Algunas verdades incómodas sobre el cambio climático
Las científicas participantes en el programa Homeward Bound advierten de la necesidad de que todos nos impliquemos. Y hagamos renuncias

La verdad incómoda de la que alertaba Al Gore hace más de una década es hoy en día una realidad. Lo han comprobado en directo las participante de la cuarta edición de Homeward Bound, un programa internacional que desde hace cuatro años preparara a científicas de todo el mundo para que asuman papeles de liderazgo contra el cambio climático. Homeward Bound envía cada año a un centenar de biólogas, oceanógrafas, físicas, matemáticas, químicas, etcétera, a una expedición de tres semanas por el continente Antártico. Allí pueden ver con sus propios ojos los efectos del calentamiento global (el continente blanco es considerada el ‘termómetro’ del planeta, porque es allí donde se notan primero los efectos de los cambios de temperatura), visitan las bases científicas que mantienen algunos países para recabar información y, además (y quizá lo más importante), hacen comunidad. Porque el ambicioso objetivo que desde el principio se propuso Homeward Bound es crear, a lo largo de una década, una red de mil mujeres que trabajen juntas para frenar el calentamiento global.
En la edición de este año ha habido participantes de 35 países, entre ellas, siete españolas: Blanca Bernal, doctora en biogeoquímica de ecosistemas y recursos naturales; Anna Cabré, física, doctora en Cosmología e investigadora de la Universidad de Pennsylvania; Laura Fernández, consultora en sostenibilidad e innovación social; Laura García Ibáñez, doctora en Inmunología; Marga Gual Soler, bióloga y experta en diplomacia científica; Patricia Menéndez, doctora en matemáticas y estadística y profesora en la Universidad de Monash en Melbourne, y Cristina Otano, especialista en gestión de riesgos y desastres. Junto a 93 científicas de otros países, partieron el 22 de noviembre desde Ushauai (Argentina) y desembarcaron en el mismo punto el 10 de diciembre. Ayer por la mañana aterrizaban en España. Algunas de ellas, así como integrantes del programa de anteriores ediciones que están en Madrid como delegadas de sus países en la COP25, participaron en un encuentro organizado por Acciona, que lleva tres años apoyando el proyecto.
Allí hablaron de su experiencia y reclamaron una mayor contundencia frente a la crisis climática, porque la situación, dijeron, es crítica. “Podemos afirmar que existe una emergencia climática. La hemos tocado”, aseguró la bióloga Marga Gual. “Hemos visto de primera mano el retroceso de los glaciares y a las especies amenazadas porque están perdiendo sus hogares a causa del deshielo. Hemos pasado de pensar en el cambio climático como algo abstracto a verlo en directo, y es una experiencia estremecedora”.
Gual también adelantó que el grupo trabajo sobre una propuesta para proteger las áreas marinas de la Antártida que pondrán dentro de poco sobre la mesa. La de Madrid es la primera Blue COP, es decir la primera cumbre del clima en la que se aborda el papel de los océanos y mares en la lucha contra el cambio climático, lo que resulta bastante sorprendente teniendo en cuenta que el 72% de la superficie del planeta es agua. “Los océanos son una parte clave de la solución”, aseguró Stephanie Langerock, comisionada belga para la Comisión Ballenera Internacional, que recordó que, por ejemplo, una ballena jorobada es capaz de acumular tanto carbono como 30.000 o 35.000 árboles. “Tan importante es proteger los bosques como proteger a las ballenas”, dijo. Otro ejemplo de la importancia de los océanos: una hectárea de posidonia oceánica (esa planta acuática endémica del Mediterráneo cuyas hojas llegan después en forma de ‘bolas’ marrones a las playas mediterráneas) libera cinco veces más oxígeno que una hectárea de bosque amazónico. “Es otro ejemplo de por qué la solución al cambio climático pasa sí o sí por el mar”, indicó Alicia Pérez-Porro, profesora de ciencias ambientales en el Baruch College de Nueva York y presidenta de la Asociación de Científicos Españoles en Estados Unidos.

Por supuesto, pasa también por la implicación de toda la sociedad, porque como recordó la experta mexicana en desarrollo bajo en carbono Sandra Guzmán, “la emergencia climática ya superó la capacidad de cualquier institución política”. En este punto es necesaria la implicación activa de los gobiernos, pero también del mundo académico, las empresas y, por supuesto, la ciudadanía, que según Guzmán, tiene varios “superpoderes” a través de los cuales puede actuar. En primer lugar, el voto. “No podemos seguir votando a políticos con determinadas ideas”, aseguró. “El segundo superpoder es el de consumo. Nuestro dinero sigue yendo a las grandes empresas y deberíamos estar apoyando a las empresas innovadoras que estén promoviendo la transformación. Pero, sobre todo, debemos interiorizar que nosotros, la humanidad, somos el problema y, por lo tanto, en nuestras manos está la solución”.
Esta idea implica necesariamente renunciar a ciertas cosas que se han asumido como conquistas e incluso derechos. “Tenemos que cambiar nuestra forma de vivir y quizá algunos cosas no nos gusten. Hay que retar la idea que tenemos de confort porque habrá que hacer ciertos cambios que van a afectarla mucho. Es lo que hay”, Alicia Pérez-Porro.
En este sentido, las científicas insistieron en la importancia de construir una nueva narrativa y una visión diferente de lo que es la felicidad que convenza a la ciudanía de la necesidad de plantearnos nuevo modelos de desarrollo. “Hay que llegar a la gente de una forma inteligente, con nuevas historias, nuevos relatos”, propuso Mónica Araya, asesora del Climate Vulnerability Forum y fundadora de Costa Rica Limpia. También garantizar la justicia social. En su opinión, el reto no es tanto establecer cómo reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. “Eso ya lo sabemos”, apuntó, “lo que no sabemos es cómo repartir esa carga dentro de nuestros países. No olvidemos por qué estamos en Madrid. Ya vimos lo que pasó en Francia cuando subió el precio del diésel, lo que pasó en Ecuador cuando se anunciaron medidas que encarecían el precio de la gasolina y lo que pasó en Chile cuando aumentó el precio del billete el metro en solo cuatro centavos. Si la gente no llega a final de mes, no vamos a ganar la batalla de la sostenibilidad”.
