El efecto ‘femme fatale’: cuando ser guapa perjudica tu carrera
Un nuevo estudio sugiere que el problema no es que sean subestimadas en el trabajo, sino más bien lo contrario

“Ser guapa podría no ser tan conveniente como parece”, dijo hace un tiempo Charlize Theron. Que alguien con el físico de la actriz sudafricana se queje de su físico podría parecer casi una broma, pero no, en realidad Theron hablaba por propia experiencia. Su argumento es que los papeles importantes de verdad no se los suelen dar a mujeres con pinta de modelo y, como ella misma ha vivido en sus carnes, cuando surge uno de esos, “la gente guapa es la primera en quedar eliminada del casting”. La actriz ha contado varias veces que la rechazaron para Orgullo y Prejuicio por ser demasiado guapa. Y aunque ganó el Oscar en 2004 por su actuación en Monster, para ello tuvo que aumentar considerablemente de peso y ponerse una prótesis en el rostro.
En general, tendemos a pensar que la belleza es un atributo que siempre juega a favor de las mujeres, pero podría no ser siempre así, y no solo en el mundo del cine, sino también en otros entornos laborales. De hecho, según un reciente estudio, a las mujeres de negocios atractivas se las considera menos sinceras, fiables y más merecedoras de ser despedidas que a otras mujeres, algo que no sucede en el caso de los hombres. Las investigadoras de la Universidad de Washington que han llevado a cabo la investigación lo han llamado el “efecto femme fatale”, utilizando esa expresión, femme fatale, con la que se suele describir a una mujer seductora pero también manipuladora.
“Para las mujeres hay ciertos contextos en los que no parecen beneficiarse de su belleza”, asegura, en declaraciones a The New York Times, Leah Sheppard, autora principal del estudio, que defiende que los prejuicios contra ellas no proceden tanto de esa idea, bastante extendida, de que a las guapas se las subestima en la oficina —el viejo estereotipo del guapa pero tonta—, como de sentimientos más primarios como la inseguridad, los celos y el miedo. Y todo ello tiene que ver con factores sociales y evolutivos.
Sheppard explica que las mujeres han sido desde siempre empujadas a intentar mejorar su aspecto para atraer a sus parejas y, por tanto, tienden a ver, al menos de primeras, a las mujeres más atractivas como competidoras. Por su parte, los hombres se sienten atraídos por las mujeres guapas, pero también les preocupa que su belleza las haga menos fiables e incluso infieles. Ese instinto tan profundamente enraizado también se manifiesta en el lugar de trabajo, fomentando sentimientos de celos y la sospecha, tanto entre hombres como mujeres, de que las mujeres atractivas “han usado su sexualidad para conseguir promociones, encargos laborales favorables, etcétera”, dice la profesora de la Universidad de Washington. Las mujeres hermosas, por tanto, se enfrentan al reto de construir confianza en torno a su figura. “Eso no quiere decir que no lo consigan, solo que esa confianza probablemente tarde más”.