La artista adolescente que influyó en Picasso y Matisse
De origen argelino, Baya triunfó en París a los 16 años y se retiró a los 22 para contraer matrimonio concertado
En 1947, cuando tenía solo 16 años, Baya Mahieddine pintó un cuadro que retrataba a una reina de mirada desafiante con unos llamativos pájaros azules como ovarios y una mariposa de alas rojas representando a la vulva. Es un buen ejemplo del universo de esta artista de origen argelino, poblado por mujeres libres de etiquetas, hombres y ataduras.
Baya nació en 1931, con el nombre de Fatma Haddad, en Bordj El Kiffan, una pequeña localidad situada al norte de Argelia, entonces colonia de Francia. Huérfana a los 5 años, quedó al cuidado de su abuela, criada de la intelectual y coleccionista de arte francesa Marguerite Camina Benhoura. Viendo el talento de la niña, Benhoura la tomó bajo su protección. Todavía se conservan algunos de esos tempranos trabajos, cuadros que pintó con 9 o 10 años y en los que ya se intuye su distintivo lenguaje visual (formas sinuosas, colores vibrantes), de clara inspiración mediterránea. Su origen africano se deja sentir más en su estilo que en su temática. En lugar de en los motivos tribales, Baya se centró en escenas de mujeres y naturaleza.
Siendo adolescente, se trasladó con Benhoura a Francia, y a los 16 años protagonizó su primera exposición en solitario en París. Para entonces, la artista (que además de pintar, esculpía y escribía poesía) ya había logrado el apoyo de André Breton, que la incluyó en su famosa Exposición Internacional del Surrealismo, y los coleccionistas Jean Dubuffet y Aimé Maegh (su primera exposición fue organizada en la galería de este último). Su explosivo debut le dio bastante notoriedad (hasta la edición francesa del Vogue le dedicó un perfil) y le granjeó la admiración de algunas de las principales figuras intelectuales y artísticas de mediados del siglo pasado como Picasso, Braque, Camus o Matisse.
Fue con el español con el que tuvo una relación más cercana. Tras su primera exposición, Baya fue invitada a pasar varios veranos (de 1948 a 1952) en Madoura, el taller de cerámica que el matrimonio Ramié tenía en Vallauris, una localidad situada al sur de Francia. Allí trabajo con Picasso. El malagueño reconoció tiempo después que ella le había inspirado sus Mujeres de Argel, la serie de quince cuadros que pintó a mediados de los cincuenta. Pero el legado de Baya va más allá de su influencia sobre el trabajo de los varones con los que interactuó.
Su punto de vista es el reverso de la mirada masculina que dominó el arte figurativo de la época. Sus figuras de mujeres rodeadas de animales y plantas exudan energía y libertad. Pero mientras en su trabajo se mostraba no solo cómoda, sino liberada por esa feminidad, en su vida personal no escapó del patriarcado. A los 22, solo seis años después de su primera exposición, Baya volvió a Argelia para convertirse en la segunda esposa de un músico musulmán tradicional treinta años mayor que ella. Fue un matrimonio concertado. En esta etapa de su vida dejó de pintar. Tuvo seis hijos en una década. Tras la muerte de su marido volvió a hacerlo. “Cuando pinto soy feliz y me siento en otro mundo”, declaraba en 1991. Falleció siete años después.