Rincones efímeros que visitar para los que se quedan en la ciudad
Hay que aprovechar la oportunidad, porque la mayoría desaparecen en septiembre
¿Quién dijo que los centros de las ciudades no son para el verano? Si algo caracteriza a las grandes urbes es su capacidad de adaptación y la variada oferta que, sin importar la época del año, ofrecen a autóctonos y forasteros. Si el invierno se puede combatir con un chocolate caliente, un museo, un cine, una sesión de patinaje sobre hielo o una buena comida en un restaurante, en la época estival proliferan desde hace unos años los espacios pop-up. ¿Pop qué?
Los locales pop-up son espacios efímeros, resultado de una nueva manera de consumir y relacionarse. El ya, ahora, rápido, ese (a veces) mal llamado de usar y tirar que caracteriza a las sociedades occidentales actuales. El aspecto positivo es que favorecen la creatividad y ofrecen a los emprendedores la posibilidad de reinventarse —si no es probable que mueran— constantemente. También de darse a conocer a un público más amplio controlando los costes.
La tendencia de locales temporales nació en Londres y Nueva York y se ha extendido a todo el mundo. Son muy habituales en sectores como la moda y el diseño (los mercadillos de nuevos creadores en diferentes épocas del año son un buen ejemplo), pero también han llegado al mundo de la gastronomía y los servicios.
Casa Corona ha sido uno de los últimos en incorporarse en Madrid a la moda. Sábados de brunch, retransmisiones en directo del programa Carne Cruda, conciertos, sesiones de meditación en el jardín, talleres de pan y de joyas, entre otras actividades de las que podremos disfrutar hasta el próximo 29 de julio en la Fundación Ortega y Gasset (C/Fortuny, 53).
El maravilloso Palacio de Santa Bárbara en Alonso Martínez (C/Hortaleza, 87) siempre es agradable de visitar, y además sus propuestas de ocio varían según el momento. Desde hace unos veranos la marca Mahou organiza allí Manzana 330. El concepto del local es novedoso, a medio camino entre la terraza, el jardín, el huerto urbano y el invernadero. Invita a sentarse y refugiarse del bullicio disfrutando de una buena caña o un cóctel de El Viajero acompañado de las delicias de El Triciclo. También se puede empezar allí la mañana con mucha energía gracias a la oferta de Cereal Lovers. Y si tenéis perros, ojo al menú canino de Pomi Ramírez (sí, en serio).
Otro imprescindible en esta ruta urbana por la capital es el Centro Cultural Conde Duque. Danza, teatro, cine, música y arte conforman su oferta habitual, que durante la época estival aumenta con su ya tradicional terraza. Resulta complicado no sucumbir a sus encantos durante los meses de julio y agosto. Su decoración, en la que destacan las hamacas y los coloridos cojines a modo de chiringuito moderno, resulta perfecta para tomar un buen refrigerio cuando cae la tarde, y después asistir a su cine de verano o a alguno de sus conciertos en directo.
Barcelona, por supuesto, también tiene propuestas interesantes. Por ejemplo, la nueva terraza de la azotea del Hotel Pulitzer (C/Vergara, 8) ofrece unas vistas geniales de la ciudad y, desde mayo hasta finales de septiembre, también sesiones de DJs de electrónica, pop o funk. Atardeceres de cócteles (está abierta desde las 6 hasta las 12), de quesos artesanos, croquetas caseras o jamón ibérico reserva para no olvidar. Además, alquilan para eventos privados. ¿Alguna fiesta de cumpleaños próximamente?
Durante la primavera y el verano es casi obligada la visita a La Caseta del Mirador del Migdia en Montjuic. Otras preciosas puestas de sol desde las alturas con vistas al mar y a la montaña. Noches de música y sardinas, bossanova y barbacoas o crepes y flamenco.
Y como el verano también es para desfogarse, bailar y cantar a tope, qué mejor que hacerlo al ritmo de bandas sonoras de películas como la oscarizada La La Land. El ya conocido sing-along (karaoke y cine) se traslada al teatro al aire libre del Poble Espanyol hasta septiembre.
Al final va a ser que sí que existen los oasis cuando más necesarios son.