Es una capacidad de lo más útil, pero sigue teniendo bastante mala fama. “Pedir no es vergonzoso ni de personas débiles, sino que es algo digno y humano”, asegura Bueso, que lleva años trabajando para devolverle la dignidad al concepto. “Todos pedimos y en todos los ámbitos de nuestra vida y, sin embargo, son pocas las personas que se sienten cómodas al hacerlo”. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres.

Analizar por qué a nosotras nos cuesta más exigir lo que queremos daría para un libro. De hecho, Silvia Bueso lo escribió. Se titula De darlo todo a pedir lo que te dé la gana. Mujeres empediradas (Editorial Planeta. Libros Cúpula). “Las mujeres somos buenísimas dando. Lo hemos hecho durante siglos. Un freno muy común es buscar la constante aprobación de los demás. Esta tendencia la he bautizado como el ‘cariñometro’. Buscamos agradar, ayudar y servir a los demás para complacerlos y también para complacernos a nosotras mismas y sentirnos útiles”. En su opinión, la “insaciable generosidad” de las mujeres puede fácilmente acabar siendo un lastre, porque nos agota y nos hace olvidar la importancia de darnos prioridad a nosotras mismas y de estar en lugares, como foros y eventos, que nos dan visibilidad y nos permiten hacer networking,

Nuestra tendencia a querer estar en todo y nuestros problemas para delegar también juegan en nuestra contra en este sentido. A eso se suman el miedo a decir que no y el temor a desagradar. “La realidad es que nos aterra ser rechazadas. Cuando pedimos para nosotras, se activan nuestras contradicciones internas y dudas, y pensamos que tal vez lo que pidamos no agrade a los demás o provoque conflicto, desaprobación, rechazo o críticas”. 

El primer paso, a juicio de Bueso, es darnos cuenta de que pedir “es un acto de generosidad hacia una misma y hacia los demás. Un acto de respeto en el que se colocan, tanto el que pide como el que da, en una posición de igual a igual. Al pedir, las mujeres abrimos la puerta al compromiso, al crecimiento, a la valentía, a la tenacidad, a la ilusión, a la superación, al aprendizaje, a la dedicación”.

A pedir también se aprende

La buena noticia es que es algo que se puede trabajar. Existen técnicas, habilidades y actitudes que, con un poco de entrenamiento, pueden ayudarnos a exigir con más seguridad y convicción. El primer paso para pedir y hacerlo con éxito, apunta Bueso, es tener claro a quién pedimos y para qué, es decir, cómo puede beneficiarnos no solo a nosotras sino también a la otra persona. “Realizar un trabajo previo de investigación es esencial y representa el 66% del esfuerzo que las mujeres emprendedoras, empresaria o autónomas deben hacer para que la petición llegue a buen puerto y alcancen el éxito que buscan”.

Todos tenemos motivos para dar y la clave para que nuestra solicitud acabe en un sí es averiguar cuáles son esos motivos. “Es importante que, en vez de lanzar peticiones a destajo, sin ton ni son, nos tomemos un tiempo para identificar a tu cliente, donante, inversor o partner ideal y cultivar la relación para desvelar qué quiere sentir o ganar cuando nos da. Lanzar peticiones sin un trabajo previo resulta en negativas que llevan a la frustración. Tener esa información y, además, cocinar la relación a fuego lento nos permitirá encontrar el momento oportuno para dar el paso de pedir”. En este ámbito, como en casi todos, las prisas no son buenas consejeras.  “Precipitarnos en la petición por ansiedad, por miedo o por acabar con esa situación incómoda tiene un precio muy alto. Es lo que hace que muchas veces matemos relaciones que podrían haber funcionado si hubiéramos ido despacito y sin pausa”.