Antes de aprender a hablar y probablemente de entender lo que ocurre a su alrededor, con tan solo un año, los bebés tienen capacidad de raciocinio. Hasta ahora se creía que el razonamiento era un proceso directamente asociado al uso del lenguaje y la educación. Pero un reciente estudio realizado por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en colaboración con el Centro de Desarrollo Cognitivo de Budapest y el Instituto Nencki de Polonia sugiere que los niños adquieren la capacidad de razonar antes incluso de la de hablar.
Los investigadores querían averiguar a qué edad se ponen en marcha los mecanismos que permiten el razonamiento y determinar cuál es su relación con el lenguaje. Para ello realizaron un experimento con 144 bebés de entre 12 y 19 meses. Los niños se sentaron en el regazo de sus madres, que tenían los ojos vendados para no dar involuntariamente pistas a los pequeños, mientras se les enseñaba varias escenas de animación.
En ellas aparecían parejas de objetos con formas diferentes; por ejemplo, un paraguas y una pelota. En un determinado momento los objetos quedaban cubiertos, para volver a aparecer a continuación. La lógica lleva a deducir que si primero se muestra el paraguas, a continuación debería aparecer la pelota. Cuando esto no ocurría así, y aparecían, por ejemplo, dos pelotas, los bebés se mostraban confusos y extrañados.
Para analizar las reacciones ante los estímulos usaron un eye-tracker, midiendo la posición de sus ojos cada 16 milisegundos. Comprobaron que los niños miraban más rato las escenas en las que aparecía el objeto inesperado y registraron que sus pupilas se dilataban mucho más.
La dilatación de la pupila es un indicador del esfuerzo cognitivo: cuanto más complicada es la tarea a la que nos enfrentamos, mayor es su tamaño. Por eso para los autores del estudio esta reacción sugiere que tanto los bebés como los adultos emplean estrategias comunes para razonar.