“Todo lo que signifique aprender, para mí tiene una importancia máxima”

Ana Belén, Premio MAS Trayectoria en los IX Premios Mujeres a Seguir

Ana Belén. Foto: Paco Navarro.

Condensar en pocas líneas la carrera profesional de Ana Belén es una ardua e inútil tarea. Desde los 13 años hasta hoy no ha dejado de trabajar y ha hecho casi de todo: radio, cine, teatro, música, además de su férreo compromiso. Y por encima de cualquier cosa, el respeto. Por el trabajo, por la profesión, por los compañeros, por el aprendizaje, por la democracia, por quienes dejaron las huellas sobre las que pisamos…

 

“Yo no soy un ejemplo, Marina”, dice Ana Belén que argumentaba a su hija cuando, desde muy pequeña, le preguntaba a qué edad había protagonizado su primera película, a qué edad había emprendido su primera gira teatral… Con esas mismas dosis de humildad arrancaba Ana Belén su discurso al recibir el premio MAS a la Trayectoria que le entregaba esta revista el pasado 3 de noviembre: “Lo único que he hecho en la vida ha sido plantar el pie en la huella que otras mujeres han dejado, que me ayudaron, me cuidaron y de las que aprendí muchas cosas como persona”. Un argumento que ya refleja dos signos de su personalidad: la humildad y el deseo de aprender. Todo ello, en una carrera profesional extensa, diversa y exitosa que arrancó cuando apenas tenía 13 años, que le ha deparado todo tipo de reconocimientos y que hoy continúa con nuevos proyectos. El más inmediato, una función teatral junto a José Luis Gómez, al tiempo que un rodaje para una serie de Netflix y los Dúos increíbles (programa de RTVE) “que me dan mucho trabajo”, dice. El respeto por el trabajo es otro rasgo definitorio de esta artista. Tanto que, si no existiera ya una medalla que trata de dignificarlo, y teniendo en cuenta su reciente revisión retirándola al dictador Franco, nos atrevemos a decir que habría que inventarla solo para reconocer la trayectoria de Ana Belén.

Le recordamos que el Premio a la Trayectoria otorgado por esta revista busca inspirar a las nuevas generaciones. Y nos contesta con la misma humildad: “Me da bastante pudor dar consejos, pero creo que el mensaje es que, como estamos recibiendo el fruto de muchas otras mujeres anteriores a nosotras que hicieron muchas cosas (escritoras, maestras, científicas), y en la mayoría de las ocasiones de manera silenciada, estamos recogiendo todo lo que ellas sembraron, nunca hay que bajar la guardia. Aunque el panorama ahora para nosotras es bastante diferente, no se sabe en qué momento se puede caer el muro, hay que estar alerta. Las cosas se consiguen con mucho trabajo, esa es mi experiencia, con mucho estudio. En este momento, en mi ámbito hay tantas mujeres tan preparadas que mi ‘mensaje’ se queda corto. Mi recomendación sería, por tanto, trabajo, perseverancia, caer y levantarse, saber que se puede y hacer piña. Esta profesión en la que me desenvuelvo es muy de hacer equipos y eso es maravilloso”.

Pasión, trabajo, fortaleza… ¿Qué define su trayectoria?

Es todo eso y más. Mucho respeto por el trabajo en sí y por mis compañeros. Cuando hablamos de respeto lo deberíamos trasladar a todos los ámbitos de la vida, porque es básico. Yo trabajo desde los 13 años, estoy recibiendo un salario desde entonces y, con ello llegó la sensación de sentirme mayor, porque con lo que me pagaban ayudaba a la economía de mi familia de forma muy importante. He sentido la responsabilidad desde muy niña. Esto es bueno, pero a veces también es una carga muy importante. No pude permitirme tener la edad del pavo y de joven tampoco pude ir de zangolotina como todos los jóvenes porque siempre tenía presente que no podía pasarme en determinadas situaciones porque al día siguiente tenía que actuar en dos funciones (así, cada día) y porque por las mañanas recibía clases de teatro. Mi vida era esa, pero no tengo la sensación de pérdida. Claro que he tenido juventud porque tuve la suerte en esos años de conocer a personas imprescindibles para mi vida, para mi crecimiento, y estaba haciendo algo que me apasionaba. Entonces, ¡qué suerte la mía!, ¿no? La vida, afortunadamente, ha sido así porque he hecho lo que he querido hacer. Y el balance es absolutamente positivo. Puede haber cosas en las que no he acertado: en una película, en un disco… No puedes acertar siempre, aunque lo intentes. Pero eso es algo positivo en la medida en que, gracias incluso a los fracasos, estoy aquí. Gracias a una película horrorosa que hice de niña conocía a Miguel Narros, una persona fundamental en mi vida. Yo no estaría hoy hablando contigo si no hubiera estado al lado de todas esas personas que me han enseñado tanto.

Cine, teatro, música, lo ha tocado todo, pero ¿se siente más de algo en concreto?

