Los diamantes de Beyoncé se vuelven en su contra

La cantante se convierte en objeto de críticas por lucir diamantes de sangre en la campaña de Tiffany

Hace unos días, Tiffany lanzó una campaña protagonizada por Beyoncé, su marido, Jay Z, y uno de los diamantes más famosos del mundo: la piedra amarilla de 128.54 quilates descubierta en Sudáfrica en 1877 en las minas Kimberley y adquirida poco después por Charles Lewis Tiffany. Como destacó la compañía al publicar las imágenes, Beyoncé es la cuarta mujer, y la primera negra, en lucir el collar. Antes también lo hicieron Audrey Hepburn en unas fotos publicitarias de Desayuno con diamantes y Lady Gaga en la ceremonia de los Oscar de 2019.

Sin embargo, las redes sociales han tardado poco en sacar a la luz la terrible historia que hay detrás de la piedra que luce al cuello Beyoncé. La gema, valorada en la actualidad en unos 30 millones de dólares, según estimaciones de Tiffany & Co, fue comprada por el fundador de la empresa por 18.000 dólares un año después de que fuera descubierta en las minas Kimberley. En aquella época, ingleses y holandeses se disputaban el control del país. El descubrimiento de diamantes en 1867 y de oro unos años después fomentó el interés europeo por la región y que se establecieran nuevos asentamientos coloniales, lo que intensificó la subyugación de la población negra, contribuyendo a sentar las bases del apartheid. “Esto no es solo 'un collar', es un diamante de sangre que se extrajo de la sangre de los sudafricanos. Si no cumplían con su cuota, sus manos y pies eran mutilados o simplemente eran asesinados”, tuiteó una persona.

La polémica no se ha quedado en las redes, sino que ha saltado a los medios. “Puede que Tiffany esté intentando renovar su imagen, pero ha juzgado terriblemente el ethos del momento”, dice un artículo publicado por la columnista Karen Attiah en The Washington Post y titulado ‘Lo siento, Beyoncé, pero los diamantes de sangre de Tiffany no son los mejores amigos de una mujer’. “Su campaña no celebra la liberación de la comunidad negra, sino que glorifica un doloroso símbolo del colonialismo. Presenta una exhibición ostentosa de riqueza como una señal de progreso en una época en la que los afroestadounidenses solo poseen 4% de la riqueza total de los hogares de Estados Unidos. Si el éxito de la comunidad negra está definido por el hecho de que te paguen por usar enormes diamantes coloniales de los blancos, entonces realmente seguimos en el Lugar Hundido mostrado en la película Déjame salir”.

Muchos usuarios han destacado también la incoherencia entre la decisión de Beyoncé de lucir un símbolo del saqueo blanco y el hecho de que el año pasado lanzara Black is king, un disco dedicado íntegramente a proclamar su amor por el continente africano. También hay quien ha señalado que cuando Lady Gaga lució la pieza no fue objeto de críticas y nadie se acordó de su origen. Sin embargo, otros sugirieron que Beyoncé y la marca merecen las críticas por haber destacado que es la primera mujer negra en usar el diamante.  “Ella también es responsable de este desacertado error. Beyoncé y Jay Z son artistas y capitalistas, no activistas. Pero al ser estrellas que ejercen un inmenso poder cultural y disfrutan de una enorme plataforma pública, lo que hacen es relevante”, concluye el citado artículo de The Washington Post.

Como parte de la campaña, Tiffany se ha comprometido a donar 2 millones de dólares a facultades y universidades históricamente negras (conocidas como HBCU, por su sigla en inglés), a las que Beyoncé dedicó su histórica actuación en Coachella. Ni la cantante ni la compañía se han pronunciado de momento sobre la polémica, aunque la empresa, propiedad del conglomerado de lujo LVMH, explica en su web que el origen de todos los diamantes que venden están ‘libres de conflictos’, es decir, que no son diamantes de sangre.

Así se conoce a las gemas procedentes de zonas de conflicto y que son usados para financiar guerras, o que han sido obtenidas violando los derechos humanos, mediante el uso de esclavos o personas en régimen de semiesclavitud. Naciones Unidas dictó en 2003 una resolución con el objetivo de garantizar el origen legítimo del comercio de diamantes en el mundo, una industria que mueve cientos de millones de euros al año. La resolución incluye el acta del Proceso Kimberley, que establece el protocolo que debe seguir la extracción y comercialización de diamantes, y que ha sido firmado por cerca de setenta países. El proceso ha conseguido disminuir el número de diamantes conflictivos vendidos, reduciendo una importante fuente de financiación de conflictos armados y grupos terroristas en el continente. Pero organizaciones como Amnistía Internacional también han denunciado que pese a ser un paso importante en la gestión del problema de los diamantes de sangre, este protocolo no es suficiente. No acaba con problemas como el contrabando de diamantes conflictivos de un país sin certificación hacia otros países certificados, desde donde salen limpios rumbo al mercado internacional. “Hasta que el comercio del diamante esté sujeto a un control obligatorio e imparcial, no habrá garantías efectivas que todos los diamantes sean identificados y retirados del mercado”, denuncia Amnistía Internacional.

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