“Las niñas tienen que ser capaces de verse a sí mismas como científicas y creerse capacitadas para serlo”
AMIT ha recibido este año el Premio MAS Comunidad de Madrid

Si Einstein hubiese nacido mujer, probablemente hoy no conoceríamos ese nombre, porque sus logros hubiesen sido atribuidos a algún colega masculino (o a su marido). Es lo que se conoce como ‘efecto Matilda’, un concepto que una exitosa campaña de AMIT popularizó recientemente. Lamentablemente, la infrarrepresentación y la invisibilidad de las mujeres en el mundo STEM no son cosas del pasado. Y esto, advierte la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, puede tener graves consecuencias para nuestro futuro. Por su labor para cambiar esta situación, la organización ha recibido este año el Premio MAS Comunidad de Madrid, que cada año reconoce a un colectivo que trabaja por mejorar la situación de la mujer en algún ámbito profesional.
Hace ahora casi veinte años, un grupo de mujeres del mundo de la ciencia y la tecnología se unieron para crear la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), que desde entonces trabaja para aumentar el número de mujeres en el ámbito STEM. En la actualidad reúne a más de 1.200 socias. Además de organizar investigaciones y eventos con este fin, han creado una base de datos de investigadoras que los medios pueden consultar cuando buscan expertas en cualquier campo del saber. Desde hace tres años cuentan también con una sección en El País en la que las científicas de la asociación responden a las preguntas sobre ciencia de los lectores. Y hace unos meses lanzaron una notoria campaña, titulada #NoMoreMatildas, para dar a conocer entre el gran público el conocido como ‘efecto Matilda’, ese fenómeno por el que los logros de las mujeres científicas han sido, de forma sistemática, ignorados por la Historia o atribuidos a sus colegas masculinos. Ese mecanismo fue descrito por primera vez por la sufragista Matilda Joslyn Gage en su ensayo La mujer como inventora.
Lamentablemente, el ‘efecto Matilda’ no es algo solo del pasado. La brecha de género en el mundo STEM sigue siendo profunda. Según datos recientes del Ministerio de Ciencia, las mujeres ocupan solo el 21% de los cargos investigadores de primer nivel dentro de la universidad pública y el 25% en los organismos públicos de investigación españoles. “Aunque se suele atribuir esta infrarrepresentación a las elecciones individuales, los datos apuntan a razones estructurales de nuestro sistema de investigación e innovación. Si nuestra tasa de éxito en los competitivos proyectos de investigación es semejante a la de los hombres será porque somos igual de buenas científicas. ¿Por qué entonces hay más catedráticos? ¿Qué estructuras piramidales y redes de influencia favorecen a los hombres?”, se pregunta Mónica Melle, secretaria general de AMIT. Las razones que explican la persistencia de esa brecha de género son variadas: las dudas sobre la capacidad de las mujeres para la ciencia y la tecnología, un sistema de evaluación supuestamente objetivo empañado por sesgos inconscientes y estereotipos sexistas, la precariedad e incertidumbre en la carrera, el síndrome de la impostora…
Pero casi más preocupante resulta que ese desequilibrio persista todavía en las aulas. “En la nueva economía, donde los empleos mejor retribuidos y de mayor valor añadido serán los vinculados con la sociedad del conocimiento, si no hay suficientes mujeres en ciencia y tecnología estamos condenando a la mitad de la población a los empleos más precarios y estamos abundando en una sociedad más injusta”, indica Melle. “No solo es injusto, es que no funcionará. Por ejemplo, la ausencia de la perspectiva de las mujeres en los desarrollos de la inteligencia artificial debería preocuparnos, porque se están desarrollando algoritmos y suministrando ejemplos que no nos incluyen. Estamos construyendo una realidad falsa sobre la que sustentar las soluciones que van a dar lugar a nuestro futuro”.
Animar a las niñas y jóvenes a interesarse por esas profesiones pasa, a juicio de la secretaria general de AMIT, por derribar estereotipos. “Las niñas tienen que ser capaces de verse a sí mismas como científicas y creerse capacitadas para serlo. Es inadmisible que los libros escolares describan una sociedad irreal, en la que las científicas y tecnólogas prácticamente no existen. Nuestra campaña #NoMoreMatildas nace precisamente para rescatar del olvido a algunas de las grandes científicas del pasado. La campaña también da las claves de por qué nos debe importar tanto la marginación histórica de las científicas y por qué no podemos esperar más para actuar. Iniciativas como el 11F ayudan. Y AMIT también tiene programas específicos como Una ingeniera en cada cole, que da a las niñas (y niños) ejemplos de mujeres reales dedicadas a la investigación y a la innovación.