La huelga a la japonesa, ese invento español
Así planean protestar mañana varios cargos públicos, pero ni su origen es nipón ni su efecto es el prometido

Varios cargos del PP han dicho estos días que su plan para este 8M no es parar. Al contrario, lo que harán es trabajar mucho, pero mucho. Es lo que en España se conoce como hacer “huelga a la japonesa”. Así tienen previsto protestar la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Monserrat; la de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, o el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo.
Tanto se ha extendido esta postura entre los miembros de su partido que el presidente del Gobierno se ha visto obligado a pronunciarse, y lo ha hecho para mostrar su desacuerdo: "No me reconozco en la afirmación de huelga a la japonesa que ha hecho algún miembro de mi partido", ha dicho.
Según esta teoría, que los empleados trabajen más de lo habitual es una medida de presión hacia la empresa. Así se provoca un aumento de la producción, los empresarios no pueden colocar su producto en el mercado y los precios bajan por efecto de la ley de la oferta y la demanda. A nivel teórico podría funcionar en la industria, difícilmente en cualquier otro sector o para reivindicaciones complejas y transversales como las del Día de la Mujer. Al final, el único efecto de este método de protesta es conseguir notoriedad.
Además, y pese al nombre, no tiene nada de nipón. En Japón no se utiliza, allí son más frecuentes los paros convencionales o las huelgas de celo. Donde sí se han hecho es en España. La hicieron, por ejemplo, los taxistas valencianos en 2013 ofreciendo carreras gratis, los universitarios barceloneses en 2011 ocupando las bibliotecas y estudiando por las noches o, remontándonos más atrás, los farmacéuticos en los 80. ¿Cómo se ha extendido la leyenda urbana de las huelgas a la japonesa? Ni los expertos en cultura nipona lo saben.