“Las ONG llegan donde otros no llegan”
Ana Benavides es la directora general de Fundación Lealtad

Dejar ser broker para liderar una fundación no es el paso más evidente dentro de una carrera profesional, pero eso es precisamente lo que hizo Ana Benavides, quien hace unos cinco años, cambió el mundo de las finanzas por la dirección de la Fundación Lealtad, una organización independiente que trabaja para fomentar la confianza de la sociedad en las ONG a través del sello Dona con Confianza, que otorga a las organizaciones que cumplen sus nueve principios de transparencia y buenas prácticas. Esos principios se refieren a cuestiones de todo tipo: misión, actividad, financiación, uso de fondos, voluntariado, etcétera. “Mis años de banca fueron interesantísimos y muy divertidos, guardo grandes amigos de aquella época, pero me faltaba la parte vocacional del trabajo. Aprendí mucho sobre el análisis de situaciones y organizaciones complejas y, llegado el momento, surgió la oportunidad de aplicarlo al tercer sector. Como suele ocurrir en estos casos, tuve suerte y aproveché la oportunidad. Supongo que el presidente y los patronos de Fundación Lealtad valoraron más estas capacidades que la experiencia en ONG”, sugiere. “Ojalá eso ocurriera más a menudo en España, donde se encasilla a la gente con un ‘dime qué has hecho y te diré lo que harás’. Tuve que ponerme al día, aprender mucho y rápido para estar a la altura de las expectativas. Espero no haber defraudado”.
España es un país con un tercer sector muy desarrollado (unas 30.000 entidades se dedican a la acción social en nuestro país) y una ciudadanía dispuesta a arrimar el hombro cuando hace falta. Lo que no quiere decir, matiza Benavides, que no podamos hacer mucho más para que esa ayuda sea de verdad eficaz, un empeño que debería involucrar a las organizaciones, pero también a los ciudadanos. “Somos un país solidario y nos volcamos en situaciones de emergencia, pero la solidaridad, si no se focaliza adecuadamente, no es eficaz, e incluso puede generar descoordinación y dificultar la atención de aquellos que lo necesitan. Lo hemos visto muy claramente en el caso de Ucrania. La actuación de las ONG ante una emergencia, sea del tipo que sea, un desastre natural o un conflicto bélico, exige una logística capaz de responder con rapidez y flexibilidad, de ello depende la eficacia de la acción. Es necesario llevar recursos humanos y materiales a zonas de difícil acceso y hay que ser capaz de establecer prioridades. Por eso debemos colaborar con entidades que cuenten con experiencia en la gestión de emergencias y/o sean conocedoras de la zona. Nuestra responsabilidad como donantes es informarnos antes de colaborar”.
Ucrania concentra ahora el interés de la comunidad internacional. Para ponerlo más fácil, Fundación Lealtad ha agrupado toda la información sobre cómo ayudar al país. “Para que la ayuda sea eficaz es importante saber qué necesitan las ONG. Aportar materiales como ropa o medicamentos no siempre es la mejor opción”, apunta la responsable de la organización, que ha creado un listado con diez consejos para donar en emergencias. Allí se explica lo que se debe hacer: consultar quién está actuando y cómo, preguntar a la ONG antes de donar en especie o exigir garantías de seguridad en las transacciones electrónicas. Pero también lo que debemos evitar, como hacer donaciones a nombre de una persona o no contrastar la información en las webs y redes sociales de la organización.
Por último, Benavides recuerda que los problemas no acaban tras la emergencia y la necesidad de trabajar también en la reconstrucción. “Ojalá en Ucrania lleguemos pronto a esa fase. De ahí que nuestro último consejo sea acordarse del largo plazo, pensar en colaborar de forma recurrente y continuada en el tiempo. Esto es lo que permite a las ONG estar preparadas para afrontar nuevas emergencias y poder ayudar desde el primer momento”.
