“Las matemáticas contribuyen a crear ciudadanos libres”
La profesora María Gaspar es la presidenta del Comité Organizador de la Olimpiada de Matemáticas en España

Decía la fallecida Maryam Mirzakhani, la primera mujer en ganar la medalla Fields, que la belleza de las matemáticas “solo se revela a los seguidores más pacientes”. María Gaspar disfruta, sin duda, de la belleza de una de las materias que más rechazo generan entre los estudiantes, acaso porque nunca hayan tenido una profesora como ella. También a Gaspar los números se le atragantaban de pequeña. No solo lo superó, sino que se ha pasado los últimos 45 años enseñando la asignatura, y aunque la edad le permita ya retirarse, de momento no tiene ninguna intención de hacerlo. Actualmente enseña en el Instituto San Mateo y en la Universidad Complutense de Madrid. Por sus clases han pasado centenares de alumnos que hoy estudian en universidades de prestigio o trabajan en importantes empresas tecnológicas de todo el mundo. Desde hace diecisiete años preside, además, el Comité Organizador de las Olimpiadas Matemáticas Españolas. Hace poco recibió el Premio Smartick a la Mejor historia docente, un reconocimiento al trabajo de los profesores que consiguen potenciar el talento de sus alumnos.
¿Qué supone un reto mayor: dar clase en la universidad o en el instituto?
Prepararse una clase para la universidad o para el instituto son tareas muy diferentes. Con los niños tienes que elegir una idea y dividirla en muchos trocitos. Tienes que hablar durante una hora de lo mismo intentado que lo importante llegue a los chicos. En la universidad, en cambio, es al contrario: se trata de meter, en una hora, cuantas más ideas mejor. Cualquier clase supone un reto. Aunque la materia que enseñes sea siempre la misma, los alumnos no lo son para nada. Cada año es la misma película, pero con diferentes protagonistas. En la universidad siempre me ha gustado dar clase a los alumnos de primero, porque están en el puente de paso de la enseñanza secundaria a la universitaria y creo que ahí es donde puedo ser más útil. Sé de dónde vienen, en qué punto están, qué es lo último que han dado. Lo mismo pasa con los alumnos de segundo de bachillerato: puedo serles útil porque sé con qué se van a encontrar en la carrera.
¿En qué consiste tu trabajo como presidenta del comité organizador de la Olimpiada de Matemáticas en España?
La Olimpiada una actividad organizada por la Real Sociedad Matemática que mueve cada año a unos 3.000-3.500 estudiantes de toda España e implica mucho trabajo, no solo por mí parte. Hace falta gente en cada rincón de nuestra geografía para intentar llegar a cuantos más chavales mejor. Es una tarea que tenemos que hacer al margen de nuestro trabajo normal. No cobramos por ello, pero creemos que de verdad merece la pena. También para los chicos supone un trabajo extra. El objetivo es detectar, antes de que decidan su futuro, si tienen algo especial para las matemáticas. Es algo que debería hacerse en la escuela, pero no es tan fácil. Si un niño tiene muy buen oído, aunque solo tenga dos años, todo el mundo se da cuenta cuando canta una canción de que tiene talento para ello. También se nota si pinta muy bien o destaca jugando al fútbol. Pero con las matemáticas no es tan fácil de detectar. Cada año tenemos que pelear por conseguir ayudas, y eso también desgasta mucho. Entiendo que las empresas no quieran involucrarse, pero no que al Estado no le interese. Ninguna sociedad puede permitirse desperdiciar el talento.
No es el único programa para detectar el talento matemático en el que participas.
