El primer contacto con el porno se adelanta a los 8 años
La cultura de la pornografía está detrás del aumento de prácticas sexuales de riesgo

La edad media de inicio en el consumo de pornografía son los 14 años entre los chicos y de 16 años entre las chicas. Así lo indica el estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, realizado por la Red Jóvenes e Inclusión Social y la Universitat de Illes Baleares a partir de 2.500 encuestas a jóvenes de entre 16 y 29 años. La edad media ya es baja, pero, además, hay un porcentaje considerable (18,15%) de chavales que se inicia en la pornografía antes de los 14 años y en algunos casos el primer contacto con estos contenidos se produce, tanto para niños como para niñas, tan pronto como a los 8 años.
Esto tiene mucho que ver, según los responsables del estudio, con la familiaridad con las pantallas y el fácil acceso a la tecnología móvil. La mitad de los jóvenes ven porno en el móvil, el 43% en un ordenador y el resto a través de otras vías (tableta, DVD, televisor, etcétera). Según el último balance anual de PornHub, el móvil concentra ya el 67% de todo el consumo mundial de pornografía (hace solo dos años era el 52,9%)
El 70% de los jóvenes españoles ha visto porno alguna vez. Los hombres son los que lo consumen mayoritariamente (un 87%), aunque en los últimos cinco años ha aumentado significativamente (20%) el acceso por parte de las chicas. Lo más habitual es que los jóvenes lleguen a estos contenidos a través de búsquedas en internet (27,1%) o con la ayuda de amigos (17,7%). Más inquietante resulta que el 14,7% sencillamente se encuentre con estos vídeos mientras navega por la red.
La mayoría de las personas encuestadas solo reconoce frecuentar ocasionalmente este tipo de webs. Un 58,8% dice que solo las mira de vez en cuando o algunas veces a la semana. Solo un 7,6 % de todos los jóvenes reconoce un uso frecuente (una o más veces al día). Esto a nivel general, porque si diferenciamos el dato por género, ellos hacen un consumo diario en el 14,4% de los casos, frente al 0,8% de ellas. El 8,3% de la muestra de chicos acepta la idea de que puede ser adicto al porno.
El 43,9% de los entrevistados (el 62,4% de los chicos y el 25,3% de las chicas) dice ver porno para masturbarse, el 40% por curiosidad y el 25,4% para aprender sobre sexo. A esto se suma que en torno al 80% de los jóvenes asegura no haber recibido una educación afectivo-sexual suficiente o no haber tenido ninguna. La mayoría recurre a sus amigos (72,8 %) e internet (69,1 %) para resolver sus dudas o curiosidad sobre el tema. Por ello el estudio alerta del peligro de que esta nueva pornografía pueda convertirse en la fuente principal de educación sexual para los adolescentes.
Una de las consecuencias de ese fácil acceso a la pornografía es el desarrollo "de la cultura de la pornografía como parte de la socialización de los adolescentes y jóvenes", en palabras de uno de los autores del estudio, el profesor de la Universitat de Illes Baleares Lluís Ballester.
Los hombres son los grandes consumidores de este tipo de contenidos y su impacto es, por tanto, también mayor entre ellos. Uno de sus efectos es la amplificación de los estereotipos de género y la cosificación de la mujer, porque la mayoría de los contenidos son de naturaleza sexista o vejatoria. En línea con las conclusiones de trabajos anteriores, el estudio concluye que “la exposición de material pornográfico en la red en edades tempranas es causa y consecuencia de la creencia de que la mujer es un objeto sexual, distorsiona la realidad de lo que es el sexo y, en hombres con tendencia a la agresividad sexual, esta se ve claramente aumentada”. Además, influye sobre la imagen que de sí mismos tienen los adolescentes: “las chicas se sienten físicamente inferiores a las mujeres que ven en los vídeos; los chicos dudan de su virilidad, piensan que no serán capaces de comportarse como los personajes que aparecen en la pornografía”.
Aunque recoja todo tipo de prácticas sexuales, la representación dominante se centra en el modelo heterosexual de dominación masculina. “En la pornografía se observa la posibilidad de hacer cualquier cosa, por violenta que sea y con cualquier tipo de riesgo, como si estos no existieran”, dice el texto. De hecho, la mitad de los jóvenes reconoce haber incrementado las prácticas de riesgo que pueden tener un impacto negativo sobre la salud después de consumir pornografía: sexo sin preservativo, con diversas parejas, en grupo, con violencia, etcétera.
“Sabemos que el inicio del consumo de pornografía se produce con toda seguridad a edades muy tempranas, con lo que desde muy jóvenes reciben impactos distorsionadores de la percepción de las relaciones interpersonales, mensajes que buscan producir una escalada de conducta, pasando al consumo de prostitución, entre otras cosas”. La investigación advierte de que un 46,7% de hombres ha recibido anuncios de ofertas sexuales mientras veía estos vídeos y al menos 300.000 hombres entre 16 y 29 años ya han tenido contactos sexuales por medio de anuncios en webs de pornografía. Un 4,5% de los encuestados reconoce haber pagado por sexo o estar dispuesto a hacerlo.