“Tenemos que romper un poco con eso de la monogamia, el misionero y la penetración”

Adaia Teruel ha publicado el libro ‘Mujeres que follan. Historias de sexo real contadas por ellas’

Adaia Teruel. Fotos: Santiago Ojeda.

Aunque por el título pueda parecer que es un libro sobre sexo, en realidad no lo es. O, al menos, no solo. En realidad, Mujeres que follan (Libros del K.O.) es una recopilación de relatos de mujeres que, con el sexo como hilo conductor, hablan de sus relaciones, de su educación, la relación con su cuerpo, sus miedos e inseguridad, su experiencia con la maternidad, etcétera. La autora es Adaia Teruel, periodista con experiencia en televisión y prensa escrita (Vice, HuffPost, FronteraD o La Vanguardia son algunos de los medios con los que ha colaborado). El libro no es ni un estudio sociológico ni una investigación periodística, sino más bien la respuesta a una curiosidad personal. “Yo llevo diecisiete años con mi pareja y en torno a los 40 empezamos a tener experiencias muy nuevas para nosotros. Pero cuando intentaba hablar de ellas, porque estaba muy contenta, veía que todavía era un tema tabú. Me planteaba si era una pervertida, si solo yo pensaba esas cosas. Por eso quería conocer cómo viven la sexualidad las mujeres de mi edad. Hay mucha literatura romántica y últimamente se publican más ensayos sobre la sexualidad femenina de sexólogas, antropólogas e incluso periodistas, pero no encontraba libros de testimonios, y lo que yo quería eran los testimonios de la calle”. Esos relatos son muy diversos, porque lo que en el fondo quería Teruel es que las mujeres que lo leyeran no se sintieran solas, “tanto si son de las que follan más como de las que follan menos, si tienen una pareja monógama o han abierto su relación. No pasa nada, todo es aceptable. Tenemos que romper un poco con eso de la monogamia, el misionero y la penetración”.

¿Te ha costado encontrar mujeres dispuestas a hablar con franqueza de su vida sexual?

No, para nada. Empecé por mi círculo cercano porque era lo más fácil. Hablaba con una chica y me daba el contacto de otras dos, que me daban el contacto de otras dos. Fue como una bola de nieve, llegó un momento en el que recibía mensajes de chicas que querían participar. Me di cuenta de que había una necesidad de hablar o, más bien, de compartir estas historias. Cuando eres joven cuentas más lo que has hecho y lo que no, pero cuando eres más mayor ya no. Igual porque tu entorno conoce a tu pareja y, de alguna manera, no quieres traicionarla. Al hablar con una persona que no conocían de nada se atrevían a hacerlo. Además, no eran entrevistas tipo cuestionario, sino más bien charlas. Pasamos muchas horas hablando y yo también les he contado muchas cosas de mi vida íntima a ellas. Ha sido un intercambio. Solo así consigues el clima de confianza necesario para que la gente se abra. Y ha sido terapéutico, también para mí. He reflexionado mucho sobre mi sexualidad y mi comportamiento sexual después de hablar con estas mujeres.

¿Por qué te has centrado en las mujeres de 40?

Porque estoy en esa etapa vital y también porque ya se habla mucho del sexo de los jóvenes: a qué edad empiezan a tener relaciones, cómo afecta el uso de las pantallas, las redes sociales y otro tipo de aplicaciones, etcétera. Pero yo quería hablar de la gente de mi edad. No sé, quizá en un futuro hable del sexo en la tercera edad, pero ahora mismo estoy en este impase. La menopausia, por ejemplo, ha salido a menudo en las conversaciones.  Muchas mujeres la temen. Se preguntan si van a tener sofocos, si van a perder la libido, si ya no tendrán ganas de tener relaciones sexuales. Hay una serie de temáticas que a esta edad interesan más o menos a todas, y a mí también.

Después de todo lo que te han contado, ¿crees que somos tan libres en el terreno sexual como creemos o todavía nos siguen pesando las ideas preconcebidas sobre lo que creemos que es correcto sentir y desear?

Para las mujeres de mi generación, las nacidas en los setenta, la religión y la educación todavía pesan mucho, y hemos recibido una educación machista. Es verdad que en estos últimos años las cosas están cambiando, pero venimos de donde venimos, y eso afecta a nuestras ideas sobre cómo tienen que ser las relaciones, cómo tiene que ser el deseo y cómo debemos amar. Son ficciones abstractas que no sé quién nos ha contado, supongo que un hombre, y que en ese momento sería un hombre blanco, heterosexual y religioso. Todo lo que se salía de esa norma estaba mal, pero luego hablas con la gente y hay infinidad de sexualidades, infinidad de maneras de follar, y todas son válidas, aunque no sean mayoritarias. Siempre que haya respeto y consentimiento, cada uno es libre de vivir su sexualidad como quiera. Si te gusta chuparle el pie a tu pareja y a él también le gusta, chúpaselo. A mí no me dice nada, pero ¿sabes el fetichismo que hay con eso de los pies? ¿Y quiénes somos los demás para decir que está mal?  

En el libro lo resumes con una frase: “el sexo es placer y el resto es norma”.

El sexo es placer y también deberían serlo las relaciones. Cuánto daño nos ha hecho a las mujeres la idea del amor romántico. La idea de que tienes que casarte, de que no estás completa sin un hombre nos ha llevado a acabar aceptando relaciones que no son positivas. Pero el sexo sin amor también está bien.

