Adiós a la heredera de L’Oréal
Los últimos años de Liliane Bettencourt han estado marcados por la enfermedad y las luchas por su fabulosa fortuna

Liliane Bettencourt, heredera del imperio L’Oréal y la mujer más rica del mundo, falleció anoche en su domicilio. Dentro de un mes hubiera cumplido los 95 años. Lo ha anunciado su hija en un comunicado que indica que Bettencourt murió “en paz”. Sin embargo, sus últimos años no estuvieron precisamente rodeados de paz, sino más de enfermedad, embrollos familiares y procesos judiciales.
Los líos comenzaron (al menos públicamente), con el avance del alzhéimer que sufría. Su delicado estado de salud fue al parecer aprovechado por administradores, empleados, amigos y familiares para enriquecerse. El caso más sonado fue el del fotógrafo François-Marie Banier, íntimo amigo de la heredera, al que la hija de esta, Françoise Bettencourt-Meyers, acusó de haberse hecho con casi 1.000 millones de euros aprovechándose del deteriorado estado de salud de su madre. El litigio entre ambos se prolongó durante una década y acabó con la condena de Banier.
Incluso el expresidente francés Nicolás Sarkozy fue imputado en septiembre de 2013 por haber presuntamente abusado de la fragilidad de Lilliane Bettencourt para obtener financiación para las presidenciales de 2007. Finalmente fue exonerado.
Bettencourt heredó L’Oréal (aunque nunca la dirigió) a la muerte de su padre, Eugene Schueller, el fundador de la empresa. Ella era su única hija. Conservó todas las acciones hasta 1974, cuando entregó el 46,3 % a cambio del 4 % de las acciones de Nestlé. Seguramente no fue un gran negocio: Nestlé valía entonces tres veces más, pero en los noventa la cosmética pasó a valer el doble. La familia Bettencourt fue recomprando acciones en manos de Nestlé hasta recuperar la participación del 33% que mantiene en la actualidad.