“Las mujeres debemos implicarnos en la seguridad que estamos pidiendo”
La comandante Silvia Gil, una de las pioneras en la Guardia Civil
Cuando la comandante Gil decidió que quería ser guardia civil esa no era, precisamente, una profesión popular entre las niñas. Corrían los ochenta, los años de plomo del terrorismo etarra, que dejaron una huella profunda en la pequeña Silvia. “Me quedaba pegada a la televisión mirando los atentados. Todavía recuerdo lo mucho que me impactó el de la Plaza de la República Dominicana. Y pensaba: yo quiero arreglar eso. Luego no he trabajado en nada relacionado con terrorismo, pero fue lo que me hizo querer dedicarme a esto. Lo tenía claro. En mi esquema mental no cabía la posibilidad de no conseguirlo por ser mujer”.
Aunque, en realidad, si hubiera nacido solo un poquito antes, no lo hubiera logrado. Hasta 1989 no hubo mujeres en la benemérita, y hasta 1993 no entraron en la Academia General Militar de Zaragoza, donde ella se formó. Silvia Gil se convirtió, tres años después, en la número siete. Su paso por la Academia no resulto fácil. Por el cambio de rutinas más que por la escasez de compañeras. “A pesar de que mi padre era militar, mi contacto con el ejército había sido muy superficial. El paso de la vida civil a la militar fue para mí un cambio muy fuerte. Además, entré con buen número y me tocó ser jefa de sección”.
Además de padre militar, la comandante Gil tiene dos hermanos guardia civiles. Siguiendo los pasos de uno de ellos eligió la especialidad de Montaña, convirtiéndose en la primera mujer en superar el curso. “Fue físicamente duro, me costó mucho [las pruebas eran entonces las mismas para todos], pero también fue muy gratificante. Es una especialidad preciosa”. Después ha sido pionera en otras muchas cosas: la primera al mando de una unidad de rescate, al frente de un subsector de tráfico, la primera oficial en hacer el curso de paracaidismo…
Una pierde la cuenta oyéndola enumerar los destinos que ha tenido, incluida su participación en una misión de la UE para controlar la frontera de Rafah, en Palestina. Hasta llegar al gabinete técnico de la dirección general, que es donde ahora está. Ese movimiento, dice, es habitual en el caso del personal oficial. “Cada ascenso supone un cambio de destino y quien se mete a la Academia normalmente tiene intención de ir ascendiendo. Se puede renunciar. Hay algunos –y digo algunos porque creo que de momento no hay ninguna mujer que lo haya hecho, por lo menos de mi escala – que renuncian a lo que les gusta porque por motivos familiares prefieren quedarse en un sitio concreto. Yo he querido probar cosas distintas y tampoco había nada que me atara a ningún lado, así que he hecho siempre lo que he querido”. De hecho, esa posibilidad de moverse es una de las cosas que más le llaman de su trabajo. “Lo que más me gusta de la guardia civil es que puedes hacer muchas cosas. Puedes tener varias carreras y es una vida muy plena. A veces he llegado a un momento en el que notaba que no sentía tanta ilusión como al principio. Cuando me ha pasado me he dado cuenta de que tenía que cambiar de sitio o de especialidad”.
La imagen de la benemérita como un cuerpo anticuado, incluso casposo, que todavía existe tiene poco que ver, según la comandante Gil, con la realidad. “Creo que cada uno valora a la guardia civil en función de la experiencia que haya tenido con ella. A mí me pasa igual con otras instituciones. Que desde fuera que se vea todo lo que hacemos es muy complicado. Esto es como un pequeño estado: hay profesores, biólogos, ingenieros, periodistas, etcétera. Aquí cabe todo el mundo, solo hacen falta ganas de trabajar y espíritu de servicio. Es verdad que hay cosas que cuesta cambiar, pero la mentalidad dentro es cada vez más moderna. Es un cuerpo que está intentando adaptarse a la realidad para ser lo más eficientes posibles en la España de hoy y en el mundo, porque también estamos fuera”.
Aparte de su trabajo en el área institucional, la comandante Gil se encarga también de los temas de igualdad en el cuerpo. En estas tres décadas lógicamente se ha avanzado, aunque las cifras actuales tampoco sean para lanzar las campanas al vuelo: solo el 7,6% de la plantilla son mujeres. “Desde que en 2014 se constituyó el comité por la igualdad se han hecho bastantes cosas y cosas bastantes sustanciales. Que podríamos ir más deprisa, quizá, pero creo que con los medios que tenemos hacemos mucho”. El año pasado, por ejemplo, presentaron una guía de lenguaje no sexista, hace unos días se publicó una actualización de la guía de conciliación y ahora están trabajando en un diagnóstico de la situación de las mujeres en la guardia civil, que es el paso previo para hacer un plan de igualdad (se intentó hace un par de años, pero entonces no se consiguió el consenso necesario).
Por supuesto, también se potencia la visibilidad de las mujeres, sobre todo las oficiales, en todos los foros posibles. “A veces sentimos que somos parte de la exposición", reconoce, "y en realidad tampoco siento que yo haya hecho nada especial en mi carrera. Otros y otras también lo han conseguido, pero creo que es importante servir de ejemplo, que las niñas nos vean y piensen: ‘si ella puede, yo también’". Ahora están trabajando en un vídeo por el treinta aniversario de la incorporación de la mujer en el que aparecerán agentes de todas las especialidades. "Ojalá sirva de gancho, porque es necesario que las mujeres nos impliquemos en la seguridad que estamos pidiendo. Cuantas más seamos, más presente estaremos en los grupos de trabajo y en la toma de decisiones. Nosotras tenemos mucho que decir en materia de seguridad. Es importante que seamos sujetos activos, porque siempre es difícil tener en cuenta realidades que no son la tuya”.