En muchas de las historias que recoges sigue habiendo mucha culpa.

Porque la sociedad nos ha inculcado a las mujeres la idea de que teníamos que mantener la honra. Ayer iba en el taxi y el taxista me preguntó por las ninfómanas. Yo le dije que no me gustaba esa palabra. Le pregunté que qué era para él una ninfómana y me contestó que una señora que tiene mucho sexo. Pero si un señor tiene mucho sexo es un fucker. A él le subimos a un podio, ella es una enferma. Todos somos personas, y hay gente con más necesidad sexual y gente con menos, independientemente de si son hombres o mujeres. Ahora a las mujeres también se nos exige que en el sexo seamos asertivas, pero hasta cierto punto, porque si te pasas tampoco gusta. También nos preocupa estar depiladas, con la manicura hecha y que se nos caiga el michelín. Con tantas cosas en la cabeza, ¿cómo te vas a relajar?

Pero no solo hay culpa por disfrutar del sexo, también por disfrutar del porno o por tener determinadas fantasías. Parece que ahora nos preocupa no solo perder la honra, sino también el carné de feminista.

Sí, muchas de las mujeres que me confesaron ver porno, y algún tipo de porno que podía parecer un poco escabroso, se justificaban. Empezaban diciendo: “Que conste que yo soy feminista”. Las fantasías son fantasías. Que las tengas no significa que no seas una mujer empoderada que en tu día a día te hagas respetar. ¿Por qué tenemos que vivirlas con culpa? Todos tenemos derecho a fantasear.

En el libro hay mucho Satisfyer.¿Crees que el de la masturbación femenina es un tabú que definitivamente hemos derribado?

Creo que, afortunadamente, sí. Muchas mujeres me han contado que cuando eran jóvenes se masturbaban y no lo decían, porque pensaban que era una cosa de chicos. Lo hacíamos, pero nadie lo comentaba. Otras me han dicho que habían empezado a tocarse siendo más mayores. También creo que a esta edad hay muchas chicas solteras o separadas que, para quedar con alguien, aguantar una conversación que a veces es soporífera y tener una relación que no les va a satisfacer, prefieren masturbarse. Hay chicas que me han dicho: yo o me enamoro locamente o me quedo con el Satisfyer. Es tan cómodo, tan fácil, tan rápido. Pero conectar con la gente es difícil, y nosotras queremos conectar, aunque solo sea un rato.

¿Qué otros tabús que sí que sigan estando ahí te has encontrado?

Por ejemplo, el sexo anal. Mi editora me decía es que es un libro muy ‘culocéntrico’. Tuvimos que quitar mucho culo, porque todo el mundo hablaba de él. Aquí pasa algo curioso. Conozco a varias mujeres que han sido abusadas o violadas, pero no sé de nadie que conozca a un hombre que haya sido violador o abusador. Pues con el tema del sexo anal pasa lo mismo. Muchas mujeres reconocen que lo comen o que usan el dedo, pero no encuentras a ningún hombre heterosexual que reconozca que forma parte de sus prácticas sexuales, porque lo ven como de homosexuales. Algunas fantasías, como tener sexo con muchos chicos o el sexo duro, también son un gran tabú. Muchas lo cuentan, pero como decía, justificándose, explicando que son feministas o que por supuesto no quieren que les pase esto en la vida real.

En los últimos años hemos hablado mucho de violencia sexual y consentimiento. Y es lógico, porque era necesario, pero ¿crees que le hemos dado poca visibilidad a todo lo que tiene que ver con el placer y el deseo?

Sí, pero, afortunadamente, ahora se empieza a hablar del placer y de lo que nos gusta. También me he encontrado a mujeres que me han dicho que a esta edad se conocían más y sabían lo que querían. Antes no había información e íbamos a tientas. Una me contó que cuando era joven había quedado con un chico que le había dicho que era frígida. Y como no sentía mucho placer, no tenía información ni otras experiencias con las que comparar, se lo creyó durante mucho tiempo. Pero un día encontró a otro chico con el que se corrió tres veces en una noche, y se dio cuenta de que el problema no era suyo. Porque otra cosa que he visto es que las mujeres tendemos a culpabilizarnos de todo. Si, por ejemplo, tenemos una pareja y no tenemos suficientes relaciones sexuales, siempre pensamos que es porque no le atraemos. Nunca pensamos que igual el otro no siente deseo, porque nos han dicho que los hombres siempre tienen ganas y a las mujeres les duele la cabeza. Por eso la chica que también tiene muchas ganas también lo vive como algo raro.

El orgasmo femenino era otra cosa de la que antes no se hablaba, pero según los testimonios, para algunas se ha convertido ahora en una obligación, otra fuente más de presión.

Sí, es algo que me han dicho muchas. Una chica me contó que había perdido la virginidad a los 16 o 17 años y que tuvo su primer orgasmo a los 30. Eso son quince años teniendo relaciones sin orgasmos. Otras me dijeron que los habían fingido durante mucho tiempo. A esta edad, creo que ya fingen muy pocas, pero es verdad que hay como una presión por llegar al orgasmo. El sexo siempre ha sido falocéntrico, centrado en su placer y para ellos la penetración es lo máximo, pero es que nosotras funcionamos de forma diferente. Muchas mujeres no llegan al orgasmo con la penetración, pero sí lo hacen si se masturban y de repente ahora descubren: “¡soy clitoriana!”. Se han quitado un peso de encima, porque parece que si no llegas al orgasmo, eres un producto fallido.

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