“No podemos cambiar el sistema, pero sí intentar sacudirlo”

Candela Peña y Pilar Castro vuelven al teatro con una obra sobre las miserias del mundo laboral

Pilar Castro y Candela Peña. Fotos: Jau Fornés.

Son amigas desde hace tiempo, pero en la obra que acaban de estrenar en Madrid, Candela Peña y Pilar Castro son claramente antagonistas. Las dos solas sacan adelante sobre las tablas Contracciones, un drama que explora la presión creciente a la que las grandes compañías someten a sus empleados y plantea la cuestión de hasta dónde debemos llegar para conservar un puesto de trabajo. La obra original, del dramaturgo británico Mike Barlett, ha sido adaptada al español por Jorge Kent y dirigida por Israel Solá. 

En ella interpretan a la gerente de una empresa (Castro) que no duda en manipular despiadadamente todos los aspectos de la vida una empleada (Peña). Esta al principio se resiste a las injerencias de la empresa, para acabar finalmente plegándose a sus exigencias. Otra distopía laboral que, como ya en los años treinta Tiempos modernos o más recientemente Severance, demuestra que el trabajo no nos hará necesariamente libres. De hecho, casi es más probable que suceda lo contrario. “Todos estamos metidos en un sistema perverso que a veces se porta bien y otras veces nos oprime”, asegura Candela Peña. “Cuando vas cediendo ante él, es como la marea que sube, sube y sube, hasta que llega el día que ya nos puedes colocar la toalla en la playa”. “¿Por qué aguantamos? Por la necesidad de tener una casa y un plato de comida. Hay veces que es una cuestión de supervivencia”, apunta Pilar Castro. “La función también habla de la deshumanización del otro. Tenemos la humanidad muy poco desarrollada, porque es lo que interesa. Deberíamos intentar conectar más con los otros”.

Contracciones, sin embargo, no cae en el maniqueísmo de buenos y malos, blanco y negro. “Lo interesante de la obra es que enfrenta a las dos partes enfermas del capitalismo. Tenemos, por un lado, un sistema que abusa de su poder y, por el otro, un trabajador que se coloca en la posición de ceder, ceder y ceder ante el maltrato”, explica Peña. En este contexto, además, lo habitual es que nadie asume su responsabilidad. Los que tienen el poder, porque siempre hay alguien por encima al que echar la culpa: los de arriba, los algoritmos, la corporación… Los trabajadores, por su parte, se escudan en la necesidad o el miedo. Eso cuando no aceptan libremente las imposiciones del sistema. “Para las grandes empresas no dejas de ser un número y si no eres tú, será otro. Pero, además, tú también quieres ser corporativo y darlo todo por la empresa, hasta que un día decides no pasar por el aro, porque ya no te interesa, y entonces, hasta luego. Te cierran la puerta y te dejan en el vacío, que es también una manera de maltrato”, asegura Peña. “No podemos cambiar el sistema, pero sí intentar sacudirlo para que no nos acabe quitando nuestra voz”.

En un mundo asediado por las crisis (climática, económica, energética, bélica, sanitaria…) y en el que parece que todos deberíamos estar agradecidos por tener un trabajo, resulta fácil identificarse con el drama de Contracciones. También para sus actrices, a pesar de dedicarse a una profesión que no implica fichar ni un horario de 9 a 5. Pero esa libertad es solo aparente. “Si hay alguien sometido, es un actor”, afirma la protagonista de Princesas. “El actor siempre está al servicio de un proyecto, de un director, de un productor, de una plataforma, de un guion y de la marca. Yo me siento muy reflejada en la obra. De hecho, esta obra nace de la gran decepción laboral que he llevado en dos últimos años. He oído en despachos cosas que yo jamás había oído y que me han aterrado. He escuchado a un director que no me conocía de nada pedirme que le jurara que me iba a portar bien. Al sistema también le interesa poner etiquetas a las personas”.

A estas alturas, ambas están acostumbradas a lidiar con la incertidumbre intrínseca de su profesión. “Yo he vivido siempre con la inseguridad de no saber cuándo voy a trabajar, de no tener un trabajo fijo ni dinero para dar la entrada de una casa. Confías en que, si hasta ahora te ha ido bien, será igual en el futuro, pero es complicado”, admite Pilar Castro. La cosa empeora, según su compañera, con la maternidad. “Cuando estas sola, te conformas con esta incertidumbre, pero cuando tienes un hijo, el miedo apremia. A mí llevaban sin llamarme del audiovisual desde el 2020, por eso decidí levantar una función de teatro. No vale quejarse, hay que tirar y seguir adelante porque hay gente que depende de ti. Ya me gustaría a mí ir de Isabelle Huppert por la vida. Pero como un día me dijo Isabel Coixet, que es amiga, ni yo soy Isabelle Huppert ni aquí hay proyectos que me permitan serlo. Su consejo fue trabaja y trabaja, porque de las malas películas no se acuerda de nadie y es mejor hacer una mala película que no hacer ninguna”.

Con la apuesta por la ficción española de plataformas como Netflix, Amazon Prime o Movistar+ ahora más trabajo, reconocen, también para las mujeres. “Cuando solo estaban las generalistas había que hacer series muy familiares y ahí teníamos que ser la madre, la esposa, la abuela o la amiga de. Había poco espacio para una mujer con sus conflictos. Almodóvar o Félix [Sabroso] eran los únicos que nos abrían un poco el campo. Ahora está todo mucho más abierto”. Eso sí, matiza Peña, como es habitual, solo si aceptas las reglas del juego.  “A mí me han echado de dos series por pedir los guiones, y eso también hay que decirlo. Yo no tengo tanta experiencia haciendo teatro o series como Pilar, estoy más acostumbrada al cine, donde puedes leer el guion antes de aceptar un proyecto, y parece que en las series pedir lo mismo está mal, que es algo que me ha sobrecogido. Es como firmar un cheque en blanco”.

Contracciones estará en el Teatro Pavón de Madrid hasta el 19 de marzo y después se embarcará en un gira por otras ciudades españolas.

 

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