Las claves para dominar el arte de hablar en público

Todos podemos, si nos lo proponemos, convertirnos en buenos oradores

Dar una charla, hacer una presentación o incluso intervenir en una reunión de trabajo puede resultar una pesadilla para algunas personas. Sin embargo, según la experta en comunicación Aurora Michavila, todos podemos, si nos lo proponemos, convertirnos en buenos oradores. Hace falta, eso sí, un poco de entrenamiento y dominar algunas técnicas. Pero el esfuerzo merece la pena teniendo en cuenta el premio: conseguir dejar huella e influir en quien nos escucha; aprender, en definitiva, a comunicar para vencer y convencer.

A todos nos gusta ser partícipes de una charla inspiradora que nos invite a aprender algo nuevo, nos haga salir con la pila puesta, nos ayude a reflexionar sobre cosas que venimos haciendo o pensando y nos descubra nuevos puntos de vista. Pero ¿es algo que cualquiera puede hacer o es privilegio de unos pocos? ¿Se puede aprender a contar las cosas de manera más entretenida, interesante, relevante y reveladora o ese es un don con el que se nace?

Llevo más de diecisiete años formando a profesionales para que aumenten su capacidad de influencia al hablar en público y puedan explicar algo con claridad e intervenir en el cambio de percepciones, actitudes y comportamientos con sus charlas. Así que mi respuesta es que sí. Todos podemos aprender. Demanda mucha conciencia de lo que estás tratando de mejorar y, por supuesto, práctica deliberada para progresar en el uso de cada una de las herramientas o técnicas que te van a hacer avanzar. Pero están absolutamente a tu alcance. Hablar bien en público exige hacer muchas cosas bien a la vez, eso sí. Y estos son algunos de los secretos que comparto en mi programa Inspira & Impacta, para que tú también empieces a tomar conciencia de lo que puedes, desde ya, poner en práctica.

7 cosas indispensables que debes hacer para preparar una buena charla:

1. Gestiona tu mentalidad de crecimiento

Todos llevamos dentro una vocecita interior que nos va relatando la jugada, incluso desde antes de que empiece el partido. Es esa que se esconde detrás de cada una de las preguntas y observaciones que te haces tú mismo/a cuando te invitan a dar una charla. ¿Seré capaz de darla delante de tanta gente? ¿Tengo realmente algo interesante que contar? ¡Pero si esa gente sabe mucho más que yo del tema! ¡Si se ve a lo lejos que estoy hecha un flan!

Una voz que nos boicotea en silencio haciéndonos creer que no podemos hacer algo. Es (y va a ser a lo largo de toda tu charla) tu peor enemiga. Te hará sentir impostor/a y te juzgará despiadadamente. Pero está en tu mando domesticarla. Se alimenta del miedo, de experiencias pasadas y de tu capacidad de imaginar todo eso que no ha sucedido. La buena noticia es que, si puede hacerte imaginar y sentir cosas significa que puedes usarla también para pensar y sentir cosas buenas. Para animarte en lugar de juzgarte. Para ayudarte a corregir cosas sobre la marcha. Para recordarte que estás practicando para mejorar.

La doctora en psicología Carol S Dweck lo explica muy bien en su libro Mindset, la actitud del éxito. Y también en su charla TED, en la que habla sobre qué podemos hacer para mejorar la mentalidad de crecimiento de los niños (y que también es 100% válido para la tuya)

2. Gestiona tu actitud

Hablar en público demanda que te hagas cargo de esa actitud con la que sales al ruedo. No solo para que no te impida conectar con las personas que tienes delante, sino para que además potencie tu gestión de la energía para darlo todo, incluso si los nervios han echado raíces. Y ¿cómo se consigue una buena actitud? Dado que tiene que ver con tu forma de enfrentarte a esa situación en tiempo real, es algo que te conviene trabajar para que juegue siempre a tu favor. En concreto debes centrarte en entrenar tres cosas: a) tu capacidad para estar en el aquí y ahora (foco, atención, escucha), b) elevar tu nivel de energía, con mucha automotivación interna y c) gestionar tus nervios, desde la respiración y otras técnicas que te funcionen en el momento. Este video TED te puede ayudar a entender tus nervios y saber controlarlos.

No vale decir que hoy te has levantado cansada, que tienes algo que resolver al llegar a casa o que la cara de seta de los de primera fila te han desinflado el globo. Tu actitud al hablar en público es cosa tuya. Y cuando la entrenas y decides que es el traje con el que siempre te vas a vestir, créeme cuando te digo que se convertirá en algo que siempre te acompañará.

