Se presentó como un espacio de comedia femenina, que no feminista.

Cuando surge el proyecto, en 2018, la palabra ‘feminista’ como que imponía un poco. Podía haber chicas que no se sintiesen cómodas con el término o podía acabar influyendo en los textos que se subieran al escenario. Por eso utilicé la etiqueta ‘femenina’ para que la gente supiese que solo iba a ver a mujeres. Pero, vamos, yo feminista soy a morir. Por eso sí utiliza la etiqueta a ‘feminista’, porque, oye, ya está bien la broma, no voy a mentir más. Soy una feminazi, ¿qué le hago?

¿De dónde viene ese mito de que las mujeres no son graciosas?

Básicamente de la idea de que las mujeres no hablan y si hablan, solo pueden hacerlo de ciertas cosas, porque si no resultan incómodas, son unas locas o unas histriónicas. Volvemos a lo de siempre, a encerrarlas, a no hacerles caso. La gente pensaba de verdad que una mujer no podía hacer comedia, pero es que es absurdo. La comedia se basa en estructuras narrativas. Simplemente tienes que tener la capacidad de asimilar estructuras narrativas y expresarlas de forma que produzcan risa. Por lo tanto, al decir que las mujeres no son graciosas me estás diciendo que asumes que las mujeres no pueden hablar, que no tienen inteligencia suficiente como para algo tan simple como utilizar una estructura narrativa.

También existe el mito de que no hay mujeres en la comedia.

Hay muchas, yo sabía que las había. Cuando nació la Riot y se creó un espacio libre para que toda mujer que quisiese subirse al escenario pudiese hacerlo, empezaron a salir cómicas hasta de debajo de las piedras.

Decías antes que esta industria estaba muy masculinizada. ¿Sigue siendo así o están cambiando las cosas?

Con la Riot Comedy y con Señoras Fetén empezamos a hacer una reivindicación feminista muy fuerte. Porque anteriormente la imagen de la industria era una: hombres, hombres y hombres haciendo chistes de hombres y metiendo a una o dos mujeres siempre hipernormativas. No había libertad real de expresión para las mujeres en la comedia, y sigue sin haber espacio para su voz dentro del mainstream. El que haya dos que hagan un poco de jaleo no quiere decir que en esta industria haya igualdad. Yo estoy muy contenta porque, pese a que me han vapuleado bastante, mi mensaje funcionó y abrió hueco para otras muchas que me acompañaron. Sentir que, de alguna manera, has ayudado a cambiar algo es heavy.

Ya han pasado unos años de la entrevista en La Resistencia. Con más perspectiva, ¿qué supuso para ti?

El programa simplemente era el reflejo una sociedad machista que dice ser feminista. En cuanto una mujer dice algo que no encaja, no tiene ningún problema en vapulearla, en cortarle la cabeza públicamente para que el resto no hable. Y eso fue lo que pasó. La realidad es que para mí supuso un bullying laboral y una violencia que duró meses. Afectó a mi carrera, a mis oportunidades, a mi forma de ver las cosas, incluso a mi entorno. Es lo que hace el bullying, te afecta.

¿Sigues recibiendo ataques en redes?

A mí lo de los ataques ya me da pereza. Las mujeres los seguimos recibiendo cada vez que expresamos algo y, sobre todo, si lo que expresamos tiene implicaciones políticas y se relaciona con el poder. No hay nada que dé más miedo que una mujer con poder. El nivel de violencia que recibimos en redes, y ya no en redes, en el día a día, en los espacios laborales, es mucho mayor que el que reciben ellos. Mientras de ellos se dice que tienen una personalidad fuerte, a nosotras se nos tacha de malas, de egoístas, de interesadas. Hay gente que piensa que ya hay igualdad, pero en el momento en el que intentas invadir espacios masculinizados o de poder, surge la violencia.

¿Qué te ha motivado a escribir una autobiografía?

Viene de una promesa que me hice hace un tiempo. El odio que recibí, la presión que supone vivir en una sociedad que te exige unos niveles económicos inalcanzables y te obliga a ser autónomo, siendo esto una pesadilla, y el bullying laboral que viví, hicieron que quisiera quitarme la vida. Entonces prometí que, si no lo hacía, escribiría un libro, para que, si alguna chica pasa, por lo que sea, por una situación similar, sepa que no está sola. Escribir el libro ha sido lo más aterrador que he vivido nunca. Mi psicóloga me felicita mucho por ello.

En el libro hablas de machismo, de feminismo, de gordofobia… ¿Qué es lo que más ha marcado tu vida?

Escribiendo el libro me he dado cuenta de que lo que más me ha marcado no es recibir un montón de insultos o de amenazas de muerte. Lo que más me ha marcado mi vida ha sido la ausencia de libertad. Libertad de verdad, no la de Ayuso: la de poder desarrollarte como persona, expresar lo que te dé la gana y que el relato de tu experiencia vital no sea anulado porque de repente prime más el de los hombres. El libro es un viaje en busca de la libertad. O por lo menos un viaje de resiliencia mientras buscas la libertad y no la encuentras. Este sistema vive de coartar nuestras libertades y de la privatización de nuestras necesidades básicas. Eso, sumado al machismo, hace que, si eres mujer, tienes ambición, quieres hablar y unirte a otras mujeres, en 2023 sigas siendo una bruja y haya que quemarte.

¿Te han vetado de shows o programas por decir lo que piensas?

Sí, claro. Como no te pueden quemar, te quitan el trabajo. Te marcan como loca, que es lo que nos han hecho toda la vida. Los tiempos no han cambiado. Cuando reivindiqué algo legítimo y racional, poco más y me meten en un manicomio. Pero yo casi acabo metiéndome en un nicho, así que ¿quién soy para juzgar?