La mujer que dirige el CSI español
Entrevistamos a Dolores Moreno, directora del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses
La sede del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF) en Madrid es un edificio gigantesco situado a las afueras de la ciudad, en Las Rozas, decorado con arte moderno e instrumental médico antiguo. Allí trabajan 222 personas, aunque las dimensiones del edificio permitirían acoger cómodamente a muchos más. Son médicos, químicos, farmacéuticos biólogos, físicos, veterinarios... Prácticamente cualquier rama de la ciencia está representada en la plantilla del INTCF. La institución tiene otras tres sedes: las de Barcelona y Sevilla, que son aproximadamente la mitad de la central en tamaño, actividad y personal, y una delegación más pequeña en Tenerife que cubre los análisis más habituales en el área de las islas Canarias. En total, casi quinientas personas trabajan en la organización. Al frente de todo está la doctora Dolores Moreno, directora general de la institución desde hace un par de años. Sus especialistas participan en la identificación de las víctimas de accidentes como los del Alvia en Santiago de Compostela o los militares del Yak-42. También analizan las pruebas de crímenes y asesinatos. Cuando hicimos esta entrevista, estaban con el análisis de los restos de Dalí a raíz de una demanda de paternidad que finalmente se ha revelado falsa.
El INTF hace muchas cosas, pero es una institución relativamente desconocida
Sí, la labor que se hace aquí es poco conocida, y yo creo que es muy importante. Este centro se creó en 1886 para dar respuesta a la administración de justicia. Cuando en los juicios había que hacer pruebas periciales con productos químicos, los análisis se mandaban a estos laboratorios. Desde entonces ha ido creciendo e incorporando más especialidades. Ahora es un conjunto de laboratorios de ciencias puras que las abarca a prácticamente todas. Tenemos departamentos de química, drogas, biología, medio ambiente, anatomía patológica y criminalística. Aunque la gente nos conoce sobre todo como centro antitóxico. Esa labor se hace a través del servicio de información toxicológica. Un grupo de médicos especialistas responden telefónicamente a las llamadas, tanto de la población general como de los profesionales sanitarios. También tenemos una línea que da cobertura a protección civil, conectada con esta sala [hablamos en su despacho], para, en caso de una catástrofe de carácter químico, poder asesorar sobre la naturaleza del compuesto que ponga en riesgo la población.
Es curioso que el área que podría llamar más la atención del público, la criminalística, sea precisamente la más desconocida. ¿Se parece la investigación criminalística a lo que vemos en las películas?
Yo creo que sí. A los profesionales de este centro no les gusta que se les compare con los profesionales de CSI, pero el trabajo que hacemos sí me lo recuerda. Creo que tocamos bastantes palos y estamos bien preparados para dar respuesta a la mayoría de los casos que se investigan.
Participáis en casos muy mediáticos y muchas veces muy delicados: crímenes, catástrofes, accidentes. ¿Afecta eso a vuestro trabajo o conseguís aislaros de ese ruido?
Creo que aquí sí podemos hacerlo, porque aunque los casos sean mediáticos, la parte que nos toca a nosotros no es cara al público. Trabajar en el laboratorio no es igual que hacerlo en el lugar de los hechos, como hacen médicos forenses o policías. A nosotros nos mandan las muestras y podemos marcar distancias con lo que ha ocurrido. Pero sí que hay presión. Ahora, por ejemplo, con el tema Dalí el equipo está preocupado porque es difícil sacar una muestra útil de un cuerpo que ha estado embalsamado. Yo no tengo dudas de que lo van a hacer bien, pero están un poco nerviosos.
Ha leído que también hacéis estudios. Por ejemplo, sobre la muerte súbita.
Sí, ese es un estudio muy interesante que se lleva a cabo en el servicio de anatomía patológica, en colaboración con médicos forenses y servicios de genética química en hospitales. En los casos de muerte súbita de gente relativamente joven guardamos una muestra y hablamos con los forenses para que informen a la familia y les remitan a su hospital de referencia para que se hagan estudios genéticos, y poder llegar así a un diagnóstico en el resto de los familiares. De alguna manera es una acción preventiva, porque permite a las familias saber si hay alguna enfermedad genética y tomar medidas.
