Recuperando a Hilma af Klint, la olvidada pionera del arte abstracto
El Guggenheim de Bilbao le dedica una exposición monográfica a la artista sueca, que creía que los espíritus guiaban su obra
A pesar de haber sido una pionera del arte abstracto, anterior incluso a Kandinsky o Mondrian, el nombre de Hilma af Klint es prácticamente desconocido. No solo por el olvido al que históricamente han quedado relegadas las mujeres artistas, sino también porque ella misma consideró en su momento que el mundo no estaba preparado para su arte y dejó escrito en su testamento que sus obras debían permanecer ocultas hasta veinte años después de su muerte. Ese plazo finalmente se alargó y hubo de pasar casi un siglo para que la artista sueca, a la que el Guggenheim de Bilbao le dedica estos días una exposición, recibiera el reconocimiento que merece.
Nacida en Solna, Estocolmo, en 1862, Hilma af Klint creció en el seno de una familia noble que le permitió recibir una educación y formación en arte. En 1882 se matriculó en la Real Academia Sueca de las Artes, uno de los pocos centros de Europa que admitían mujeres en aquella época. Empezó pintando retratos, paisajes y cuadros de estilo naturista, pero pronto empezó a interesarse por el mundo del espiritismo y la teosofía.
En aquella época, no era extraño que en los círculos de la alta sociedad se realizaran sesiones de espiritismo. En 1896, la artista fundó, junto a otras cuatro amigas, un grupo llamado De Fem o Las Cinco, con el que empezó a practicar este tipo de sesiones. Se reunía asiduamente para contactar con el Más Allá y canalizar sus experiencias a través de la escritura y los dibujos automáticos.
El acercamiento a estos movimientos místicos y espirituales marcaron claramente la obra de Hilma af Klint y la pusieron en la senda de la abstracción. A raíz de estos encuentros surgió una de sus series pictóricas más famosas, Pinturas para el templo, que se convertiría en la primera colección de obras abstractas de la historia. El proyecto se inició en 1906 y está compuesto por 193 pinturas originalmente concebidas para ser instaladas en un templo helicoidal que nunca llegó a realizarse. A diferencia de otros representantes de la pintura abstracta, el principal propósito de Af Klint no era el de experimentar a partir de la abstracción de la forma y el color, sino la de plasmar a través de su arte el mundo invisible al que creía tener acceso a través de las sesiones espirituales.
A partir de ese momento, Hilma af Klint se centró en la abstracción, aunque siguió pintando retratos y paisajes para ganar dinero. En sus siguientes series abordó temas como el átomo o la dualidad entre lo masculino y lo femenino.
Consciente de que su obra se salía de los cánones de la época, Af Klint se preocupó de guardarla y clasificarla para que nos llegase articulada. Falleció en 1944 y antes de morir pidió a su familia que no diese a conocer su producción hasta dos décadas después. Los Ángeles acogió en 1986 la primera exposición en torno a su figura.
La muestra que le dedica ahora el Museo Guggenheim Bilbao y que puede verse hasta el 2 de febrero hace un completo recorrido por la trayectoria de la artista sueca, desde sus primeros trabajos de temática tradicional, sus dibujos automáticos y sus series Pinturas para el templo, Perceval o la dedicada al átomo, hasta sus acuarelas tardías.