Del marketing a la joyería artesanal
María Moro nos cuenta cómo creó Oona, una firma de joyas fabricadas con piedras preciosas del sudeste asiático

Hace unos años, María Moro hizo eso que a todos se nos ha pasado alguna vez por la cabeza: dejarlo todo y marcharse a un destino exótico para dedicarse a su pasión. En su caso, lo que abandonó fue una carrera en el sector editorial (ha sido responsable de marketing en revistas de moda y estilo de vida) y la industria del lujo, para irse a Sri Lanka y dedicarse al diseño de joyas.
Tampoco tomó la decisión de un día para otro. A lo largo de los años y a través de sus constantes viajes al sudeste asiático, había ido desarrollando su afición por la joyería. Poco a poco aprendió sobre gemología, diseño y el proceso de fabricación. Durante unas vacaciones en Sri Lanka, y con la ayuda de unos artesanos locales, creó sus primeras piezas. “Era una colección pequeña”, explica. “La traje a Madrid y organicé una presentación para tantear el terreno”. La respuesta fue buena y eso la animó a lanzarse. “Coincidió con un momento en el que me planteaba cambiar de vida. Necesitaba parar. Dejé mi trabajo, me fui a Sri Lanka, alquilé allí una casa y me dediqué a montar bien el negocio”, cuenta.
Así nació Oona (nombre femenino de origen gaélico que significa una), una firma que recupera las técnicas y la tradición joyera del país. Cada pieza es única, está fabricada a mano por artesanos y orfebres locales con piedras preciosas y gemas naturales. “Son piezas muy femeninas, las hago pensando en mí. Tienen un toque vintage, como si fueran heredadas de la abuela, porque trabajamos con técnicas antigua. Utilizamos piedras naturales que elijo personalmente en Sri Lanka, algunas en las propias minas.”

La antigua Ceilán tiene una larga tradición joyera. Cuenta la Biblia que cuando la reina de Saba vistió en Israel al rey Salomón le regaló especias, oro y piedras preciosas procedentes de lo que hoy es Sri Lanka. Gran parte del país es un yacimiento potencial de esmeraldas, zafiros, rubíes, aguamarinas, piedras de la luna, alejandritas, topacios, etcétera. En la época colonial se empezaron a llevar a occidente y en la actualidad los metales preciosos son, junto al té, uno de los productos que más exporta. Afortunadamente, con unas condiciones laborales más justas para los productores locales. “Hay horarios, días de descanso establecidos y no se permite el trabajo infantil. Por eso trabajo allí y no, por ejemplo, en la India, donde la producción sería más barata”, explica María Moro, que ahora vive a caballo entre Sri Lanka y Madrid. Sus joyas se venden aquí, pero también en París, Londres, Beirut, Nueva York, Dallas y Boston.



