Una luchadora contra el cáncer en Nueva York
Hablamos con Natalia Rodríguez, que investiga sobre el cáncer ginecológico en uno de los principales centros oncológicos de Estados Unidos

Natalia Rodríguez es una joven médico española que trabaja en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, centro que junto al MD Anderson de Houston y la Clínica Mayo está la cabeza de la oncología en Estados Unidos. Allí es cirujana e investiga sobre la aplicación al cáncer de endometrio de la técnica del ganglio centinela (así se llama al primer ganglio linfático que encuentran las células tumorales al intentar diseminarse). Su análisis se utiliza mucho para detectar el cáncer de mama, pero su aplicación en el de endometrio está menos desarrollada. Este proyecto constituirá, además, su tesis doctoral.
Rodríguez es también una de las protagonistas del programa Mujeres en Nueva York, que emite Canal Decasa y que muestra cómo trece españolas, con perfiles y trayectorias bien diferentes (hay una modelo de tallas grandes, una experta en nutrición, una actriz de teatro, una promotora cultural, etcétera), han logrado triunfar en la gran manzana.
En su caso, llegó a Nueva York tras pasar antes por Texas. Cuando cursaba su tercer año de residencia en un hospital de Madrid decidió realizar una rotación en Estados Unidos, concretamente en el MD Anderson Cancer Center de Houston. “Además de aprender sobre nuevas aproximaciones quirúrgicas en el cáncer de ovario, aprendí que la manera de ‘llevar la medicina’ en Estados Unidos es diferente a como se hace en España”, explica. “En España, la formación que recibimos es sin duda buena, pero totalmente diferente a los programas de superespecialización que hay en Estados Unidos. Por eso decidí buscar la manera de poder venir a este país a dedicarme a lo que más me gustaba: la oncología ginecológica”. Una beca de dos años para trabajar en esta especialidad en el Sloan Kettering le ha permitido seguir allí. En ese hospital forma parte de un equipo multidisciplinar integrado por oncólogos, ginecólogos especializados en esta área, investigadores, patólogos y radiólogos.
Considera que los principales obstáculos a los que se enfrenta la lucha contra el cáncer son la falta de inversión, de unidades especializadas y de programas de subespecialización. En España, asegura, los profesionales de la medicina están también, por lo general, menos interesados en esa labor investigadora no remunerada. “La elaboración de artículos o nuevas actualizaciones se convierten en trabajos tediosos, cuesta bastante sacarlos adelante. Pocos son los médicos que quieran dedicarle tiempo a esta parte de la medicina, que aquí es sin duda algo esencial y prima sobre todo lo demás a la hora de obtener una buena posición”. Ella es también cirujana, que es lo que siempre quiso ser. Reconoce que las especialidades quirúrgicas son una “profesión clásica de un hombre, pero lo cierto es que hoy el 80% de las facultades de Medicina se nutren más de mujeres que de hombres. Las mujeres se están haciendo con el poder en los quirófanos y con las jefaturas de departamento”.
Su plan es seguir dedicándose a la medicina, aunque tampoco descarta nada, porque como dice, “después de vivir en esta ciudad, el mundo entero se abre”. Su mundo, no obstante, se había abierto antes. Hace unos años estuvo en Calcuta durante tres meses, en una de las casas de acogida de la Madre Teresa, atendiendo a mujeres desamparadas, maltratadas, con VIH, estériles o incluso quemadas por sus propios maridos. Allí trabajó “sin recursos, sin pruebas de imagen, sin análisis, sin un hospital, solo tú y el enfermo y los pocos medicamentos que nos llegaban de las donaciones. Tuve una sensación de entre impotencia y satisfacción por las sonrisas de todas y cada una de las mujeres a las que atendía cada día”. Aquella experiencia le mostró otra dimensión de su profesión y le enseñó que la medicina es más que un trabajo. Durante su residencia también colaboró con una compañía de teatro fundada por compañeros del Hospital de Móstoles para ofrecer servicios de obstetricia a mujeres sin recursos en Guinea.

De momento seguirá en Estados Unidos, aunque reconoce que la llegada de Trump a la presidencia le ha generado “incertidumbre, como a todos los extranjeros que estamos aquí. Todos nos sentimos identificados los unos con los otros, sin importar nuestro lugar de origen o nuestra condición”. Y aunque a veces también sienta nostalgia. Cuando eso pasa va a Java Girl, su cafetería favorita, muy cerca de su trabajo. “Me ponen el café que quiero según entro, sin si quiera pedirlo. Uno de los trabajadores, peruano, sabe sacarme la sonrisa en los días nublados. Allí puedo sentarme, tomar un café riquísimo y hablar con gente a la que veo a diario sin sentirme anónima, y eso, a veces, me hace sentir arropada en una ciudad que, en los días de nieve o lluvia, se cubre de soledad”.