También formo parte del proyecto ESTALMAT, un programa de la Real Academia de Ciencias que empezó en Madrid en 1998 por iniciativa de Miguel de Guzmán, un gran matemático español. Él estaba muy involucrado en temas de educación a nivel internacional y sabía que en otros países existían programas del tipo talent search, de búsqueda de talentos jóvenes, en matemáticas. En España no teníamos nada así hasta que este programa se puso en marcha. Cada año seleccionamos a veinticinco niños de entre 12 y 13 años de un total de 300 o 400. Es un proceso muy difícil, más que muchas oposiciones. Los niños están con nosotros durante dos cursos académicos y les enseñamos materia distinta a las matemáticas curriculares, porque si a estos niños que ya son buenos en la asignatura les damos lo mismo que ven en el colegio y les hacemos avanzar, luego en clase se aburrirán todavía más. También soy una de las creadoras del concurso Primavera de Matemáticas, que montamos en 1999 un grupo de profesores amigos. Concursos de este tipo, que les enseñan a los chavales la otra cara de las matemáticas, existían en otras partes del mundo, pero no en nuestro país. Las matemáticas no son sumar, restar y hacer ejercicios repetitivos, si solo fueran eso desde luego a mí no me gustarían. Tienen mucho de creatividad, de reto, de juego, de invención, de ir más allá. Es lo que tratamos de mostrarles con este concurso. Lo hacemos con mucha voluntad y cariño, pero con poquísimos medios. Eso sí, tenemos el apoyo de la Facultad de Matemáticas de la Complutense, que nos presta sus instalaciones, y de la Comunidad de Madrid, que nos edita un libro que llega a todos los centros.
¿Por qué crees que a tanta gente se le atragantan las matemáticas? ¿Cómo podemos aprender a amarlas?
Las matemáticas están en todas partes. Estás en contacto con ellas desde que eres bien pequeño y desde que te levantas hasta que te acuestas. Cuando las entiendes de verdad y ves su corazón te enganchan. No se dé nadie que no se emocione ante un buen resultado, aunque no sea tuyo. Yo me puedo emocionar muchísimo escuchando determinada música o viendo una pintura y admiro a quien la ha hecho aunque yo no sea capaz. Pero para amar algo te lo tienen que enseñar bien. Ahí es donde la guía de un profesor es absolutamente esencial. Si piensas que las matemáticas son un rollo —porque así de entrada hacer veinte ecuaciones seguidas es un rollo— y luego ves que te atascas por la razón que sea, pierdes la confianza en ti mismo. Y la pérdida de confianza potencia el rechazo. Mi labor como profesora consiste en mostrar la belleza de las matemáticas y conseguir que mis alumnos tengan confianza en que podrán avanzar hasta donde les permitan sus posibilidades. No todo el mundo va a ser Gauss, igual que no todo el mundo va a ser Picasso o Mozart, pero todos podemos aprender de algo y disfrutarlo. El poso que te dejan las matemáticas que aprendes en la secundaria no son tanto teoremas y resultados, que también, sino una forma de cultura. Te enseñan a pensar, a separar lo que es esencial de lo accesorio. Contribuyen a crear ciudadanos con sentido común y capacidad de decisión y, por lo tanto, libres.
¿Qué es lo que te atrajo a ti de ellas?
Lo que tenían de reto. Yo era buen lectora (sigo siéndolo), escribía con bastante soltura y sacaba buenas notas en todo. Pero matemáticas era la materia que más trabajo me costaba. Por eso cuando dije en casa que quería estudiar eso mis padres se quedaron asombradísimos. Yo estaba convencida de que si me dedicaba a las matemáticas seguiría leyendo o escribiendo, pero que si hacía letras, las matemáticas se acabarían. En realidad no es así. Si te gusta sigues leyendo, pero no como si hubieras estudiado literatura. Al final, para hacer bien cualquier cosa hay que dedicarle tiempo.
Hay investigaciones que indican que las niñas sí se interesan por las ciencias y las matemáticas, pero pierden el interés al llegar a la adolescencia. En tu experiencia, ¿qué se podría hacer para evitarlo?
Las niñas necesitan modelos de mujeres que, sin necesidad de renunciar, si así lo quieren, a formar una familia, persigan sus sueños y no renuncien tampoco a su carrera profesional. Hay que conseguir que las niñas las conozcan, porque si existen están escondidas. También hay que acabar con los estereotipos que les transmiten la idea de que determinadas carreras y profesiones no son para mujeres. O que los chicos pueden más y lo van a hacer mejor. Actualmente, la proporción de hombres y mujeres en la carrera es similar, pero en las actividades extracurriculares como las que hemos mencionado la presencia de chicas es mínima. Este año, en la fase nacional de la Olimpiada hemos pasado por fin del 10% de participación femenina. En la internacional ocurre lo mismo. En Europa hace unos años montaron una Olimpiada solo para chicas y empieza a haber datos de que está teniendo una influencia positiva en su actitud hacia las matemáticas. Al final es un círculo, según vaya habiendo chicas jóvenes que logren éxitos tendremos un modelo para las futuras generaciones de niñas.