Pese a que de vez en cuando surgen escándalos como los de malversación de fondos que acabó con Intervida o el las denuncias por abusos sexuales contra trabajadores vinculados a Oxfam y otras organizaciones, los ciudadanos son conscientes de que los casos de mala praxis son la excepción y del importante papel que el sector de la cooperación juega en el desarrollo y defensa de nuestros derechos sociales, económicos y culturales. “Las ONG son las entidades en las que más se confía si atendemos a datos como los que ofrece el Barómetro de Edelman, que compara el sector no lucrativo con otro tipo de organizaciones como los medios de comunicación, las empresas o las administraciones públicas. En este barómetro, las ONG siempre aparecen en primer lugar como organizaciones que transmiten confianza. El problema es que es un sector que se conoce solo superficialmente. Se agrupa como ONG a organizaciones muy diferentes entre sí, tanto por su forma jurídica como por el tamaño, la actividad, o el ámbito geográfico. Se sabe mucho más sobre el funcionamiento de una empresa que sobre el de una asociación o fundación”, asegura Ana Benavides. “Como en todos los sectores, hay entidades que trabajan muy bien y otras que necesitan mejorar, pero creo que en general la sociedad reconoce el importante papel que juegan las ONG. No podemos olvidar que llegan donde otros no llegan, atendiendo a personas vulnerables, prestando servicios muy necesarios en ámbitos como la educación, la salud, la atención a los mayores, a las personas dependientes y todo ello con escasos recursos”.
Su nivel de transparencia, asegura Benavides, es alto “y no solo en la actualidad: el tercer sector ya había avanzado mucho en transparencia antes incluso de que hubiera una normativa al respecto”. La Fundación Lealtad lleva dos décadas acreditando la transparencia y las buenas prácticas de las ONG. “En estos años hemos visto que la tecnología es una gran aliada de la transparencia, ya que a través de la página web es sencillo poner a disposición de la sociedad información relevante, detallada y completa. Sin embargo, la transparencia es solo una parte de la ecuación, y es la más fácil. Debe ir acompañada de buenas prácticas: gestión eficaz, buen gobierno, control del uso de los fondos, diversificación de las fuentes de financiación... Es necesario garantizar, por ejemplo, que la actividad responde a la misión de la ONG, que hay una planificación y se realiza el seguimiento de resultados, y que de alguna forma se mide el impacto de la organización. También es necesario contar con políticas y procedimientos que permitan, por ejemplo, actuar en caso de conflicto de interés en el seno del órgano de gobierno, o que establezcan con qué tipo de entidades podemos colaborar”.
La Fundación Lealtad presentó recientemente el análisis que todos los años hace sobre la presencia femenina en el tercer sector, basado en los datos aportados por sus 233 ONG acreditadas (110 fundaciones y 123 asociaciones que trabajan en acción social, cooperación al desarrollo, ayuda humanitaria, investigación científica asociada a la salud y medio ambiente). “En el tercer sector siempre ha habido una elevada, cuando no mayoritaria, presencia femenina, posiblemente por el papel de cuidador asumido tradicionalmente por la mujer”, indica la directora general de la institución. “Hace unos años parecía que lo raro era encontrar hombres en determinados perfiles de las organizaciones sociales. Afortunadamente eso ha cambiado, pero el sesgo femenino se mantiene”. A diferencia de lo que sucede en otros ámbitos, la presencia femenina en la base se corresponde con una presencia destacada también en la cima de las organizaciones. Según su análisis, las mujeres ocupan el cargo de presidenta o directora en el 64% de las entidades.
Pero del estudio se desprende también que la presencia femenina decrece a medida que aumenta el volumen de gasto de la entidad; es decir, que las grandes organizaciones, las que manejan los mayores presupuestos, siguen mayoritariamente lideradas por hombres. Así, un 66% de las ONG que manejan inversiones inferiores a los 300.000 euros anuales están dirigidas por mujeres. El porcentaje cae hasta el 35% en las organizaciones que tienen presupuestos superiores a 5 millones de euros. A juicio de Benavides, para salvar ese gap sería necesario abrir el foco. “A menudo nos fijamos en el último escalón, en la llegada a la cima de la organización, cuando en realidad lo importante es el camino, la vida profesional que nos permite llegar a esa cima. De ahí que sea esencial comenzar por el principio: la educación. Educación en un sentido amplio: en el reparto de tareas en la familia, en la transmisión de referentes femeninos que nos visualicen en el mismo lugar que los hombres, en la formación de habilidades clave, en establecer la seguridad necesaria para hacer visibles nuestros logros”.