3. Habla con mucha claridad

Otra parte de tu entrenamiento para hablar bien en público es aprender a contar las cosas con mucha claridad. Para que tu audiencia entienda lo que realmente querías decir y no meta demasiado de su cosecha en la interpretación que, inevitablemente, hará de lo que oye. Y hablar con claridad demanda como mínimo que tengas en cuenta dos cosas. Por un lado, seguir un orden basado en la lógica. Piensa que lo que cuentas debe ser como un gran relato. Quizás arrancas explicando una gran oportunidad que tenemos frente a nosotros, sigues compartiendo un gran desafío que debemos abordar y quizás termines aportando una solución. La lógica que tú decidas estará bien, pero cásate con una, para que tu audiencia no se pierda. Te ayudará a simplificar para amplificar y a tomar mejores decisiones sobre qué cuentas.

Y, por otro lado, la claridad también te la dará la precisión de las palabras, los ejemplos y los recursos que eliges (como las metáforas y las analogías), para que tu audiencia entienda lo que realmente quieres decir y demostrar.

Un gran ejemplo de claridad lo puedes encontrar en la famosa charla del psiquiatra Robert Waldinger ¿Qué hace que una vida sea buena? En doce minutos es capaz de resumir 75 años de estudio de mercado (sí, has leído bien, es el estudio de mercado más largo de la historia), para llegar a tres conclusiones fáciles de entender. Y lo hace sin aburrirnos con datos infumables ni jergas inasequibles.

4. Prioriza lo que es relevante para tu audiencia

Cuando hables en público debes recordar que la gente no te escucha porque quiere oírte hablar de tu libro, sino porque quiere seguir escribiendo el suyo. Es decir, te escucha porque quiere poder hacer algo con eso que compartes. Quizás sea entender mejor un proceso de trabajo para poder aplicarlo, salir inspirada para atreverse a hacer algo o con información nueva para revisar hábitos que les impiden tener el tipo de vida que quieren. Lo que sea. Pero el caso es que te escuchan por alguna razón y tu misión es darles algo útil y relevante para ellos. Por eso, no te limites a contar lo que sabes, debes esforzarte más bien en conectar lo que tú sabes con lo que a ellos les importa o necesitan saber para seguir tomando decisiones.

5. Haz que sea memorable

Si quieres que tu audiencia recuerde lo que para ti era más importante, vas a tener que hacer un esfuerzo. Y te conviene hacerlo, porque van a tomar decisiones con la información que les has compartido cuando tú ya no estés delante. ¿Qué dirías que es lo que la gente más recuerda tras una charla? Básicamente recuerda el siguiente tipo de cosas: a) lo primero y último que dices, b) lo que les hace sentir algo en primera persona, c) lo que más les sorprende (aunque sea una cosa irrelevante), d) lo que más repites y e) lo que les ha resultado más útil. Sabiendo esto, deberás plantearte cómo usar estas reglas a tu favor y organizar el contenido de tu charla para que caiga en esas casillas.

Simon Sinek, en su famosa charla TED sobre Cómo los grandes líderes inspiran a la acción, es capaz de lograr que salgamos con un mensaje tatuado en la frente de tanto que lo repite. Y no solo eso. Te invito a que escuches la charla (o vuelvas a hacerlo si ya la conoces) y te fijes en qué otras cosas hace para conseguir que lo que cuenta sea memorable para ti.

6. Aprovecha todo tu rango de expresividad

Si en algún momento compraste la idea de que una charla profesional, para ser rigurosa, debe ser seria y poco arriesgada, hiciste una mala compra. Escuchar cansa (incluso si has pagado por ver a alguien), la gente desconecta, los mensajes se malinterpretan y al final se recuerda poco o nada. Tu otro gran antídoto contra todos esos males es saber aprovechar tu rango de expresividad. Que se note qué significa para ti lo que dices. Si te ilusiona, que se vea. Si te preocupa algo, que se muestre. Si tienes claro que es un reto, pero se puede superar, que quede claro. Si tú conectas con lo que estás diciendo, inevitablemente tu actitud impregnará lo que haces con el cuerpo, las palabras que utilizas, el ritmo al que hablas, el tono, el volumen, etcétera. Tu mayor expresividad hará que se entienda mejor lo que dices y que se recuerde con más facilidad. Pero, ojo, no te confundas ahora. No te pido que actúes. Te pido que seas tú, pero usando tu expresividad de forma más obvia. Te permitirá hablar en un tono más conversacional, menos rígido y te ayudará a conectar de persona a persona.

