Hoy se estrena en cines La batalla de los sexos, la película sobre el mítico partido que en 1973 disputaron Billie Jean King y Bobby Riggs y que escenificó en una pista de tenis el enfrentamiento entre el feminismo y tradicionalismo más reaccionario que por entonces se desarrollaba en calles, casas y oficinas. A estas alturas, no haremos un spoiler si contamos que la gran Billie Jean acabó ganando el partido. Lo interesante de la película no es tanto el final, de sobra conocido, sino el relato que hace de la lucha de las tenistas profesionales por equipar su situación a la de sus colegas varones. Gracias a ellas, el tenis es hoy por hoy uno de los deportes en los que hay más igualdad, aunque ellos sigan ganado en general más y el machismo –¿verdad, John McEnroe? – siga al acecho.
Cuenta también el affair que Billie Jean (Emma Stone) tuvo con su por entonces peluquera, Marilyn Barnett (Andrea Riseborough), y la tortuosa relación de la tenista con su propia sexualidad. King estaba por aquel entonces casada con un hombre. No reconoció públicamente su homosexualidad hasta 1981 (fue una de las primeras salidas del armario de un atleta profesional).
Todo empieza con Billie Jean y Gladys Heldman (Sarah Silverman), la fundadora de World Tennis Magazine, irrumpiendo en un club masculino para enfrentarse con los responsables de la federación de tenis tras enterarse de que la ganadora del Pacific Southwest Open cobraría ocho veces menos que el ganador en la categoría masculina. A partir de ahí, las tenistas se organizaron. King y otras ocho compañeras se desvincularon de la federación y montaron, con ayuda de Heldman, su propio circuito femenino, el germen de la actual WTA, patrocinado por, algo impensable hoy, una marca de tabaco. Sí, Virginia Slim, la marca que Philip Morris lanzó a finales de los sesenta para enganchar a las mujeres al cigarrillo, financió el movimiento de liberación de las tenistas.
Tres años después tuvo lugar el famoso partido. La idea fue del propio Bobby Riggs (Steve Carell). El deslenguado excampeón de Wimbledon, uno de los mayores bocazas de las historia del deporte, tuvo la corazonada de que enfrentándose a las tenistas en particular, y a las mujeres en general, conseguiría volver a ocupar titulares y sacarse de paso un dinero para financiar su ludopatía. Como experto jugador que era, hizo una buena apuesta.
El partido fue, no nos engañemos, un circo. Enfrentó a la número uno del mundo y a una leyenda en horas muy pero que muy bajas. Riggs estaba en la cincuentena y más preocupado por montar el espectáculo, soltar disparates machistas en las televisiones y dejar contentos a los patrocinadores que por preparar el partido, quizá confiado por una cómoda victoria previa frente a Margaret Court. Efectivamente, unos meses antes había liquidado en dos sets a Court en un partido que ha pasado a la historia como La masacre del día de la madre (los organizadores tuvieron la ocurrencia de programarlo coincidiendo con esta festividad). Ante la posibilidad de que una nueva derrota diera munición a los que defendían que el tenis femenino valía menos y supusiera el toque de gracia para el recién nacido circuito de mujeres, King se tomó el reto en serio. Y eso que todo parecía muy poco serio: los jugadores entraron en la pista montados en carrozas decoradas de carnaval e intercambiaron regalos antes del partido. Él recibió, muy apropiadamente, un cerdo.
Sea como fuere, su justa victoria en la pista convirtió a Billie Jean King en un icono. El partido tuvo una enorme repercusión social y sigue siendo, a día de hoy, la retransmisión de tenis más vista de la historia (90 millones de personas la siguieron en directo).
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Política de cookiesVer en youtube.comHan pasado 44 años, pero muchas de las cosas que se ven en la película siguen pasando hoy. En una charla organizada hace unos días por la Asociación para las Mujeres en el Deporte Profesional tras un pase privado de la cinta, las atletas dejaron claro que ese partido se sigue jugando. En unos deportes más intensamente que en otros. En esa conversación, por ejemplo, participaron atletas de disciplinas en las que la situación de la mujer es muy distinta: tenis, gimnasia rítmica y enduro. En este último, ellas lo tienen claramente más difícil. “Estamos en época de buscar patrocinadores y cuesta mucho. La gente me dice que aguante y lo conseguiré, pero no lo sé. Yo seguiré practicando mi deporte, que es lo que más me gusta en el mundo. Lo único que espero es poder sobrevivir un poco mejor”, aseguró Sandra Gómez-Cantero, la campeona del Mundo de SuperEnduro y uno de las pocas féminas de la competición. Ellas esperan todavía a su Billie Jean King.
