conclusión: hay mucha gente que intenta emparejarse no con quien más le atrae, sino con alguien que pueda impresionar a sus amigos o familia.
Parece que los gustos y las tendencias también varían según los países. Por ejemplo, en la India la lactancia entre adultos es un fenómeno, aunque no se hable del tema. Según el libro, la principal búsqueda en Google en ese país con las palabras “Mi marido quiere…” es “Mi marido quiere que le dé el pecho”. Y el consumo de vídeos que muestran a adultos siendo amamantados es mayor allí que en cualquier otro país. Entre los japoneses, por lo visto, triunfa el porno de cosquillas. Representa más del 10% de las búsquedas en Pornhub de los jóvenes nipones.
En Estados Unidos, el 20% del porno que ven las mujeres es lésbico, lo que indica que hay muchas mujeres a las que les atraen principalmente los hombres que disfrutan de estos vídeos. Más sorprendente resulta el hecho de que el porno que incluye violencia contra las mujeres sea muy popular entre las propias féminas. De hecho, según Seth Stephens-Davidowitz, “es más popular entre las mujeres que entre los hombres. Odio decirlo porque parece que a los misóginos les encanta este dato. Las fantasías no son siempre políticamente correctas”.
Tampoco hay que juzgarlas, asegura: “Ante el hecho de que los hombres indios quieran ser amamantados mucha gente responde: ‘Los indios son tan raros’. No es la respuesta correcta. Los datos que el porno revela nos dicen que todo el mundo es raro. Así que nadie lo es”.