Seguramente no conoces a Jennifer Granholm, pero su charla TED es un buen ejemplo de cómo hablar con mucha expresividad de cualquier tema, en su caso, de la necesidad de invertir en fuentes de energía alternativas.

7. Practica de forma eficaz

La práctica hace el progreso. Y eso se refiere tanto a la cantidad de tiempo de práctica que dediques a esa charla que estás a punto de dar, como a la cantidad de charlas que des en el futuro, con las que seguirás mejorando si aplicas todos los consejos que te he dado. A menudo escucho a gente decir que prefieren no llevar algo demasiado preparado porque no les sale igual de bien. Imagino que, cuando dicen eso, en el fondo se refieren a llevar una charla memorizada de la A a la Z. Porque la preparación en sí misma es clave. La cuestión está en cómo te preparas. Yo no soy amiga de memorizar como un papagayo, porque el riesgo de quedarse en blanco es demasiado alto a lo largo de TODA la charla. Además, casi siempre suena a enlatado. Pero sí debes memorizar el orden de todo lo que vas a contar y todo aquello que quieres decir. Luego lo dirás con otras palabras, pero sin dejarte nada y sin tener que cambiar el orden. Y si hay alguna frase mantra que quieras repetir o algún recurso concreto, entonces sí, de forma excepcional, memorízalos. Igual que los arranques y cierres, que también recomiendo memorizar. Pero el resto, mejor que lo verbalices en tiempo real para que tu discurso suene más fresco.

Ahora bien, aunque cada vez que practiques lo digas un poco diferente, la práctica exhaustiva no te la quita nadie. Vas a tener que repetir tu charla muchas veces antes de darla, para tenerla bien interiorizada. Practícala en diferentes situaciones (lavando platos, caminando por la calle, con ruido de fondo…) para que ningún imprevisto luego te saque de lugar. Y tras ensayarla, visualízate dando la charla en el lugar exacto, con tu audiencia y todo el contexto real, para que puedas entrenar tu mente y tu sistema nervioso y emocional como lo entrenan los grandes deportistas fuera de la pista.

Si en tu caso no das charlas en eventos, congresos o foros varios, pero sí haces presentaciones de forma habitual por tu actividad profesional, te recomiendo que, además de seguir esos consejos, tengas en cuenta estas otras tres cosas:

Las diapositivas no son tus notas. Son un material de apoyo (si lo necesitas) para ayudarte a ilustrar cosas que son difíciles de imaginar, destacar mensajes importantes, mostrar datos relevantes (y legibles) y a veces para facilitar el seguimiento de la charla mostrando en qué punto estamos de los X anunciados. Créalas a tu medida para que te apoyen, no para que te eclipsen. No leas, no vuelques en una diapo cada pequeña cosa que quieras decir y diséñalas pensando que menos es más. Si luego les tienes que dejar un documento en PDF, lo creas con todo lujo de detalle y lo entregas. Pero no hagas de tu material de apoyo un verdugo inexorable.

Pon en valor tu aportación. Encuentra la manera de separar lo que es información obtenida de otras fuentes de lo que es tu aportación personal. A menudo no somos capaces de poner en valor nuestro trabajo. Nuestras ideas. No dejes que eso te pase.

Da vida al dato. Si en tu día a día te toca compartir mucha información basada en datos (estadísticos, financieros, métricas de otro tipo…) recuerda que el dato sirve para sacar conclusiones y/o tomar decisiones. No presentes el dato per se. Ayuda a entender lo que realmente nos está contando.

Si estás empezando a dar charlas o si llevas tiempo y no sabes cómo mejorar tu capacidad de influencia cuando las das, empieza aplicando estos consejos y verás como das un salto.

Felices futuras charlas o presentaciones.

 

Aurora Michavila: esta barcelonesa multifacética (consultora, actriz, formadora, conferenciante y escritora) tiene veinticinco años de experiencia en el mundo de la comunicación y lleva quince ayudando a otros a aprender a hablar en público. Su libro ‘Supercomunicadores’ (Ediciones Destino) reúne algunos de los secretos que ha aprendido en este tiempo.

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