La tenebrosa vida de la mujer que creó a Frankenstein
Se cumplen 220 años del nacimiento de Mary Shelley

“Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural”. Así describía la propia Shelley, tras una pesadilla, al monstruo del doctor Frankenstein. Esta idea sería el germen que daría como resultado la considerada primera novela de la ciencia ficción moderna: Frankenstein o el moderno Prometeo.
Nacida tal día como hoy de 1797 en Londres, Mary Shelley (apellido que adoptó al casarse con el poeta Percy Shelley) fue una mujer adelantada a su tiempo, su célebre novela explora temas como la moral científica, la creación y destrucción de vida o los riesgos que implica jugar a ser Dios. Actitud vanguardista que sin duda aprendió en casa, de su padre, William Godwin, un filósofo político, precursor del anarquismo, y del legado de su madre, Mary Wollstonecraft, una filósofa feminista.
Porque si hay algo que marcó la vida de Mary Shelley fue la muerte, en primer lugar la de su madre, que falleció días después de su nacimiento. Su padre solía llevarla a visitar su tumba donde, se dice, aprendió a leer mirando las inscripciones de la lápida. Sobre esa misma tumba, a los dieciséis años, Mary y Percy Shelley –que estaba casado con otra mujer- se declararon su amor y planearon fugarse.
Los siguientes años los pasaron viajando por Europa. En uno de estos viajes llegaron a la casa del poeta Lord Byron, cerca de Ginebra. Debido al mal tiempo pasaron muchas horas encerrados en la casa leyendo historias de terror, y Byron propuso que cada uno escribiese la suya propia. Fue esa noche, con tan solo 19 años, cuando la escritora tuvo la pesadilla que sería la base de su novela.

Al regresar a Inglaterra, los amantes tuvieron que enfrentarse al escándalo y el rechazo social. Mary estaba embarazada, aunque el bebé, nacido prematuramente, falleció. En 1816 la pareja se casó tras el suicidio de Harriet, la primera esposa de Percy. Dos años más tarde el matrimonio se mudó a Italia, donde la desgracia aún les perseguiría. Sus dos nuevos hijos también fallecerían. En 1822, con Mary embarazada del cuarto hijo (el único que sobrevivió), le llegaría la hora a Percy Shelly, que murió ahogado al hundirse el barco en el que viajaba.
Puede que atraída por la idea de su propia novela, en la que el doctor Frankenstein resucitaba a un ser utilizando restos de cadáveres, o puede que solo para guardar un recuerdo de su amado, Mary decidió conservar el corazón de su marido. Envuelto en la página de una poesía, lo trasladó en sus sucesivos viajes y mudanzas a modo de reliquia, durante un cuarto de siglo. En 1851 la escritora falleció a causa de un tumor cerebral y se llevó el corazón de Percy a la tumba (lejos del cuerpo del poeta, enterrado en Roma). Además del órgano de su marido, Mary fue enterrada con mechones de pelo que había conservado de cada uno de sus hijos fallecidos.