"Deseo que de esta experiencia salga una sociedad distinta"
Margarita del Val, viróloga e investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Ha sido una de las figuras más demandadas por los medios para explicar la pandemia en España. Aunque su rostro se ha hecho especialmente popular a raíz de la crisis sanitaria, Margarita del Val ya era una de las científicas más reputadas y una de las mayores expertas en inmunología del país. Este año ha recibido el Premio Especial MAS a la Trayectoria por una vida dedicada a la ciencia.
Los últimos meses pueden haber sido especialmente intensos, pero quienes la conocen saben de su entrega e infatigable capacidad de trabajo. Su continua presencia en medios le ha dado más visibilidad en los últimos meses, pero Margarita del Val cuenta con una larga y sólida trayectoria a sus espaldas. Tras doctorarse en Ciencias Químicas, con especialidad en Bioquímica y Biología Molecular, se trasladó en 1986 a Alemania para incorporarse, en primer lugar, al Instituto Federal de Investigación en Enfermedades Virales de Animales en Tubinga y, después, a la Universidad de Ulm. En esa etapa desarrolló la primera vacuna experimental basada en epítopos T aislados, que sirve de base conceptual para varios ensayos clínicos. De vuelta a España, se incorporó como investigadora al Instituto de Salud Carlos III de Madrid y desde 2010 trabaja en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM), donde estudian la respuesta inmune ante patógenos para el desarrollo de vacunas. “Mis dos padres eran de ciencias y para mí elegir este camino fue algo natural”, explica Margarita del Val, que sabe también que su caso no es precisamente la norma. “Veo a niñas interesadas y muy dotadas para la ciencia que necesitan más apoyo, porque a ciertas edades no es fácil decir que te gustan las ecuaciones o te interesa saber cómo funcionan las células, y si desde tu entorno te lo cuestionan, acabas abandonando”.
Como otros muchos compañeros, durante estos meses, Margarita del Val ha centrado su trabajo en el estudio de la Covid-19 (en su caso concreto, en el estudio de la inmunidad del virus) y ha dedicado mucho tiempo a tratar de dar respuesta a las dudas e inquietudes de los españoles sobre una enfermedad desconocida. “Para lo que no me he formado es para esa labor de comunicar la ciencia, aunque sí llevaba unos diez años haciendo divulgación científica para todas las edades y en todo tipo de foros minoritarios. Pero con esta intensidad y visibilidad de ahora ha sido algo totalmente sobrevenido, jamás lo hubiera imaginado. La carrera profesional es una competición de fondo, y muchas veces una no tiene idea de lo que quiere o puede hacer. La vida te va llevando a un sitio u otro y tienes que dejarte guiar por la intuición, asumiendo que a veces te vas a equivocar y que en todo hay algo de lotería. Es fundamental que elijas un camino que te guste e invertir esfuerzo en él para que, si te llega la suerte, estés preparado”.
Después de casi dos años muy duros, la viróloga del CSIC empieza a ver la luz al final del túnel de la pandemia— “al menos para los vacunados”, matiza—, pero insiste en la necesidad de no bajar la guardia. “La vacuna no es infalible y un comportamiento de alto riesgo (que ya sabemos cuáles son) puede hacer enfermar gravemente a los de siempre: los más frágiles”. En cualquier caso, tiene clara la nota que pondría a la sociedad en su respuesta a la emergencia sanitaria: “Matrícula de honor en sensatez, en responsabilidad, en madurez, en solidaridad”. También desea que todo lo ocurrido en los últimos dos años haya contribuido a cambiar nuestra forma de acercarnos a la ciencia. “Espero que la ciencia parezca algo más cercano, más útil para el día a día, para tener una sociedad más informada y, por tanto, más libre”, indica. “Deseo que de esta experiencia salga una sociedad distinta. Algunas cosas mejorarán, pero la desigualdad también ha aumentado a muchos niveles y hay que enfrentarla”.
Este artículo se publicó primero en el último número de MAS en papel.