“Nadie reconoce de primeras que es racista, pero a la hora de la verdad, sí hay racismo”
La ‘influencer’ Adriana Boho ha publicado ‘Ponte en mi piel’, una guía para combatir el racismo cotidiano

Hace una década, Adriana Boho creó el blog Boho Style (en sus inicios, Boho Closet), lo que le abrió las puertas del mundo de la moda. En la actualidad, trabaja como coolhunter, estilista, personal shopper y sobre todo influencer, facetas a la que hace ya tiempo sumó la de activista, pese a que su implicación con causas sociales le haya costado la colaboración con alguna marca. Boho acaba de publicar Ponte en mi piel (Libros Cúpula), una guía para combatir el racismo cotidiano y enseñarnos que, aunque pocas personas admiten ser racistas, la mayoría podemos serlo sin siquiera darnos cuenta.
¿Por qué el racismo sigue resultando un tema tan incómodo?
Es incómodo porque, por regla general, no nos gusta que se nos diga que hacemos algo mal, nos corrijan o nos cuestionen. Nos cuesta hacer autocrítica y nos falta empatía para ponernos en el lugar del otro e intentar comprender qué le puede estar molestando o doliendo. Además, el racismo es algo que está muy arraigado. Hay tantísimas expresiones y actitudes que se reproducen desde hace tanto tiempo que las hemos normalizado. Es el mismo problema que nos hemos encontrado con el machismo, pero la gente ahora sí está pendiente de qué comentarios o actitudes pueden ser machistas y las recrimina para corregirlas. Eso nos falta con el racismo.
Es verdad que en los últimos años hemos aprendido a identificar los micromachismos en los demás y en nosotros mismos. ¿Qué microrracismos, gestos discriminatorios más o menos sutiles, te sigues encontrando en tu día a día?
Por ejemplo, si estoy con mi pareja tomando algo, me he levantado a coger una llamada y en ese momento se acerca la camarera, es normal que se refiera a mí como ‘la negrita con la que estabas’. De todo lo que podría decir, la chica de pelo rizado, la que lleva el vestido rosa, suele escoger la ‘negrita’. O que al ir a pedir un préstamo, teniendo todos los papeles en regla, prefieran que les des la documentación de tu pareja. O ir a alquilar un piso y que el casero te diga que a negros no alquila porque luego nos traemos a toda la familia. Me encuentro con situaciones como estas todo el tiempo, todos los días. Son situaciones que a la larga van calando y llega un punto en el que llegas a plantearte si el problema lo tienes tú. Por eso es importante aprender a protegerte, a reconciliarte contigo misma y con tus orígenes, y a quererte, para ser capaz de lidiar con lo que te llegue de fuera y combatirlo sin hundirte. Es un trabajo duro que lleva muchos años y que, afortunadamente, yo he hecho.
También sigue habiendo muchos tópicos en torno a la cultura negra. ¿Cuáles te molestan especialmente?
Sobre todo los que tienen que ver con cosificación y la hipersexualización de la mujer negra. Son muy típicos los comentarios del tipo: ‘las negras sois más fogosas’ o ‘nunca he probado con una negra’.
¿Por qué para tanta gente sigue resultando violento llamar a otra persona ‘negro’ o ‘negra’?
Porque históricamente se le ha dado a la palabra ‘negro’ una connotación negativa. Por eso la gente intenta dulcificarlo usando ‘negrito’ o ‘negrita’, pero no se da cuenta de que lo está empeorando. No somos ‘negritos’, ni ‘de color’, ni ‘chocolatitos’, ni ‘conguitos’. Yo soy negra, y si no quieres llamarme negra, estás dando por hecho que serlo es algo negativo. Mucha gente no lo hace con mala intención, por eso mi propósito es corregirlo, pero desde el buen rollo. Porque, así como para luchar contra el machismo necesitamos la colaboración de los hombres, para luchar contra el racismo necesitamos aliadas y aliados blancos.
También insistes en la importancia del racismo en las aulas, que tú viviste en primera persona. Para empezar, por el daño que puede causar a quien lo sufre. Animas a darle importancia a estos episodios y no considerarlos simplemente ‘cosas de niños’.
Desde el principio supe que quería dirigirme sobre todo a la gente más joven, a los que están en el colegio, en el instituto o la universidad. Estoy hablando con la editorial para poder ir a institutos a dar charlas sobre los temas que trato en el libro. Mi intención no era solo contar mi caso particular, sino ofrecer herramientas, tanto a la persona que esté sufriendo esta situación, como al resto de alumnos y al profesorado, para que sepan como actuar en este tipo de situaciones.
