El viaje a la literatura de Carmen Menéndez
La autora ha presentado su primera novela, 'Viaje de otoño'

Estamos a mediados de los años cincuenta, en la cocina de una casa de pueblo, humilde, pero arreglada. Un crío de 5 o 6 años desayuna sentado a la mesa en un tazón blanco. El niño levanta la cabeza y mira una bicicleta que cuelga, a su izquierda, de un gancho de la pared. Después mira a la derecha y ve a su madre, de espaldas, agachada ante una cocina de leña. Esa imagen fue el origen de Viaje de otoño (La Discreta), la primera novela de Carmen Menéndez, doctora en Pedagogía y profesora de educación secundaria retirada. “Normalmente escribo a partir de imágenes que, a fuerza de insistir en ellas, se van ampliando, ganando espacio, incorporando personajes. Y cuando ya he visto el escenario completo donde la historia se va a desarrollar, la diseño de una forma más sistemática. Pero al principio es solo eso, una imagen, una intuición de un entorno y unos personajes que poco a poco van tomando forma y construyendo su propia identidad. Es como crear una película a partir de una foto”, explica la autora.
Viaje de otoño narra el recorrido real y biográfico de Pablo, el protagonista, triunfador en lo profesional pero acuciado por un terrible drama personal, que deja París para acabar regresando al pequeño pueblo del interior de España en el que pasó su infancia. Esa infancia quedó marcada por acontecimientos que quedaron sin cerrar y personajes con los que se va reencontrando: el padre, la madre, el maestro.
Menéndez asegura que meterse en los zapatos de un hombre no le ha supuesto un esfuerzo especial. “Tal y como yo concibo la escritura, mi labor es simplemente seguir a los personajes, no inventar nada. El personaje se va creando, evolucionando, cogiendo fuerza y voz, es el que marca el camino y yo simplemente le voy siguiendo. Que sea hombre o mujer no implica mayor dificultad”. Tampoco ha sido especialmente complicado, asegura, escribir sobre el entorno rural habiendo vivido toda su vida en la ciudad. “Todos tenemos cierto conocimiento sobre la vida en los pueblos. Además, en este caso, el pueblo es el telón de fondo. Simplemente sitúo a los personajes en un entorno muy cerrado, muy pequeño y donde los personajes se mueven casi como por el escenario de un teatro. Me gustan los ambientes íntimos”, explica.
Que los protagonistas sean varones (un padre y un hijo que, por distintos motivos, se marchan) no significa que los personajes femeninos no tengan también un peso importante en la novela. “No son especiales o extraordinarias, sino mujeres de su lugar y su tiempo. Fuertes, aunque en su caso la fortaleza sea permanecer, mantener el lugar, respetar las normas. No se lanzan al exterior como los hombres, que buscan realizarse fuera del pueblo. En cierto modo, porque, aunque quisieran, su situación no se lo permite. Son rebeldes, pero su rebeldía es interior”.
Debutar en las letras a los 73 años no es habitual, pero Carmen Menéndez le resta importancia al dato. “Que se sepa mi edad me trae sin cuidado, la llevo escrita en la cara”, indica. “Lo que no me gusta es la condescendencia con la que a veces se mira lo que hacen los mayores ni los prejuicios que se asocian a las cosas para simplificarlas. Mi edad no es un dato determinante para la novela”.
Carmen Menéndez no sabe si hubiera escrito la misma novela con 20 años, pero sí que entonces no se hubiera podido permitir afrontar tamaña tarea. La autora de Viaje de otoño ya había escrito libros relacionados con su profesión, pero la jubilación —“una etapa maravillosa”, asegura— ha sido lo que lo que le ha permitido dedicarse a la literatura. “Cuando escribes textos técnicos, tu trabajo ya te lleva a reflexionar sobre el tema. Pero cuando escribes narrativa tienes que crear un mundo diferente y eso requiere mucho más tiempo. Con la jubilación dispuse de más tiempo y empecé a interesarme más por la literatura, primero escribiendo cuentos y después esta novela”.
En cualquier caso, escribir un libro y publicarlo son dos cosas muy diferentes. Ella lo consiguió un poco por casualidad, gracias a una amiga que le habló de La Discreta, un colectivo editorial independiente y sin ánimo de lucro que funciona con un modelo de suscripción: los suscriptores pagan 40 euros al año y reciben a cambio cinco obras de las publicadas por la editorial. Menéndez envío el manuscrito a La Discreta, que la seleccionó entre otros originales a ciegas, sin tener ninguna información sobre la autora. Aunque haya debutado en la literatura tarde, Carmen Menéndez espera que esta no sea su única obra de ficción publicada. De hecho, ya tiene escrito otra “que anda por ahí buscando que le hagan caso”, está con la tercera y tiene también una colección de cuentos.