Las emprendedoras que hacen cosmética natural con vino gallego
Patricia Rodríguez y Sofía Ferreiro demuestran que también desde el campo se pueden poner en marcha nuevos negocios
Levinred es una marca de productos cosméticos cuyo ingrediente principal es el vino artesano. Detrás están Patricia Rodríguez y Sofía Ferreiro. Patricia estudió Comunicación Audiovisual y se especializó en comunicación política. “Trabajé varios años en medios, pero en nuestro entorno la oferta laboral es escasa y la que hay no es muy estable. Aposté por vivir en el rural y desarrollar mi vida laboral y personal en el lugar donde nacieron mis padres, y siempre tuve el gusanillo de emprender”. Sofía, por su parte, es graduada en Historia del Arte, especializada en conservación de patrimonio. “También decidí quedarme en el rural y aunque tuve otros trabajos, como profesora de inglés, no he tenido la oportunidad de ejercer mi profesión. También tuve siempre el gusanillo de emprender porque lo he vivido desde pequeña. Ambas somos hijas de emigrantes en México y además compartimos nuestros gustos por una vida sencilla, de calidad y en el lugar en el que nacieron nuestras familias”.
Ese lugar es Leiro, un municipio ourensano localizado en el corazón de la comarca del Ribeiro entre valles dominados por viñedos. Son las tierras que trabajaron sus familias y a las que ellas han estado siempre muy unidas. “Me gusta ayudar en las labores del campo porque me recuerdan mucho a mi abuelo. Desde hace algunos años mi marido y yo hacemos un vino tinto que no comercializamos, simplemente lo hacemos por continuar con las tradiciones de nuestra familia”, explica Patricia Rodríguez.
Hace unos años, después de una cosecha especialmente abundante, le planteó a su marido la posibilidad de utilizarlo para hacer cosmética, porque ya por entonces sabía de las propiedades antioxidantes del vino, pero todo quedó en el aire. “No fue hasta un año después, cuando la situación laboral de las dos había empeorado, que un día tomando un café le comenté a Sofía la idea y sin más nos tiramos a la piscina. Fue lo más espontáneo, arriesgado y maravilloso que hemos hecho”. Todo surgió, por tanto, de la necesidad de “hacer algo”. “Si no hay empleo, lo creas, y en este caso sentíamos la necesidad de que debíamos dar el paso porque era la única solución a la situación profesional que atravesábamos. En segundo lugar, y para nosotras lo más importante, era el poder contribuir a nuestro entorno rural. Todo el mundo habla de apoyar y hacer algo por los pueblos, pero la verdad es que nuestra zona cada vez va a menos y poder contribuir no solo a crear empleo sino a llevar el nombre de O Ribeiro allá donde vamos para nosotras es un orgullo. Nuestra marca reivindica la tradición y el trabajo de nuestros abuelos, lo que para nosotras es un honor”, continúa Rodríguez.
La gama de productos basados en la vinoterapia que fabrican (cremas, jabones y sérums) aprovechan las propiedades antioxidantes del vino tinto como fuente de belleza antiedad. Explica Sofía Ferreiro que lo que convierte al vino en un arma para luchar contra las señales del paso del tiempo son “los polifenoles, que, además de combatir los radicales libres, responsables del envejecimiento cutáneo, estimulan el metabolismo de la piel, protegiendo las fibras de elastina y de colágeno y regenerando las células muertas de la epidermis”.
Ninguna de las dos tenía experiencia en este sector, pero sí eran conocedoras de la cosmética natural y tenían muy claro cómo debían ser los productos. Para su fabricación trabajan solo con laboratorios comprometidos con una producción sostenible. Pero emprender siempre es difícil. Y parece que lo es un poco más si se hace desde el campo. “En el rural supone más esfuerzo y más dificultades pero forma parte también de nuestra propuesta de valor”, asegura Ferreiro. Su socia coincide: “Hay muchas clases de negocios, unos se adaptarán mejor a las grandes ciudades mientras que otros no. En nuestro caso, enfocamos nuestra zona como una propuesta de valor que añade al producto una historia y una tradición”.
Sea como fuere, tuvieron que superar bastantes obstáculos. “Creemos que se deben agilizar los trámites para acelerar el proceso que suele ser lento, en nuestro caso tardamos seis meses en tener toda la documentación. El empezar a pagar autónomos aunque aún no estés vendiendo también es un obstáculo”, admite Sofía Ferreiro. “Además, crear una red de contactos es muy difícil, sobre todo si no perteneces al sector. Tampoco ayudan en nada las Administraciones, que teniendo recursos y plataformas para promocionar y ayudar a catapultar todos los magníficos productos que se producen en el rural miran hacia otro lado. Finalmente, estás sola y en ese camino sufres muchos altibajos emocionales y el entorno muchas veces no ayuda. Emprender es salirse de la zona de confort a la que estás acostumbrada, pero no queda más que luchar, porque si trabajas, todo va saliendo”.
Poco a poco han ido sumando puntos de venta en España, lo que, aseguran, tampoco ha sido fácil. “A veces se valora más lo que se hace fuera”, se lamentan. Y también han empezado a vender en Suiza. Su objetivo ahora es seguir aumentando su distribución en España y Europa e incluso probar fortuna, como hicieron sus familias antes, en América.
