Lo que le gustaba a Gloria Fuertes

El escritor Pablo Méndez recuerda a la autora, de cuyo nacimiento se cumple un siglo

Gloria Fuertes, con Pablo Méndez, en la Fnac de Madrid. Foto: Ángel Méndez

Le gustaba el whisky a todas horas, al llegar a las casetas de la Feria del Libro era lo primero que pedía, le gustaban las calles llenas de gente, fumar, comer bien, le gustaba hablar de sus amigos y sus amores, le gustaba la televisión sobre todo para ver las corridas de toros, y le gustaba el Atlético de Madrid (nadie es perfecto).

Le gustaba mucho hablar por teléfono y saberse querida por sus amigos, sus lectores. Un día recibió un telegrama de un hombre donde le explicó que la lectura de un poema suyo había conseguido quitarle la convicción de suicidarse, esto le gustaba, y la hacía llorar. Otro día la paró en la calle una prostituta y le dijo que sólo había leído un libro, el suyo, esto le gustaba.

Le gustaba el barrio de Lavapiés porque era el suyo, porque vivió allí su infancia, y ahora que está lleno de inmigrantes, le gustaría más. Le gustaba el mar, volver de vez en cuando al mar, fotografiarse cerca del mar, pasear por una playa vacía al final de Septiembre, cuando no queda nadie. De joven le gustaba sentarse en un bar cercano a su academia de inglés, pedir un vaso de leche y mirar la barba blanca de Valle-Inclán, que tenía allí su tertulia.

Le gustaba ser famosa aunque nunca lo quiso, conceder entrevistas a la televisión porque siempre conseguía hacer reír, le gustaba estrecharle la mano al Rey porque siempre le hacía reír, le gustaba leer sus poemas a cualquier persona porque siempre conseguía hacer pensar, y reír, y llorar un poco. Le gustaban los pobres, y todos los que lo eran sin llevar su nombre. Le gustaban las películas de amor aunque no lloraba y que le hablaras de tu novia, de tu último enamoramiento. Le gustaba ser soltera aunque a veces se sentía sola, meterse con su nariz que era maravillosa y llevar una inmensa corbata.

Le gustaba el amor, le gustaba inmensamente el amor, enamorarse todos los días de la semana, le gustaba sufrir de amor y lo aprovechaba para escribir poemas, le gustaba el amor (a ella también le gustaba repetirse). Le gustaban los poemas cortos, si el poema era largo lo dejaba a la mitad, no le gustaban los poemas que no se entienden ni los que eran demasiado tristes. Le gustaba estar alegre y mostrar su alegría a los demás, muchas veces hacía un esfuerzo grande por estarlo. Le gustaba echarnos la bronca si escribimos poemas tristes, le gustaba leer en voz alta nuestros poemas para levantarnos la moral y recibir poemas de nuevos autores.

Le gustaba decir palabrotas, nadie ha escrito "mierda" de forma tan tierna, cariñosa y precisa en un poema.

Le gustaba ver a los gatos pasear por la calle y escuchar a los pájaros, pero nunca las jaulas. Le gustaba el desorden y tener la mesa llena de poemas. Le gustaba ser hija de un obrero y de una modista, aunque con su madre tuvo algunos problemillas, eso no le gustaba. Le gustaba ser sincera, a sus alumnos de Universidad, en Estados Unidos, les dijo: Aunque os parezca imposible, es la primera vez que piso una universidad, primero callaron, luego rieron.

Le gustaba escribir todos los días, ella sentía que alguien le dictaban, marcaba el ritmo con sus grandes cejas. Le gustaba escribir para niños porque era una niña grande y durante su infancia no tuvo libros, le gustaba inventar personajes como el Oso perezoso, o el pulpo que quería ser portero de fútbol.

Le gustaban los niños pero menos de los que muchos piensan. No le gustaban las conversaciones de las mujeres de su edad, siempre hablan de enfermedades, me decía enfadada. Le gustaba llamarse Gloria y jugaba continuamente con su nombre, pero en el fondo le gustaba más apellidarse Fuertes primero y García después. Le gustaba parecer inculta, pocos sabíamos de su gran cultura. Le gustaba mucho no ser feminista. Le gustaba creer en Dios, cada día que pasaba crecía su Fe, lo vivía muy dentro de sí misma. Le gustaba odiar la guerra, saber que con su poesía luchó todo lo que pudo por la paz. Le gustaba ser feliz.

Le gustaba ser hombre y mujer.

(Este es un fragmento del libro ‘Lo que aprendí de Gloria Fuertes’, de Pablo Méndez, publicado por la editorial Nostrum en el 2000 y reeditado este año con motivo del centenario del nacimiento de Gloria Fuertes)

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