¿Colaboráis habitualmente con otras instituciones?
Trabajamos bastante de cara a fuera, y tratando de sacar partido a la información de la que disponemos. Colaboramos mucho con Sanidad. Con la Dirección General de Tráfico analizamos la casuística de los fallecidos en accidentes de tráfico y les ayudamos en el diseño de las políticas de seguridad vial. Contestamos las preguntas del Centro de Terrorismo, y les damos información sobre las drogas que aparecen o las sustancias que se han decomisado. Y hay proyectos con varias universidades, organismos privados, organismos internacionales, etcétera.
Hace poco se anunció que os multiplicaban nada menos que por seis el presupuesto. ¿A qué se debe tamaña generosidad?
Es un presupuesto extraordinario, porque se detectó una necesidad de renovación de los equipos. No se había hecho una previsión de la renovación de la tecnología, y como se incorporó toda a la vez, esa necesidad también ha llegado a la vez. Tenemos que renovar ciertos aparatos que se estaban quedando obsoletos y para los que ya no encontrábamos piezas de recambio, y también incorporar alguna tecnología que ya está a disposición de cualquier laboratorio forense que se precie y que nosotros todavía no teníamos. Se hizo una estimación de lo que necesitaríamos para ponernos al día.
La revolución tecnológica ha debido ser brutal en los últimos años.
Sí, sobre todo en el campo del ADN. Nuestro servicio de biología está liderando una investigación dotada con fondos europeos que busca trasladar a la investigación criminal las últimas técnicas de secuenciación masiva del ADN que se utilizan en clínica pero que hasta ahora no se han usado mucho en forense. También se ha avanzado en el análisis toxicológico de todo tipo de muestras: sangre, saliva, contenido gástrico, bilis, humor vítreo, cebos que se encuentran en el campo….
Antes eras forense. ¿Cómo decide una hacerse médico forense?
Por vocación. La medicina forense siempre me había gustado. Cuando acabé la carrera no conocía a nadie en el sector y me costó un poco averiguar qué tenía que hacer para serlo. Al final me enteré de que había que optar a unas oposiciones en el Ministerio de Justicia, me las preparé y aprobé en el año 94. Estuve trabajando como forense bastante años, hasta cerca de los 40, cuando me llegó esa crisis existencial en la que te preguntas hacia dónde dirigir tu vida. Empezó a gustarme el tema de la dirección de empresas y decidí hacer un master de dirección de organizaciones sanitarias en ESADE. Nada más acabar me ofrecieron la dirección médica de un hospital de la Comunidad de Madrid. No me lo pensé mucho. En aquel momento estaba aquí como jefe del servicio de información toxicológica, y me cogí una excedencia para probar lo que era la dirección. Hace algo más de un año mis compañeros me comentaron que iba a salir el puesto de director nacional y que querían introducir un perfil más técnico. Y me presenté.
¿Y te gusta la gestión?
Sí, tiene cosas muy buenas. Esta es una organización muy reconocida, con muchas líneas de trabajo diferentes, y tengo la oportunidad de poner en práctica las propuestas de la gente de la organización. Cuando alguien tiene una idea como la del estudio de las muertes súbitas estoy en posición de poder impulsarla, y eso es muy gratificante. Ahora me han propuesto empezar a analizar el pelo de los fallecidos en accidentes de tráfico para detectar consumos crónicos [las sustancias permanecen en el pelo durante más tiempo].
También trabajaste en juzgados de violencia de género
Sí, en Alcorcón y luego en los de Plaza Castilla cuando estaban allí, porque ahora los han cambiado. En aquella época era complicado, porque nos estábamos adaptando a la nueva ley, y quizá faltaba algo de coordinación entre los organismos que trabajan sobre la violencia. Ahora sé que todo eso se ha desarrollado, se han creado unidades de valoración y hay más integración.