Nuria Varela-Portas (Pazo de Vilane): “Hemos conseguido que un producto básico y relativamente barato tenga una orientación ‘gourmet’”

Hace tres décadas, esta emprendedora se adelantó a las demandas del mercado, encontrando en el negocio de los huevos camperos su pasión

‘En Pazo de Vilane no fabricamos huevos, cuidamos gallinas’ es el eslogan de la empresa que hace ya casi treinta años fundó Nuria Varela-Portas junto a su familia en el pazo familiar, situado en una aldea de Lugo. Corría por entonces el año 1996, y lo de comercializar huevos camperos de gallinas en libertad sonaba rarísimo. Para llegar hasta ese punto, la empresaria tuvo que hacer todo un viaje que empezó, precisamente, donde acaba, en Galicia.

Aunque nacida allí, Varela-Portas se mudó a los 6 años con su familia a Madrid, donde vivió de niña y donde estudió Ciencias Económicas y Empresariales, hasta que a los 25 años se trasladó a Londres para pasar un año. Allí se dio cuenta de que las grandes ciudades no eran lo suyo. “Anhelaba volver al pazo familiar, donde pasaba los veranos con mis primos, mis tíos y mis padres. Y quería hacer algo en esa finca”. Así que, hace exactamente veintisiete años y medio, regresó a ese pazo, que llevaba varios años inactivo –en los años Setenta albergó una vaquería de leche—, con el objetivo de devolverle el lustre que un día tuvo.

En esa aventura le acompañaron sus padres. “Nos pusimos a pensar cómo podíamos devolverle su vida, su actividad, su razón de ser. Es un pazo grande, pero no un palacio, es una casa de labranza”, explica. Primero pensaron en montar una casa rural, pero la idea no terminó de encajarles. “Nos dimos cuenta de que un pazo sin actividad agrícola y ganadera no tenía mucho sentido. Tampoco nos inspiraba mucho convertir la casa familiar en un hotel”. Entonces se pusieron a investigar otras vías. “Me apunté a un curso de agricultura ecológica que duró un año, y a raíz de ahí surgió la idea de las gallinas en libertad”.

La familia Varela-Portas se dio cuenta de que había una demanda importante de un producto que, aunque básico, era muy valorado: el huevo de campo. “Aquí en Galicia se llama ‘huevo casero’. Era un producto que se veía en las ferias o en alguna tienda pequeña, que tenía una valoración alta entre el consumidor, pero que no se estaba ofertando de manera regular. Pensamos que podríamos utilizar las instalaciones que estaban abandonadas de la antigua vaquería y montar una pequeña granja de gallinas camperas en libertad”. Así empezó la andadura de Pazo de Vilane, con apenas cincuenta animales que alojaron en una antigua nave de la finca.

En la actualidad tienen 220.000 gallinas, dieciséis granjas de puesta en Galicia y facturan más de 8 millones de euros al año. “No solo queríamos un negocio rentable, que también, porque es algo necesario para que sea sostenible, queríamos tener impacto dentro del entorno de la zona”, asegura la empresaria. Sus huevos camperos llegan hoy a más de 1.800 puntos de venta de todo el país. “Estamos en aquellas superficies que valoran las marcas y que identifican a Pazo de Vilane con un proyecto de valor y un producto de calidad. Hemos conseguido una cosa muy rara y difícil, que es lograr que un commodity, un producto básico y relativamente barato, tenga una orientación gourmet”.

“Nuestras granjas son pequeñas y es muchísimo más fácil aplicar el bienestar animal. No hay grandes hacinamientos y las gallinas salen todos los días"

En Pazo de Vilane detectaron antes que otros la creciente preocupación de los consumidores por el bienestar animal y el impacto medioambiental. “Ahora tenemos un equipo comercial estupendo, pero la primera que salió a vender los huevos de la empresa fui yo. Y cuando iba a presentarles el producto a los supermercados y superficies grandes de retail –en las tiendas pequeñas no pasaba tanto–, no entendían lo que les estaba vendiendo. ‘Pero ¿cómo es?’, me preguntaban, ‘¿tú vas cogiendo los huevos por el suelo?’  Y yo les decía ‘no, esto es una nave donde las gallinas tienen sus nidos, su comida, su bebida, y luego salen a pasear al campo y picotean’. No lo entendían, porque era un producto que casi no existía”.

Ahora las tornas han cambiado y la industria se ha dado cuenta de que los huevos camperos son un filón, pero los de Pazo de Vilane, insiste Varela-Portas, son diferentes. “Nuestras granjas son pequeñas y es muchísimo más fácil aplicar el bienestar animal. No hay grandes hacinamientos y las gallinas salen todos los días. Y como estamos en Galicia, tienen acceso a una alimentación variada, con pasto todo el año”. Pero la mayor diferencia frente a sus competidores, indica, “es nuestro grado de experiencia y que somos especialistas en huevo campero, estamos centrados siempre en producir el mejor”.

Diferencial es también su packaging, sobre todo cuando empezaron a usarlo en 1996. “En aquel momento pensamos que, si queríamos ofrecer un producto distinto, teníamos que ser un poco disruptivos en la manera de presentarlo. Y ha ocurrido una cosa muy mágica, que es que una empresa tan chiquitita, ubicada en Antas de Ulla, ha creado una tendencia, porque ahora hay muchas marcas que envasan sus huevos en cajas de cartón muy parecidas a las nuestras”.

No solo huevos

Su filosofía empresarial de gestión sostenible de los residuos y cuidado del medio ambiente ha llevado a Pazo de Vilane a crear una pequeña línea de negocio de mermeladas artesanas. Con el estiércol de sus gallinas abonan fincas en las que se producen diferentes frutos del bosque, como frambuesas, fresas o arándanos. De cara a futuro se plantean desarrollar otras actividades. Este año, por ejemplo, van a plantar cuatro hectáreas de castaño. En cualquier caso, su idea no es diversificar hasta el infinito el negocio, sino seguir creciendo lentamente, como han hecho hasta ahora, y ser una empresa con el mínimo impacto medioambiental y que cuida sus relaciones con los trabajadores. “No tenemos prisa, queremos hacer algo bonito, bueno y que realmente nos haga sentir orgullosos”.

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