Luz sobre la dislexia
Hablamos con la investigadora Luz Rello, fundadora de Change Dyslexia y ganadora del Premio MAS en Tecnología

De pequeña fingía para que nadie se diera cuenta de que le costaba leer y escribir. Ahora, Luz Rello trabaja para desarrollar soluciones tecnológicas que ayuden a que ningún niño disléxico como ella se quede, independientemente de su procedencia o de sus recursos, sin diagnosticar y tratar.
La dislexia es una dificultad en el aprendizaje de la lectura o la escritura mucho más frecuente de lo que podríamos pensar. Se estima que afecta a entre el 7% y 10% de la población. Pero a pesar de esa elevada prevalencia, sigue siendo un trastorno oculto y poco tratado. De hecho, se calcula que el 40% de los casos queda sin diagnosticar. El motivo, según Luz Rello, es simple desconocimiento. “A las personas sin dislexia les resulta muy difícil comprender lo que le ocurre a alguien con dislexia. Lo interpretan desde sus referentes, pensando que es un problema de inteligencia o de falta de esfuerzo”. También ayuda a taparlo el hecho de que los niños se convierten en expertos en camuflaje. “Normalmente utilizan muchas estrategias para que su problema pase desapercibido, como aprenderse de memoria las palabras antes de leerlas”, cuenta.
Ella lo sabe bien: es lo que hacía de niña. Nadie descubrió que tenía dislexia hasta los 10 años. “Hasta entonces yo simplemente pensaba que era tonta, que era más lenta que los demás”. A partir de ahí las cosas mejoraron en clase y, demostró que, de lenta, nada. A sus treinta y pocos, es licenciada en Lingüística, tiene un master en Procesamiento del Lenguaje Natural, un doctorado en Informática, ha escrito un libro y decenas de artículos, y se ha convertido en un referente mundial en la investigación de la dislexia, con premios tan importantes como el European Young Researchers en 2013 (fue la primera española en ganarlo) o el Princesa de Girona en 2016.
El que a la hora de elegir carrera se decidiera por disciplinas que tienen que ver con el tratamiento de la información (Lingüística y Computación) no fue, desde luego, casual. “Cuando era pequeña me hacía listas de palabras e intentaba aprenderlas de memoria, como una forma de compensar mis dificultades. ¡Pero era una tarea imposible! Luego descubrí, gracias a la Ortografía de la RAE, que el lenguaje tiene unas reglas, y aquello me fascinó. Se me daba fatal y quizá por eso quería comprenderlo, aprender sus reglas casi matemáticas. Cuando estudiaba Lingüística descubrí una asignatura llamada Procesamiento del lenguaje natural, una disciplina que aplica la inteligencia artificial al lenguaje. Se trata de modelizarlo. Y supe que era lo mío”. Haciendo un master de ello en Inglaterra, el director de su tesis le dio la idea de darle un giro al tema inicial, la modelización del lenguaje (descubrir patrones a partir de modelos matemáticos), para ayudar a las personas con dislexia.
En esa época fichó por la Universidad Carnegie Mellon, uno de los centros superiores de investigación de computación y robótica más importantes de Estados Unidos, al nivel del MIT o Caltech. Hace poco se ha mudado de vuelta a Barcelona tras cuatro años allí. En ese tiempo puso en marcha su gran proyecto, Change Dyslexia, una empresa social que busca poner la tecnología al servicio de todas las personas con este trastorno. El objetivo es que nadie, independientemente de su situación socioeconómica, se quede sin diagnosticar y tratar. Su primer gran éxito fue Dyctective Test, una app que en quince minutos, y a partir de juegos, detecta el riesgo de padecer este trastorno. “Fue diseñada con una muestra de más de 10.000 personas”, explica. “Gracias al análisis lingüístico y computacional de esta muestra, hoy tenemos un test de detección de riesgo de alta sensibillidad (del 81% para las personas de entre 7 y 12 años)”.
Más allá de la fase de detección, trabajan también en el tratamiento de la dislexia. Para ello han desarrollado DytectiveU, un programa de estimulación cognitiva con más de 40.000 ejercicios diseñados para desarrollar veinticuatro habilidades cognitivas. Está gamificado, para que los niños puedan aprender jugando. “Por ahora les encanta. Y los resultados que vamos obteniendo de la investigación son francamente alentadores”, asegura. “Lo hemos evaluado en cuatro colegios de Madrid y ahora lo van a usar en cien. Al final, eso es lo que da sentido a mi trabajo, cuando los niños nos dicen que mejoran”. También planean desarrollar los programas que ya tienen en más idiomas. “Tenemos el proyecto de crear un ‘screener’ universal usando elementos independientes del lenguaje, para que ningún niño se quede sin detectar, sea cual sea su idioma materno”.
Ella es el mejor ejemplo de que con apoyo y un diagnóstico temprano, el futuro de los niños con dislexia, entre los que las tasas de fracaso escolar son muy altas, puede ser radicalmente distinto. Por eso recomienda a los padres que, ante cualquier sospecha, acudan a un especialista. También que aprovechen los recursos tecnológicos que hay hoy en día y, sobre todo, que trabajen mucho la autoestima de los pequeños, porque las dificultades de aprendizaje pueden ser a esas edades demoledoras. “Es importante que refuercen mucho las fortalezas de sus hijos y no los castiguen por su bajo rendimiento. Necesitan esa confianza para creer en ellos mismos”.
Esta entrevista se publicó primero en el nº6 de nuestra edición en papel.