“No me considero más valiente que otras personas por haber contado mi historia”

Gato Fernández, ilustradora y novelista gráfica

Gato Fernández. Fotos: Santiago Ojeda.

Se llama Cecilia Fernández, aunque todo el mundo la conoce como Gato –apodo que tomó de un personaje del dibujante Carlos Trillo, uno de sus maestros–, y es la primera vez que sale de su Argentina natal. Lo hace para presentar su primera novela gráfica, La sombra de la cucaracha (Astiberri), un relato autobiográfico, tan duro como necesario, sobre los abusos sexuales que sufrió de niña a manos de su padre.

El título del libro proviene de la expresión francesa ‘le coup de cafard’, que hace alusión a la depresión. “En algún momento, empecé a tener alucinaciones táctiles de cucarachas que me subían por las piernas. Las cucarachas son mi fobia, y en una psicología muy básica, las fobias representan al padre ausente”, explica la autora. “Me vino muy bien esa expresión en francés, porque ‘tener la cucaracha’ es estar triste y tener ‘el golpe de la cucaracha’, que es el título con el que salió en Argentina, es tener depresión profunda”.

Historietista, ilustradora y guionista, Gato Fernández ha publicado en revistas como Fierro o Clítoris. En su primer libro habla sin tapujos de los abusos a los que la sometió su progenitor, de sus fobias, de sus pesadillas. También de la pasividad de los adultos de su entorno, que no hicieron nada para protegerla. La sombra de la cucaracha está narrado desde los ojos de una niña de 5 años llamada Lucía, alter ego de la autora, que vive en la casa de su abuela paterna junto a su hermano, su madre y su padre. “Me pareció mucho más honesto, más sincero, tratar de recordar qué me pasó a mí o cómo lo veía yo en ese momento que contarlo ahora con otras herramientas después de haberlo analizado”, cuenta. “Es mucho más rico que el lector tenga las mismas confusiones o dudas que Lucía”. 

Fernández, que se identifica como no binaria, es, además, activista feminista y por los derechos LGBTIQ+. Esa faceta fue lo que la empujó a dar forma a esta novela gráfica. Hace unos años, apoyó a las mujeres que denunciaron al músico Cristian Aldana, condenado a veintidós años de prisión por haber abusado de cuatro menores de edad. Cuando acompañó a una de las chicas a declarar, preguntó sobre su propio caso en la Fiscalía y se vino abajo al enterarse de que había prescrito. Aun así, decidió denunciar a su padre. Tanto su madre como su hermano prestaron declaración, negando los abusos, y el caso acabó cerrándose por falta de pruebas. Para entonces, Gato ya estaba escribiendo el libro. El guion le llevó pocos meses, pero ilustrarlo fue otro cantar. “Hay escenas que dibujé en medio de ataques de pánico”, recuerda. Lo más complicado fue plasmar a Alberto, su progenitor. “La primera vez que le dibujé me di cuenta lo difícil que iba a ser el libro”, explica. “Cuando lo escribí salió todo muy rápido, muy fluido y pensé, ‘esto en un año ya está hecho’. Pero dibujarlo llevó más tiempo del que pensaba”. Al final fueron necesarios tres años de duro trabajo poder terminar la novela.

En el cómic, Gato recurre a la fantasía para poder describir los duros momentos que vivió. Nos enseña a Lucía transformarse en una heroína empuñando una espada para luchar contra los demonios. También aparecen una especie de ratones antropomórficos que le tapan los ojos cuando su padre se mete en su cama: ‘No veas, Lucía. Para esto sos muy chiquita’, le dicen.

“Mi vida no era un infierno todo el tiempo. También jugaba, tenía amigas”, relata. “Pero al mismo tiempo tenía miedo de que me abrazasen. No me gustaba que me tocasen. Había un montón de indicios de que era una nena abusada. De hecho, se lo llegué a contar a una amiguita”. Habla de un momento que describe en el cómic, cuando la madre de una amiga le cuenta a su madre que mientras las niñas jugaban, la había oído preguntarle a su hija si su "papá también le tocaba por debajo de la ropa". Su progenitora, como Gato se refiere a ella, decidió mirar hacia otro lado. “Es muy fuerte aceptar que tu marido está abusando de tu hije. No puedo decir cuáles fueron sus motivos, pero básicamente decidió no hacer nada”, explica. “Tan solo me mando a terapia, por las dudas”. Ahora han retomado el contacto, aunque considera que nunca podrán tener una relación normal. “Estamos reconstruyendo una relación a partir del momento en el que ha reconocido haber cometido un error gigante. Sabe de la existencia de este libro y sabe que habrá más, que voy a contar la historia tal cual fue y no voy a decir cosas bonitas de ella”. Su plan es que esta novela forme parte de una serie de cuatro libros. Del segundo ya ha escrito un primer borrador.

En la novela, narra también las continuas peleas de sus padres, que acabaron divorciándose cuando tenía unos siete años, aunque no por los abusos, que, de hecho, continuaron unos cuantos años más. “Me traía muchos problemas ver a mi progenitor, siempre volvía llorando a casa. Recuerdo una vez, a los 15 años, que me tocó y lo vio mi hermano. Fue algo terrible”. Nunca le llamó papá, siempre Alberto. Su nombre y el de su psicoanalista son los únicos que no ha cambiado en la historia. “Poder ver a mi abuela era el único motivo por el que seguía viéndole”, explica. Cuando ella falleció, “terminó de volverse loco”, asegura. “Me mandaba mensajes, como si fuera su examante, varias veces al día. Empecé a no salir de casa, a no salir de la cama, a tener alucinaciones y ataques de pánico”.  Todo hasta que Gato decidió poner tierra de por medio y se escapó de casa de su madre. Tenía 20 años. “Mi progenitora siempre decía que iba a hacer algo, pero nunca hizo nada al respecto. Al final decidí marcharme y no tener más contacto con ninguno de los dos”.

Algunas páginas de 'La sombra de la cucaracha', de Gato Fernández, publicado en España por Astiberri.
Algunas páginas de 'La sombra de la cucaracha', de Gato Fernández, publicado en España por Astiberri.

Gato admite tener depresión crónica y trastorno de ansiedad, pero siente que contar su historia le ha ayudado. “No voy a decir que me curó y ahora todo sea maravilloso, pero escribir el libro ha sido una buena terapia”. Además, la recepción ha sido muy buena por parte del público, porque, aunque en España acaba de editarse, en Francia, Italia, Brasil y Argentina salió hace un año. “Me escribió una cantidad enorme de gente. Tanto supervivientes de abuso como personas a las que les hizo sentir cosas”, dice. “No me considero más valiente que otras personas por haber contado mi historia. A veces escucho ‘son guerreres, son seres de luz, son especiales por todas las cosas que les pasaron’. Y no es verdad. Yo soy una persona normal que pasó por algo por lo que no tendría que haber pasado. Puedes decidir sobrellevarlo o no hacerlo. Por eso el libro está dedicado a todes les que están sobreviviendo al abuso y a les que no sobrevivieron”.

Este reportaje se publicó primero en el último número de MAS en papel.

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