“Me interesé en este tema por la simple razón de que comenzó a afectarme”, explica en un artículo publicado en su web la promotora de la iniciativa, Rachel Maclean. “Cuando llegué a los cincuenta, mis migrañas, una maldición siempre en mi vida, se intensificaron. Debido a que no sufrí ninguno de los otros síntomas de la menopausia, como los sofocos clásicos o los sudores nocturnos que eran todo lo que alcanzaba mi conocimiento sobre la menopausia, asumí que o  bien tenía algo peor o solo era algo que tenía que aguantar. Como coincidió con un cambio importante en la vida, la agitación de comenzar una vida completamente nueva como miembro del Parlamento, también lo atribuí al estrés y al agotamiento. Francamente, negaba que la menopausia me pudiera estar afectando, siempre me había enorgullecido de mi resistencia a casi todas las dolencias y enfermedades Me llevó mucho tiempo descubrir que las migrañas están relacionadas con la menopausia y, en el proceso, me di cuenta de que era necesaria esta campaña”.

En una encuesta realizada por la clínica Newson Health y publicada el mes pasado, en la que participaron 1.100 mujeres que habían pasado por la menopausia o la perimenopausia –el proceso que concluye con la interrupción de la ovulación—, el 94% dijo sentir que su  trabajo había sufrido como resultado de sus síntomas y el 53% aseguró que sus colegas habían notado un deterioro en su desempeño. Algunas se vieron por ello sometidas a medidas disciplinarias, obligadas a tomarse un tiempo libre, a reducir su jornada o incluso despedidas. Otro sondeo realizado por el sindicato de trabajadores Usdaw descubrió que más de la mitad de las trabajadoras que habían sufrido por sus síntomas no se habían sentido capaces de decírselo a sus jefes. Muchas prefieren pasarlo en silencio por miedo a las burlas o a que resten importancia a la situación.

En Reino Unido se ha seguido con interés el caso de Mandy Davies, una funcionaria del Servicio de Tribunales de Escocia despedida después de un incidente relacionado con la medicación que estaba tomando. Davies alegó que, según la Ley de Igualdad de 2010, había sido despedida injustamente y discriminada como consecuencia de una discapacidad. Ante el tribunal relató que había estado sufriendo síntomas que incluían sangrado abundante, pérdida de memoria y confusión, y que anteriormente había tenido una trayectoria impecable de veinte años. El juez falló a su favor y obligó a su empleador a que la readmitiera y a pagarle una indemnización.