¿Es diferente el racismo actual que el que te encontraste cuando llegaste a España?
El racismo se ha adaptado al siglo XXI. Las redes sociales y los medios ahora juegan un papel muy importante, tanto para bien como para mal. Por desgracia, ahora se pueden viralizar mucho más rápidamente las actitudes racistas, pero también se puede combatir mucho mejor, como ha demostrado el movimiento Black Lives Matter
Tú trabajas en el mundo de la moda, que se supone que es una industria muy abierta, creativa y progresista. ¿Te has sentido en algún momento excluida?
Es abierta de puertas para afuera. Nadie reconoce de primeras que es racista, pero a la hora de la verdad, sí hay racismo. Yo he acudido a muchos eventos como influencer y me he encontrado con compañeras de profesión que lo único que hacen es preguntarte qué haces allí o quién te ha invitado, como si ese no fuera tu lugar. A la gente se le sigue haciendo raro que una negra pueda tener estilo. A no ser que sea Beyoncé o Rihanna, claro. Pero a las negras de aquí, las de a pie, siempre se nos vincula con los mismos tipos de trabajo. A lo largo de los años me he encontrado con muchas situaciones de este tipo. Y no pasa solo en el mundo de los influencers. Cuando subes al autobús, ¿cuántos conductores negros te encuentras? Y cuando vas al médico, ¿cuántas enfermeras negras hay? No hay una inclusión real, no la vemos en el día a día. También estoy aquí para marcar la diferencia, para decirles a las mujeres y, sobre todo, a las niñas negras que si yo he podido, ellas también pueden. Yo no tuve referentes, y eso es algo muy triste.
Nadie nace racista, es algo que se aprende. ¿Crees que también se puede desaprender?
Yo soy una persona muy positiva y pienso que sí, por eso he escrito el libro. Siempre que la persona quiera y que encuentres la forma adecuada de explicarle las cosas, es posible. Por eso no quería escribir el típico manual sobre racismo, sino hacer algo más cercano, contar las cosas como podría hacerlo una amiga.

En el libro hablas de cómo el feminismo históricamente se ha centrado en los problemas y las preocupaciones de las mujeres blancas. ¿Eso ha cambiado? ¿Te sientes representada por el feminismo actual?
No, para nada. Ahora con el 8M mucha gente me ha preguntado dónde iban a manifestarse las mujeres negras y no lo sabía. No veo convocatorias, ni llamamientos, ni siquiera carteles en las manifestaciones que sean inclusivos. Incluso con consignas como ‘si nos tocan a una, nos tocan a todas’ hay matices. Si la mujer es blanca y española, todas a la calle. Pero si es marroquí o negra, nadie lo comparte y no sale en los medios. Hablo solo por mí, pero yo no me siento representada por el movimiento feminista, aunque también tengo que decir que cada vez hay más compañeras blancas que se unen a esta lucha, y eso es algo de agradecer. Ahora estoy colaborando con las chicas de Afroféminas precisamente buscando formas de seguir sumando fuerzas.
Parece que la comunidad negra tiene ahora un poco más de presencia en los medios. ¿Crees que el interés es real o se trata un espejismo?
Es verdad que cada vez tenemos más presencia. Incluso la serie Élite ha incorporado a un actor originario de mi país, Boré Buika. Pero siempre hay solo uno. Francine Gálvez lleva toda la vida en la tele, pero tampoco se ven más mujeres negras. Estamos ahí, pero con cuentagotas.
Insistes mucho en que no basta con no ser racista, sino que hay que ser antirracista. ¿Cómo podemos empezar a combatir el racismo en nuestro día a día?
En primer lugar, deconstruyéndonos para analizar cómo nos enfrentamos a situaciones cotidianas y cómo reaccionaríamos si involucrasen a personas racializadas. Hay que hacer ese ejercicio de deconstrucción y, una vez hecho ese trabajo interno, hacerlo también con nuestro entorno, empezando a señalar el racismo como lo hacemos con el machismo. Si comparamos las actitudes que tenían nuestros padres o nuestros abuelos hace cincuenta años con las que tenemos ahora, está claro que queda mucho por hacer, pero ya hemos avanzado un montón en relación al machismo, y estoy segura de que también podemos hacerlo con el racismo.