El drama de ser mujer en Afganistán
El fotógrafo Gervasio Sánchez y la periodista Mónica Bernabé retratan la dura realidad de las afganas

Cuando Jamila, 17 años, casada desde hacía siete meses y embarazada de dos, llegó al hospital con el 48% del cuerpo quemado, dijo a los médicos que había sufrido un accidente en la cocina. Pero ellos reconocieron los indicios de un intento de suicido. Según fuentes gubernamentales, en los últimos cuatro años, la cifra de suicidios en el país ha crecido un 860% De media, 31 personas se quitan la vida al día, y la mayoría son mujeres. De hecho, Afganistán es el único país del mundo en el que hay más suicidios de mujeres que de hombres. Muchas ven en la muerte su única salida.
Gervasio Sánchez fotografió a Jamila en el hospital. Murió dos días después. La familia le permitió también fotografiar el velatorio. La suya es una de las 150 fotografías e historias recogidas en la exposición ‘Mujer.Afganistán’, que se podrá ver en el Conde Duque de Madrid hasta el 27 de noviembre. Las fotos de Sánchez se exhiben acompañadas de los textos de Mónica Bernabé, durante años la única periodista española trabajando de forma permanente en Afganistán. Los dos han invertido seis años en este proyecto. Las primeras imágenes se tomaron en 2009 y las últimas, en 2014. “Lo planteamos como un proyecto a dos años vista. Al final tardamos seis porque las complicaciones han sido brutales”, cuenta Sánchez. “Sin la presencia de Mónica no hubiera hecho ni una sola foto”. Ella se encargó de identificar los casos, hacer el seguimiento de las historias y batirse con la administración afgana para conseguir los permisos para entrar en cárceles, correccionales, casas de acogida, hospitales, etcétera. En algunos casos, como en el del correccional de menores, el permiso tardó nada menos que tres años en llegar. También se encargó de convencer a las protagonistas para que consintieran ser retratadas en la intimidad, por un hombre y sin la protección del burka. “Conseguir que hablaran no fue difícil, tienen ganas de contar sus historias”, asegura la periodista. “Lo difícil fue que se dejaran fotografiar sin burka”. Pese a todo, según Bernabé, el mayor problema de las mujeres en Afganistán no es ni mucho menos el burka.

Cuando en 2001 cayó el régimen talibán, las mujeres afganas se organizaron para defender sus derechos y mejorar su situación. Sobre el papel ha habido avances. La constitución de 2005 reconoce la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y por ley, el 25% de los parlamentarios tienen que ser mujeres. Todo esto sobre el papel, porque la realidad de las mujeres es bien distinta. En la práctica, no tienen derechos, siguen sufriendo una violencia sistemática, los hombres (padres, maridos o hermanos) siguen decidiendo sobre sus vidas y no tienen vías de escape, porque ni existe estado de bienestar ni mecanismos que las protejan.
Afganistán es el único país del mundo en el que la esperanza de vida de las mujeres —menos de 44 años— es inferior a la de los hombres. El 70% de la población no ha ido nunca a escuela y es analfabeta. En la mayoría de matrimonios las mujeres están casadas a la fuerza. Es una tradición que el hombre pague una dote por la mujer con la que se quiere casar. La dote es una cantidad de dinero que puede oscilar entre los 2.000 y los 9.000 euros, en un país en el que el sueldo de un funcionario es de unos 60 euros. Cuando el hombre se casa considera que la mujer es de su propiedad, ya que ha pagado por ella. El divorcio está permitido, pero si la mujer decide irse de casa, seguramente perderá la custodia de sus hijos. Tampoco tienen una red de apoyo y es difícil que sus familias acepten que vuelvan, porque en ese caso tendrían que devolver la dote. “Por encima de las leyes están las tradiciones y una situación de total impunidad que imposibilita a las mujeres acudir a los tribunales”, indica Bernabé. Si lo hacen, se topan con un sistema patriarcal formado por policías y jueces que en su casa actúan de la misma manera. En el mejor de los casos acaban en alguno de los escasísimos centros de acogida (solo una decena) que hay en el país. En el peor, en la cárcel. Como explica Gervasio Sánchez, “mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio es delito. Lo primero que se le pregunta a una mujer que ha escapado del hogar conyugal es dónde ha pasado la noche, y ante la duda de que pueda haber estado con un hombre, lo más probable es que acabe en la cárcel”.
El objetivo del matrimonio es tener hijos, muchos hijos, y a poder ser varones. La tasa de natalidad es muy alta, pero también la de mortalidad infantil. En todos sus viajes a Afganistán, desde el primero en 1996 hasta el último en 2014, Gervasio Sánchez ha visitado la sala de malnutrición del Hospital Indira Gandhi. Le sirve como barómetro para pulsar la situación del país. “Siempre me he encontrado la misma mierda: un montón de mujeres y niños entre la vida y la muerte. Es evidente que el dinero no está llegando a estos centros”, concluye.

A pesar de la dureza de las historias que se muestran en la exposición, los responsables del proyecto aclaran que no han tenido que buscarlas. Es la realidad de todas las mujeres afganas. “No hemos tenido que jugarnos la vida en carreteras perdidas de Afganistán. Todas son historias de mujeres que viven en los alrededores de las grandes ciudades y la mayoría, de clase media”, explica el fotógrafo. De hecho, han retratado a diputadas y activistas que, pese a sus cargos y su educación, se enfrentan a los mismos problemas. También a mujeres que practican fútbol y boxeo, “una ilusión de realidad”, puntualiza Sánchez. “Ninguna de ellas podrá seguir jugando al fútbol o haciendo boxeo cuando se case. Tampoco podrán seguir yendo al colegio”.
Y lo peor es que no parece quedar ningún resquicio para la esperanza. Más bien al contrario. “Cincuenta países han tenido tropas desplegadas en Afganistán. La mayoría de los soldados ya se han marchado y el dinero se está yendo a otras partes del mundo con situaciones de emergencia. Sin el foco internacional, la situación va a ir a peor”, pronostica Gervasio Sánchez. Coincide Mónica Bernabé: “Me fui de Afganistán en octubre de 2014 después de ocho años viviendo allí. Cuando he vuelto dos años después me he encontrado una situación desastrosa”, reconoce. “El gobierno está en buena parte controlado por los señores de la guerra que fueron aupados por la comunidad internacional para hacer caer al gobierno talibán. Es como si tras la Segunda Guerra Mundial hubiéramos colocado a Hitler para gobernar Europa. Se han convertido en un monstruo incontrolable”.