Me es muy difícil elegir, pero realmente, donde yo tengo la sensación de encontrarme más yo misma es en el teatro, porque desde el primer momento significa aprender. Todo lo que signifique aprender, para mí tiene una importancia máxima. Aprender de una obra que nos está planteando una serie de cuestiones, aprender del director que tiene un montaje y un discurso, aprender de los compañeros con los que comparto, y estar en un escenario, compartiendo, comunicando con el público. Nuestra labor es comunicarnos con la gente. El cine es fantástico, me gusta mucho y he trabajado con directores maravillosos, pero ese trasvase espectador-actor lo da el escenario, bien haciendo teatro o cantando, que también es comunicar con la gente, lanzando una emoción al público y recogiendo la que te devuelven. Hay una sinergia de emociones que da el escenario. Cuando muchas veces los actores decimos “parece que hoy el público está pintado”, yo siempre respondo: “A lo mejor no es que estén pintados, sino que no estamos trasvasando una barrera que hace que les conmuevas”. Lo que nosotros recibimos desde el escenario no se puede contar: la fuerza del público. Incluso en el silencio del teatro estás recibiendo tanto…

Además de su compromiso con el trabajo, con la profesión, también ha mostrado un profundo compromiso social y político en diferentes frentes. En el programa ‘Imprescindibles’, de RTVE, una joven actriz recordaba lo mucho que las nuevas generaciones tienen que agradecer a la suya por acciones como aquella huelga de actores de 1975

Aquello respondió a un momento determinado; las condiciones ahora son otras. Hicimos lo que teníamos que hacer en ese momento y no hay que darle más valor; es verdad que cuando eres muy joven hay un punto de inconsciencia que te hace perder miedos. Eran años peligrosos realmente, pero estábamos donde había que estar, hicimos lo que había que hacer y nunca le hemos dado más importancia, y creo que eso dice mucho de esa generación. Con el paso de los años quizá sí te das cuenta de que era una huelga impensable: todo el sector se paró, la producción cinematográfica, la televisión, los conciertos, el teatro… y eso, estando vivo Franco. Pero cuando sientes el grupo, que somos todos, dejas de tener miedos. Se consiguieron muchas cosas y las condiciones teatrales cambiaron mucho.

Su compromiso político le valió algún problema durante la dictadura (un exilio de seis meses junto a su marido, Víctor Manuel, por una calumnia). Ahora, en plena democracia, hemos visto cómo colegas suyos de profesión son vapuleados por su toma de posturas o sus opiniones. ¿No es un poco triste?

¿Un poco? ¡Es muy triste! Es fácil decir que no hay que tener miedo, pero es complicado. Me muevo mucho con gente muy joven que dice que ahora opinar de esto o de lo otro es un riesgo, y eso es muy triste. Hemos conseguido lo más difícil, vivir en una sociedad democrática, pero no sé por qué en este país es tan complicado lo que en que otros países --quizá con más trayectoria democrática—es tan sencillo: la libertad de pensamiento. Estamos viviendo unos momentos en los que las redes sociales tienen una importancia tremenda, y tengo compañeros, gente más joven, que son un poco rehenes de las redes sociales. Habría que tranquilizarles un poco, pero entiendo que es difícil de gestionar cuando hay un montón de gente miserable que se esconde detrás del anonimato. Yo estoy bastante al margen, no tengo tiempo para entrar ahí, uso las redes para lo justo, mi trabajo. Mi día está tan ocupado, que cuando lo tengo un poco libre estoy con los míos, voy al cine o estoy en mi casa tirada en el sofá leyendo o haciendo nada. Mi tiempo es tan precioso…

Su tiempo y los suyos. Sus hijos, David y Marina San José, trabajan en el mundo del espectáculo. ¿En algún momento tuvo la tentación de ‘evitar’ que lo hicieran?

Ni nos lo planteamos. Nuestro hijo desde muy pequeño quiso aprender piano. Empezó primero con un profesor que venía a casa y luego, después del segundo año de Arquitectura, cuando dijo que lo que quería era ganarse la vida como músico, se fue a estudiar la carrera en Boston. Me pareció muy normal. Mi hija desde muy pequeña andaba preguntándome qué edad tenía yo cuando hice mi primera película, inicié mi primera gira teatral. Yo le contestaba que no era un ejemplo y que ella iba a seguir estudiando. Pero cuando acabó el cole me dijo “quiero entrar en una escuela de teatro”. Lo tenía clarísimo. Así que, ni nos lo planteamos.

Ahora comparte escenario con su hijo, y la conexión es total

Sí, me siento muy orgullosa de ello. Tenemos una conexión muy especial en el escenario. Y con mi hija aún no hemos coincidido profesionalmente, no hay ningún proyecto a la vista, pero espero que lo haya en los años que me queden por trabajar.

Para acabar con lo más personal, ¿cuánto de Víctor Manuel hay en su trayectoria?

Si yo no hubiese conocido a Víctor no hubiese vuelto a cantar. Eso da una idea de hasta qué punto el conocerle ha tenido una influencia en el ámbito profesional. En el personal… bueno, nos conocimos muy jóvenes y decidimos que queríamos vivir juntos. Y todo, todo lo hemos aprendido juntos. Los amigos son los amigos que hicimos juntos y juntos hemos ido creciendo. Ha sido y es importantísimo en mi vida y dice que es más feminista que yo. Lo es hasta el infinito.

 

 

 

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