Alice Milliat, la impulsora del olimpismo femenino
La francesa creó los Juegos Mundiales de Mujeres, cuyo éxito obligó al COI a admitir la participación femenina

En Tokio 2020, el 49% de los atletas serán mujeres, lo que convierte a estos Juegos en los primeros paritarios de la historia. Si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias al esfuerzo de muchas deportistas y gestoras que durante décadas trabajaron para que ellas pudieran competir en igualdad de condiciones. Esas pioneras no lo tuvieron nada fácil. Algunas de sus historias se recuperan ahora en el libro Más que olímpicas, escrito por los periodistas Paloma del Río Cañadas y Juan Manuel Surroca.
El barón Pierre de Coubertin, creador de los JJOO modernos, consideraba que la actividad deportiva no era práctica ni estética para la mujer. Esa visión machista, secundada por los primeros miembros del COI, limitó al máximo la presencia femenina en los primeros Juegos. De hecho, en esas primeras ediciones las mujeres solo participaron, y con cuentagotas, en algunos deportes de carácter aristocrático como el tiro con arco, el golf y el tenis. Pero en la década de 1920 surgió un movimiento, liderado por la francesa Alice Milliat, que impulsó la creación de una Federación Internacional Deportiva Femenina (originalmente FSFI, por sus siglas en francés).
Milliat era toda una deportista: practicaba remo, natación y hockey. Nacida en una familia de clase media, se formó como maestra y a los 20 años se casó con Joseph Milliat. El matrimonio se mudó a Londres, donde Alice enviudaría cuatro años después. Nunca se volvió a casar y gracias a su manejo de idiomas pudo viajar por distintos países trabajando como traductora. Su pasión por el deporte le llevó a fundar la Federación Francesa de Deportes Femeninos y a empezar a trabajar por la inclusión de las mujeres en el movimiento olímpico.
Tras la negativa del COI a incluir pruebas femeninas de atletismo en los juegos de Amberes 1920, Alice Milliat organizó, dos años después, en el Pershing Stadium de París, la llamada Olimpiada femenina. El éxito de la competición, seguida por miles de personas, incomodó tanto al COI que, ante la posibilidad de que la iniciativa se consolidara, cedió y abrió la puerta a que las mujeres compitieran en un número limitado de pruebas atléticas en los juegos de Ámsterdam 1928.
Esta apertura se consideró insuficiente y, ante la persistencia de la FIDF, que aún celebró en 1926 y 1930 dos nuevas ediciones bajo el título de Juegos Mundiales de Mujeres, dio paso a un pulso con la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) que concluyó en 1936 cuando la IAAF reconoció los récords de las competiciones organizadas por la organización de Milliat, que acabaron siendo controladas por la IAAF. Una vez cumplido su objetivo, la Federación Internacional Deportiva Femenina desapareció en 1938.