Teresa Perales, nadadora: “La vida está llena de pedruscos que parecen insalvables, pero podemos superarlos”
Perales es un icono internacional del movimiento paralímpico y la ganadora del Premio MAS Trayectoria 2024

Su palmarés es impresionante (28 medallas paralímpicas, 20 en campeonatos mundiales y 37 en europeos), pero ella misma da poca importancia a los títulos. “Una medalla es solo una medalla y veintiocho medallas son solo veintiocho medallas”, asegura. La grandeza de Teresa Perales, ganadora del Premio Especial MAS Trayectoria en los recientes Premios de Mujeres a Seguir, va mucho más allá de sus éxitos en la piscina. Pocas veces el concepto, algo gastado, de ‘ejemplo de superación’ viene tan a cuento. A los 19 años, Teresa Perales perdió la movilidad en las piernas a causa de una neuropatía. Después de un tiempo de adaptación a su nueva situación, aprendió a nadar (antes había practicado kárate y otros deportes, pero no natación) y pronto su entrenador la animó a competir. En 1997 participó en su primer Campeonato de España y desde entonces no ha abandonado la élite de su deporte. Ni siquiera cuando hace un par de años perdió también la movilidad de su brazo izquierdo, lo que la obligó a aprender a nadar de nuevo. Perales es también diplomada en Fisioterapia, experta en coaching personal y deportivo, embajadora de Telefónica, acaba de poner en marcha su propia fundación y participa de manera habitual como conferenciante en congresos y seminarios.
Este verano conseguiste en París igualar a Michael Phelps como atleta con más medallas en unos Juegos. ¿Cómo fue el momento?
Esta vez eran pocas las personas que creían que podría subir al podio. Afortunadamente, yo era una de ellas. Fue muy difícil, pero precisamente por esto, también fue bastante apoteósico. El momento me pareció como de película. Cuando el speaker contó que con esta medalla igualaba el récord de Michael Phelps, las 16.000 personas que había allí empezaron a corear mi nombre. Estaba tan emocionada que no me di cuenta hasta que me lo dijeron. Fue muy, muy bonito. Para mí, pero también para la familia, los compañeros y todo el equipo.
Durante la preparación para estos Juegos tuviste que adaptarte a una nueva categoría por la lesión en tu brazo. ¿Ha sido un proceso complicado?
He pasado de la categoría S5 a la categoría S2, porque ahora tengo más discapacidad. Siempre digo que he tenido que volver a aprender a nadar, aunque en realidad he tenido que aprender de nuevo a hacerlo casi todo. Por ejemplo, a vestirme. No me resulta tan fácil como antes, pero al final me he acostumbrado y ahora lo hago yo sola. En el caso de la natación, no solo tenía que aprender a nadar, sino conseguir hacerlo de forma lo suficientemente competitiva como para ganar una medalla. No hace ni dos años desde que perdí la movilidad del brazo. He tenido que concienciarme de que las cosas son así y que de lo que se trata ahora es de sacarle el máximo partido al otro brazo e intentar jugar con el agua para encontrar la mejor posición. Ha sido difícil también para mi cerebro. La preparación mental es una de las herramientas que más utilizo. Al cerrar los ojos e imaginarme nadando, seguía haciéndolo con los dos brazos. Fue muy difícil imaginarme nadando sin el brazo izquierdo, porque, en cierta manera, suponía renunciar a él, y no quería hacerlo. Pero sin quitarme esa imagen de la cabeza, entrenar y competir hubiera sido mucho más difícil.
“Una medalla es solo una medalla y veintiocho medallas son solo veintiocho medallas. Verlo así es una forma estupenda de prepararte también para el momento de la retirada o de la caída, porque no siempre se gana. Al relativizarlo te quitas mucho estrés”.
¿Te ha costado más la parte psicológica que la física?
La parte psicóloga es importantísima. Yo siempre he dicho que en mi caso la cabeza pesaba un 60% y el cuerpo un 40%. Ahora creo que es un 80-20% a favor de la cabeza. Mi cuerpo hace lo que le da la gana. Afortunadamente, la cabeza consigue que las cosas lleguen a buen puerto.
En estos veinticinco años que llevas compitiendo, ¿cómo has visto cambiar la percepción del paralímpico?
He visto toda una evolución y, afortunadamente, a mejor. Hemos pasado de no tener la consideración de deportistas de alto nivel por parte ni de las instituciones ni de la sociedad, a ser tratados como deportistas olímpicos. No podía ser de otra manera, porque somos igual de profesionales a la hora de entrenar y de competir. Ha habido dos momentos clave en esta evolución. Uno fue la puesta en marcha del Plan ADO Paralímpico, que nos dio esa consideración de deportistas de élite. No nos concedía ni de lejos los mismos medios, pero sí herramientas que antes no teníamos, como acceso de los centros de alto rendimiento. El otro momento clave fueron los Juegos de Londres, donde por primera vez se nos dio el mismo estatus que a los olímpicos y nuestros logros empezaron a tener más repercusión en los medios. En mi caso, fue la primera vez que se me comparó con Michael Phelps.
Los discretos resultados de París abrieron un debate sobre la necesidad de que España replantease su modelo de apoyo a los atletas olímpicos, pero ¿cómo vamos de apoyos públicos y privados al deporte adaptado?
El Plan ADO Objetivo Paralímpico es distinto del Plan ADO Objetivo Olímpico. En el segundo caso, la mayor parte de las becas vienen de dinero público, en el nuestro, dependen en un 90% de dinero privado. Las empresas hacen aportaciones al Comité Paralímpico Español y este lo distribuye. Pero la mayor diferencia es que si los olímpicos consiguen ser finalistas, ya tienen las becas garantizadas, en nuestro caso depende de si ganamos o no medallas. A partir de un cuarto puesto, ya no te puedes plantear dedicarte en exclusiva al deporte.
