La exmonja rebelde que defiende el Islam
Karen Armstrong ha ganado el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales

La historiadora y estudiosa del fenómeno religioso Karen Armstrong es la ganadora del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales de este año. Su elección, en un momento en el que movimientos como el terrorismo y nacionalismo cobran fuerza y Occidente y el mundo islámico se miran con recelo, no es casual. “Al otorgar este premio, el jurado quiere destacar la relevancia del estudio de las religiones para comprender la sociedad y el mundo contemporáneos”, dice su fallo. Armstrong, continúa, “sobresale por la profundidad de sus análisis históricos, por su inmensa labor bibliográfica e investigadora, así como por su compromiso activo con la difusión de un mensaje ético de compasión, paz y solidaridad”.
Nacida en 1944 en Wildmoor (Reino Unido), Karen Armstrong entró joven en un convento y, siendo novicia, comenzó sus estudios en la Universidad de Oxford. Siete años después abandonó la vida religiosa –ha reconocido a menudo que era “una monja terrible”– y se licenció en Literatura Contemporánea. En 1982 escribió su primer libro, Through the Narrow Gate, relato autobiográfico sobre sus años en el convento que también fue publicado por entregas en el Daily Express. Al tiempo, daba clases y comenzó a intervenir en programas de televisión, uno de ellos, Opinions, en Channel Four, donde participaba como polemista sobre la iglesia católica. En 1983, tras un viaje a Jerusalén para realizar un documental sobre San Pablo, decidió dedicarse por completo a la investigación y el estudio de las religiones, en especial las monoteístas.
Ha escrito más de una veintena de libros sobre el tema. En ellos combate los prejuicios sobre el Islam y arremete contra esa extendida visión que identifica violencia y fe. Defiende que no es cierto que la religión esté detrás del terrorismo y de la mayoría de los conflictos, y recuerda que no tuvo nada que ver con, por ejemplo, las dos guerras mundiales, el Holocausto o Hiroshima. Mantiene que incluso los conflictos considerados esencialmente religiosos, como las Cruzadas o la Inquisición, estaban muy condicionados por la política.
Considerada una referencia internacional en el estudio comparativo del Islamismo, el Judaísmo y el Cristianismo, sostiene que el elemento común, lo que une a todas las religiones monoteístas, es el principio de la compasión. En todas, dice, está presente la Regla de Oro, ya sea en sus versiones positiva o negativa: ‘Trata a los otros como te gustaría que te tratasen a ti’ o ‘No hagas a los demás lo que no quieres que los demás te hagan’. En 2009 puso en marcha el movimiento internacional Carta por la Compasión, con el objeto de recuperar ese valor como centro de la ética y la religión. A él se sumaron figuras internacionales como el Dalai Lama o Rania de Jordania. “Reconocemos haber fallado en vivir con compasión y sabemos que hay quien incluso ha incrementado la miseria humana en nombre de la religión”, dice el manifiesto. “La compasión puede romper las fronteras políticas, dogmáticas, ideológicas y religiosas. Nacida de nuestra profunda interdependencia, es esencial para las relaciones humanas y para la realización de la humanidad. Es el camino hacia la claridad, indispensable para la creación de una economía justa y de una comunidad global y pacífica”.
Ha participado varias veces en las charlas TED (en 2008 fue elegida conferenciante del año) y colabora habitualmente con medios. Desde 2005 es también miembro de la Alianza de las Civilizaciones de la ONU. “Vivimos tiempos peligrosos”, ha reconocido en su declaración tras la concesión del premio. “Hemos creado un mercado global donde estamos más estrechamente unidos que nunca: nuestras economías son profundamente interdependientes; lo que sucede hoy en Siria o el Yemen puede tener repercusiones en Londres o Manchester mañana; estamos conectados electrónicamente mediante Internet; nuestras historias están profundamente entrelazadas; y todos nos enfrentamos a los mismos desafíos ambientales. No podemos vivir los unos sin los otros y, sin embargo, cada vez más nos estamos replegando de forma agresiva hacia guetos nacionalistas, religiosos y culturales”.
Su nombre era uno de los que más sonaba entre los candidatos al premio —también se hablaba del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, la ensayista española Celia Amorós o el economista Ramón Tamames—, y es, tras Mary Beard y Esther Duflo, la tercera mujer que gana de forma consecutiva el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.