Madeleine Albright, primera mujer en dirigir la diplomacia estadounidense, murió ayer a los 84 años de edad a causa de un cáncer, ha informado su familia. Nacida en Praga en 1937, en el seno de una familia judía, con el nombre Marie Jana Korbelova, Albright llegó con sus padres a Reino Unido con solo un año huyendo de la invasión nazi. La familia regresó a Checoslovaquia tras la liberación de su país y después se mudó a Yugoslavia, donde el padre era embajador. Tras la llegada al poder de los comunistas, la familia volvió a huir, esta vez a Estados Unidos, a donde Madeleine llegó con once años.
En 1941 sus padres la bautizaron como católica, ocultándole durante décadas tanto sus orígenes judíos como el hecho de que tres de sus abuelos y buena parte de la familia había muerto en campos de concentración. Albright se enteró años después a través de un periodista que investigaba sobre ella para escribir un perfil.
Siguiendo los pasos de su padre, Madeleine Albright estudió Ciencias Políticas en el Wellesley College y se doctoró en Derecho Público en la Universidad de Columbia. En los setenta entró a trabajar como enlace con el Capitolio de la Casa Blanca de Jimmy Carter. Se casó con el empresario Joseph Medill Patterson Albright, del que se divorció años después y con el que tuvo tres hijas.
A principios de los noventa conoció a Bill Clinton, por entonces gobernador de Arkansas y decidió apoyarle en su carrera hacia la presidencia. Cuando Clinton ganó las elecciones en 1992 la nombró embajadora ante la ONU de Estados Unidos, un cargo desde el que potenció el liderazgo de su país en la agenda internacional. En 1996 fue elegida secretaria de Estados, convirtiéndose así en la mujer con un cargo más alto en la historia del gobierno estadounidense hasta la fecha.
Al igual que en el caso de otras pioneras como Ruth Bader Ginsburg, la figura de Madeleine Albright también ha sido reivindicada y convertida en icono feminista. Suya es la famosa frase “hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no apoyan a otras mujeres”, que pronunció en un mitin de la campaña presidencial de Hillary Clinton de 2016 y que levantó ampollas entre colectivos de mujeres. Años después transformó en “hay un lugar especial en el cielo para las mujeres que ayudan a otras”, reconociendo que no había sido muy diplomática al hablar de mujeres yendo al infierno.
Tras la victoria de George Bush en las elecciones de 2000 Albright se retiró de la vida pública, aunque siguió trabajando como analista política, fundó su propia consultora y dio clases en la universidad de Georgetown.