¿Y si empezamos por enseñar a los chicos a no pedir fotos de desnudos?
A la hora de abordar el ‘sexting’, solemos centrarnos en concienciar a las chicas de sus riesgos, pero nos olvidamos de la otra parte: la de la demanda

Se conoce como sexting al envío de fotos, vídeos o mensajes de contenido sexual, una práctica que, sin duda, entraña ciertos peligros. Si el intercambio tiene lugar entre adultos que asumen libremente ese riesgo, es su muy respetable decisión. Si implica a menores o no es voluntario, las consecuencias penales y personales (se ha asociado a un incremento del riesgo de ostracismo social, depresión y hasta suicidio) pueden ser fatales.
Lejos de ser una práctica puntual, el sexting es algo bastante habitual entre los jóvenes. Tres de cada diez adolescentes españoles de entre 11 y 16 años han recibido mensajes o imágenes de carácter sexual, según un informe de Net Children Go Mobile. A juicio de Marta Pascual, psicóloga experta en sexología, el sexting es un fenómeno normal en “una sociedad de nuevas tecnologías en la que todo se comparte y a la vez todo se esconde. Y nada más apegado a eso que una erotización temprana de nuestros jóvenes educados en el consumo de todo”.
Los chavales suelen verlo como un juego, una forma de experimentar con la sexualidad y la intimidad antes de mantener relaciones o como parte de ellas. Pero ¿son conscientes de los riesgos que entraña? Según la experiencia de Paloma López Gil, psicóloga y colaboradora de Jupsin, no: “En el momento les resulta divertido e incluso excitante, pero cuando comenzamos a explicar que cuando enviamos una foto perdemos totalmente su control, que deja de ser nuestra para ser del resto, aparece el miedo”.
En otros casos, sobre todo entre las chicas, el problema no es tanto el desconocimiento como la presión. “Tiene que ver con chicos y chicas que primero necesitan ajustarse a una norma social, a un sistema en el que unos piden y otros dan”, explica Pascual. “Nos encontramos con que gran parte de las chicas jóvenes despliegan conductas erotizantes, seductoras, como medio para sentirse aceptadas, deseadas o queridas, no porque realmente les interese. Muchas veces el fin no es sexual, sino que tiene que ver más con una necesidad de pertenencia”.
Los testimonios recogidos en la plataforma AThinLine.org una iniciativa de la MTV contra el sexting y el ciberacoso, lo corroboran. En esa web los adolescentes pueden informarse, compartir sus experiencias y hacer consultas de manera anónima. Una estudiante de doctorado de la Universidad de Northwestern, Sara Thomas, analizó casi 500 testimonios allí recogidos para concluir que buena parte de las chicas (dos terceras partes) habían sido coaccionadas para enviar sexts. A veces los chicos las convencían a base de promesas de amor y asegurándoles que no iban a enseñárselas a nadie. A veces recurrían a la presión constante e incluso a las amenazas. “Quieren que les envié fotos mías desnuda y no quiero hacerlo. Pero no sé qué hacer, porque si no las mando propagarán rumores”, explica una.
El enfoque habitual de padres y educadores a la hora de abordar el sexting es intentar concienciar a los chavales de que no envíen este tipo de fotos por el peligro de que acaben en malas manos. Lo que, dado queellas tienen cuatro veces más posibilidades de recibir presiones para hacerlo, equivale a decirles a las chicas que no lo hagan.
Concienciar sobre los riesgos del sexting es fundamental, coindicen los expertos, pero si de verdad se quieren evitar estas prácticas en la adolescencia, es imprescindible actuar también sobre la demanda, que, en última instancia, es lo que lo desencadena todo. Jorge Flores, director de Pantallas Amigas, una iniciativa que vela por el uso seguro de la tecnología en la infancia y adolescencia, explica cómo abordar el problema de las dos formas: “En el caso de ellas, deberían plantearse que si alguien les está pidiendo esas imágenes de manera violenta, con chantajes o amenazas, esa relación no es sana”. En el caso de ellos, dice, “deberíamos incidir más en el hecho de que si quieres a otra persona o te preocupas de algún modo por ella no deberías pedirle que asuma esa riesgo”.
“Es importante hablar del respeto, poner a esos jóvenes en el lugar de la otra persona y trabajar la empatía y la asertividad”, coincide López Gil. “También de las consecuencias penales que puede tener la difusión de una foto que no solo no es propia, sino de la que no se tiene consentimiento para ser enseñada o difundida”.