El encargo de retratar a una generación de la que, además, tú formas parte, no parece tarea fácil.

Fue difícil, para empezar, por los tiempos y la cantidad de personajes que manejábamos. Había que meter diecisiete historias y tenía siete días para rodar y mes y medio para hacerlo todo. Me parecía que podía ser una aventura bastante divertida, pero también sentía mucha responsabilidad, claro.

¿Qué crees que caracteriza a esta generación de la que tú también formas parte?

Veo muy complicado sacar conclusiones y generalizar, porque siempre habrá gente que se escape a esa definición, sobre todo en esta etapa en la que las cosas cambian tan rápido. Lo que he visto es a un grupo de personas que se han amoldado a las circunstancias y que tienen una vida quizá no convencional, porque no se han convertido en lo que tradicionalmente se ha considerado un ‘adulto’, pero no lo ven como un problema, lo afrontan con positividad, y eso me parece importante. Han decidido seguir siendo ellos mismos y mantenerse fieles a lo que piensan.

¿Y te ves a ti misma reflejada en ese perfil?

A veces sí. Creo que tengo muchas cosas en común con los personajes. A medida que iba hablando con ellos, me daba cuenta de la cantidad de cosas que nos unían, por muy diferentes que fueran nuestras vidas. Y he intentado que se me pegara todo lo que admiraba de ellos. Yo no era la misma persona al empezar el documental que al acabar, y en gran medida ha sido gracias a haber podido conocer otras realidades. Obviamente, he elegido una profesión que no me posibilita tener un trabajo fijo. Ahora mismo no puedo, por ejemplo, comprar una vivienda. Pero tampoco siento esa necesidad. Voy y vengo mucho, así que entiendo que tengo que cambiar, adaptarme e ir evolucionando. También me abruma el futuro que viene. Pero, por otro lado, intento ser positiva y disfrutar de lo que tengo ahora.

¿Haces planes de futuro?

Sí, claro, me encanta planificar y fantasear con lo que va a pasar. Pero he aprendido a no castigarme si los planes no se cumplen, porque muchas veces es algo que no está en mi mano, depende de muchos otros factores. Ver que lo que planifico se trunca no me supone un gran problema. Pero sí creo que es importante proyectarse para ir hacia algún sitio. No podemos simplemente dejarnos llevar y no tomar ningún tipo de decisión. Es importante que cada uno en nuestra vida actuemos y elijamos.

¿Dónde te ves dentro de, digamos, diez años?

Pues habiendo viajado mucho. Me apetecería pasar una temporada en otro país. Por lo menos un año, aunque no tengo claro dónde. En diez años me apetecería mucho haber dirigido una peli. Y también ser mucho mejor actriz. Me gustaría seguir rodeada por los amigos que más quiero ahora mismo, pero también haber conocido a personas maravillosas. Además, me veo superfuerte. ¡Espero que el gimnasio empiece a dar sus frutos y pueda hacer al menos diez dominadas seguidas! Y espero haber conseguido el carnet de conducir.

Se habla mucho del desencanto y escepticismo de la juventud actual, pero el tono de tu documental es muy positivo. En un momento de la cinta te planteas incluso si no estás cayendo en un exceso de optimismo.  

Hay momentos en los que los personajes hablan de la realidad de manera bastante objetiva. Aunque afrontan la vida con optimismo, son conscientes de dónde están y hacia dónde vamos si la cosa sigue así. Por supuesto, me hubiera gustado enseñar mucho más en el documental, porque al final solo dura 46 minutos. En ese tiempo no puedes hacer un retrato fidedigno, que toque todos los temas y, además, sea entretenido. En todas las entrevistas oigo lo de retrato generacional, pero yo hablaría más de retrato expresionista. No quería hacer un documental analítico y frío, quería que el espectador sintiera algo al verlo. Como espectadora, yo también prefiero cosas que me dejen un buen poso y me hagan salir contenta o, al menos, con la sensación de haber visto algo constructivo. Me apetecía lanzar un mensaje positivo, comprobar que la gente piensa que al final todo va a salir bien. Y, sobre todo, demostrarles que no están solos. Que todavía podemos elegir.

¿Qué estereotipo sobre los jóvenes te parece más injusto?

Que somos una generación vaga y no queremos trabajar. Que no quieras hacer las cosas que te vienen impuestas de arriba no significa que seas una persona vaga. Los protagonistas del documental tienen profesiones más o menos convencionales, pero son supertrabajadores. Martí, por ejemplo, trabaja doce horas al día. Juega a videojuegos, pero le dedica doce horas al día.Una vez encuentran un motor, los jóvenes van siempre con la quinta marcha. El problema es que hay mucha gente que no sabe lo que quiere hacer, eso es lo más difícil.

Habéis estrenado en Movistar+, en Amazon Prime y en YouTube. Los creadores de contenido tenéis ahora muchas más opciones, pero ¿cómo están cambiando las nuevas plataformas nuestra relación con el cine?

Todo está mucho más a mano y, por lo tanto, el cine se ha vuelto una cosa casi ordinaria, en el sentido de habitual en la vida de la gente. Lo extraordinario ahora es ir a una sala de cine. Hay mucho público que prefiere ver las pelis en el móvil y a mí me parece guay. El audiovisual tiene que evolucionar. Como todo el arte, se tiene que ir adaptando a los tiempos y ahora va todo mucho más rápido. El problema es que eso no cuadra bien con lo que se tarda en levantar una película. Es imposible saber si de aquí a cuatro o cinco años tu película va a seguir siendo relevante. Pero el acercamiento tan bestia que tenemos ahora mismo hacia la cultura me parece muy interesante. La cantidad de opciones de la que disponemos como consumidores es casi abrumadora. Lo que no sé muy bien es a dónde nos va a llevar todo esto, aunque también es verdad que cuando yo empecé ya se decía que el cine estaba en crisis y se siguen haciendo pelis. Es cierto que hay salas cerrando, mucha gente se está quedando sin trabajo y no hay tanto dinero como antes, pero creo que a la larga va a ser bueno, aunque ahora nos dé miedo. El cine es una herramienta muy poderosa y nunca va a desaparecer.