¿Ser la deportista más laureada de la historia de España y un referente del movimiento paralímpico a nivel internacional pesa de algún modo?
Es muy bonito. Parto de la base de que no le doy importancia a las medallas, simplemente he tenido la suerte de ganarlas. Se me da bien nadar, compito y gano. Además, tengo una cabeza muy centrada y me lo paso muy bien compitiendo. Es verdad que desde Tokio hasta aquí se ha convertido en una pequeña proeza. Ganar medallas en las condiciones en las que las gano ahora sí es más destacable, por haber sido capaz de sobreponerme a una adversidad muy compleja. Ha sido un proceso progresivo. Tres meses antes de los Juegos de Tokio, en un campeonato de Europa, se me salió el brazo y me lo tuvieron que inmovilizar. A una persona en silla de ruedas, no poder mover el brazo le complica mucho la vida. Hace tu autonomía personal mucho más difícil. En mi caso, además, muchas veces tengo espasticidad [un trastorno motor que provoca tensión y rigidez muscular] y necesito ayudar para vestirme, para pasarme a la cama, etcétera. Hay momentos muy duros. La vida está llena de pedruscos que parecen insalvables, pero podemos superarlos tirando de herramientas, imaginación y creatividad. Yo soy una superviviente nata.
En todas tus entrevistas, tus libros y tus charlas transmites buen rollo. Tienes incluso una teoría al respecto, la Teoría del Espiralismo. ¿En qué consiste?
En realidad, es algo que surgió de una entrevista. Hace veinte años, a la vuelta de Atenas, me hicieron una entrevista para la contraportada de El País y me preguntaron que por qué sonreía siempre. Ahora ya no extraña tanto, porque la sociedad ha cambiado mucho, o al menos ahora yo no lo percibo, pero por entonces sorprendía que, yendo en silla de ruedas, tuviera ganas de sonreír. Yo le respondí que uno tiene que crear su propia espiral de optimismo. El periodista tituló la entrevista ‘La Teoría del Espiralismo, por Teresa Perales’. El concepto me pareció muy bueno y lo desarrollé. Se convirtió en un capítulo de uno de mis libros y fue también el título de un documental que dirigió Mabel Lozano. Soy muy feliz porque a mi alrededor tengo cosas y personas que me hacen feliz. Yo soy el centro de la espiral y alrededor pongo todo lo que me hace feliz y quito lo que no, a veces para siempre y a veces para un rato. Ponerte a ti en el centro no es egoísta. Al contrario, es lo más generoso que puedes hacer, porque si tú estás bien serás capaz de hacer que los demás también estén bien. La primera vez que me subí en un avión con mi hijo, que apenas tenía dos meses, la azafata me preguntó si sabía lo que tenía que hacer en caso de despresurización. Como madre, piensas que lo primero es poner la mascarilla a tu hijo, pero lo que tienes que hacer es ponértela tú, porque si pierdes el conocimiento, tu hijo queda desprotegido. Nos empeñamos en cuidar a los demás a costa incluso de nosotros mismos, pero para cuidar a los demás primero tienes que cuidarte tú.
“Ponerte a ti en el centro no es egoísta. Al contrario, es lo más generoso que puedes hacer, porque si tú estás bien serás capaz de hacer que los demás también estén bien”
¿Alguna vez has pensado en dejar a la natación fuera de la espiral?
Solo alguna vez, un poquito, cuando he tenido brotes fuertes. Tuve uno muy duro el año pasado y lo veía todo muy negro. Pero duró poco, fueron unas horas de cabreo y ya está. Mi cuerpo necesita nadar para mantenerse y mi cabeza necesita competir. Todavía soy feliz en el agua. También sigo siendo muy competitiva, pero, sobre todo, soy demasiado feliz para retirarme. Me gusta estar con mi equipo y con mis compañeros, con toda la gente joven que entra. Soy ‘mami Tere’ para todos y me encanta serlo. Soy protectora, pero, sobre todo, me gusta guiarles, hacerles ver una medalla es solo una medalla y que veintiocho medallas son solo veintiocho medallas. Verlo así es una forma estupenda de prepararte también para el momento de la retirada o de la caída, porque no siempre se gana. Al relativizarlo te quitas mucho estrés.
¿Te imaginas como hubiera sido tu vida sin el deporte?
Yo siempre fui deportista. Nunca pensé que sería nadadora porque odiaba nadar. Empecé a hacerlo cuando me quedé en la silla. Pero no me imagino la vida sin deporte. Me habría perdido tantas cosas alucinantes... La natación me ha dado a mi marido, que es periodista y me hizo una entrevista a la vuelta de los Juegos de Sídney. Nos conocíamos de antes, pero ese día hablamos, hablamos y, mira, aún seguimos hablando. Me dio a mi hijo, que es lo más importante de mi vida, y me ha permitido conocer a gente extraordinaria.
¿Veremos entonces a Teresa Perales en Los Angeles 2028?
Es el plan. Hoy quedan 1.373 días para que empiecen los Juegos de Los Ángeles. Como decía, me gusta demasiado nadar, competir y estar con mi gente. Es verdad que para lograrlo el cuerpo me tiene que respetar, pero si estoy bien, seguiré adelante. Luego, además, siempre tengo muchos planes encima de la mesa. Son como mi agua fuera de la piscina. Me encanta dar conferencias, acabo de crear mi propia fundación y tengo un montón de proyectos. Uno de ellos se hará realidad en los próximos meses y busca sensibilizar a todos los clubes para que creen secciones de deporte adaptado. Todos, hombres y mujeres, con y sin discapacidad, competirán juntos y revueltos. Eso es deporte verdaderamente inclusivo.